Recientemente, el asesor del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Rusia, el almirante Igor Kasatonov, declaró que el gobierno de Ucrania impide a Rusia realizar sus planes para la modernización y rearme de la Flota del Mar Negro (FMN), emplazada en la ciudad ucraniana de Sebastópol, en la Península de Crimea.
Para Moscú, los planes de sustitución de sus buques pueden realizarse sin problemas en el marco de los acuerdos gubernamentales vigentes, porque en esencia, conservará inalterable el número de buques rusos emplazados en el territorio ucraniano.
Pero Ucrania considera que los parámetros y características operativas de los nuevos buques rusos superan considerablemente los anteriores y en consecuencia, en la base rusa de Sebastópol aparecerán sistemas de combate diferentes, lo que requiere una ronda adicional de negociaciones para la concertación de nuevos tratados.
Kasatonov, que años atrás fue comandante de la FMN, explicó que la postura de Ucrania supone “un borrón y cuenta nueva” en el futuro de la Flota rusa, uno de los asuntos más sensibles en las relaciones ruso-ucranianas, desde la disolución de la Unión Soviética.
Conversaciones incómodas para Moscú porque afectarán aspectos tácticos operativos de buques, aviones, armamento, instalaciones logísticas y en general, toda la infraestructura de la base rusa en Crimea.
Según Kasatonov, las consultas transcurren con gran dificultad y no hay avances notables incluso después de la reciente visita del ministro de Defensa de Ucrania, Dmitri Salamatin a Moscú.
Porque cada encuentro sólo constata la divergencia irreconciliable de las partes, que no pueden ceder un ápice debido a que los argumentos de rusos y ucranianos tienen relación directa a prioridades de seguridad nacional, política exterior, y estabilidad regional y geopolítica.
“A mi juicio, la postura de Ucrania es esperar a que todo (FMN) quede obsoleto y cuando esto ocurra, nos encontremos ante una situación completamente diferente, y esto nos obligará a negociar a partir de otras realidades”, indicó el almirante.
Entre tanto, para Rusia el tiempo apremia, porque no avanza la ejecución del programa federal de modernización de las Fuerzas Armadas para el período comprendido entre 2011-2020, que entre otras, dedica especial atención al rearme de la Flota del Mar Negro.
Según ese programa en los próximos años a la FMN se incorporarán 15 unidades entre buques y submarinos. Así ya en 2013 en Sebastópol anclarán las primeras fragatas 11356, y para el año 2017, seis submarinos del proyecto 636 “Varshavianka”.
Al respecto, tanto las empresas fabricantes como las estructuras militares informan al gobierno ruso sobre la imposibilidad de ejecutar esos planes en los plazos previstos debido a la postura adoptada por la parte ucraniana.
Y expertos en la prensa rusa, ya anticipan una agudización de las relaciones bilaterales que coincide con el comienzo del tercer periodo presidencial de Vladimir Putin, un político que controla con mano firme todos los asuntos de defensa nacional y política exterior.
En las relaciones ruso-ucranianas, la FMN ha sido con frecuencia “manzana de la discordia”, especialmente durante la administración del presidente anterior, Víctor Yúschenko, aliado incondicional de EEUU y promotor obstinado del ingreso de Ucrania a la OTAN.
La situación alcanzó niveles críticos después de agosto de 2008, tras la guerra en Osetia del Sur entre Rusia y Georgia, cuando buques rusos de la FMN llegaron muy cerca de las costas georgianas.
Yúschenko que apoyó a su amigo y presidente de Georgia, Mijail Saakashvili, agotó todos los recursos posibles para impedir que los buques rusos anclados en territorio ucraniano participaran en el conflicto, pero fracasó.
El primer conflicto bélico entre Rusia y uno de los estados del espacio postsoviético puso en evidencia la importancia de la FMN tanto para Ucrania como para los países vecinos y esta circunstancia explica en parte, la cautela que ahora demuestra Kiev ante la posibilidad de que la flota rusa emplazada en su territorio sea más poderosa que antes.
Según expertos, las conversaciones entre Moscú y Kiev sobre la FMN por definición no pueden ser sencillas, incluso con el actual presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich, que en relación a Rusia, ha demostrado una postura más pragmática que su antecesor.
Precisamente con Yanukóvich, Rusia y Ucrania firmaron en abril de 2010 los acuerdos de Járkov (ciudad ucraniana) que prolongaron por otros 25 años la permanencia de la FMN en Sebastópol después del año 2017, cuando expira un tratado anterior que regulaba el estatuto de la base rusa en el territorio ucraniano.
A cambio, Ucrania recibió rebajas en los precios del gas que compra a Rusia y otras concesiones preferenciales de orden económico ventajosas para Kiev.
Las partes debieron firmar acuerdos adicionales sobre las condiciones y plazos relacionados con la modernización de la base rusa, pero hasta el momento, las partes no han logrado firmar ningún tipo de documento en los plazos previstos.
Más que todo porque Rusia no permite que Ucrania controle el reame de su flota, y Ucrania que no acepta el emplazamiento de armamento en su territorio sin acordar de antemano las condiciones de permanencia y su posible aplicación.
Según expertos, la modernización de la FMN será objeto de intensas negociaciones entre Putin y Yanukóvich y como en ocasiones anteriores, la postura de Kiev dependerá de la habilidad de Moscú para negociar el asunto del gas y otras regalías.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI