lunes, 7 de septiembre de 2009

«Rusia teme que le impongan valores como la democracia»

Pavel Felgenhauer es uno de los especialistas rusos en temas militares más conocidos. Ha trabajado en distintos diarios de su país, entre los que se incluye el que se edita en lengua inglesa en la capital 'Moscow Times'. Asimismo, colabora de forma regular con varias organizaciones internacionales como The Jamestown Foundation. En la actualidad, ejerce como columnista de la prestigiosa publicación 'Nóvaya Gazeta', en la que trabajó Anna Politkóvskaya, asesinada en 2006.
-La violencia en Cáucaso ruso se ha recrudecido en los últimos meses. ¿A qué se debe?
-Hay mucha insatisfacción con la política que desarrolla el Gobierno central, con la corrupción a nivel local, y con la brutalidad y abusos de las fuerzas de seguridad. Y a todo ello se ha unido la crisis económica, el paro, el aumento de la pobreza... La espiral de violencia se ha disparado hasta el punto de que se ha perdido el control de la situación.
-¿Quién está detrás de los atentados? ¿La guerrilla separatista chechena?
-Sí, pero no solamente ella. En el Cáucaso Norte actúan en la clandestinidad células islámicas locales cada vez más eficientes y preparadas. Cuentan con apoyo económico desde el extranjero, aunque en menor medida que hace unos años.
-Vaticinó la guerra entre Rusia y Georgia. ¿Habrá más enfrentamientos?
-La tensión existente ahora mismo en el mar Negro, en donde Georgia está intentando evitar que lleguen barcos con mercancías a Abjasia, puede terminar en batalla naval.
Reescribir la historia
-¿Por qué preocupa tanto al Kremlin lo que ellos llaman intentos de reescribir la historia con respecto a la Segunda Guerra Mundial?
-La preocupación real de Rusia no se refiere sólo a la historia, sino que tiene una clara connotación actual. El pacto Mólotov-Ribbentrop, que posibilitó que las repúblicas bálticas cayeran bajo la zona de influencia soviética, es de hace 70 años. Luego vinieron los acuerdos de Yalta, en 1945, cuando la URSS añadió a sus dominios los países de Europa central. El sistema de Yalta duró hasta 1989, cuando se derribó el muro de Berlín. Por eso, el Kremlin quiere ahora otro Yalta, un nuevo acuerdo sobre el reparto de las esferas de influencia en Europa y eso es el 'pacto de seguridad' que está proponiendo. Conseguir tal acuerdo es el eje principal de la política exterior de Rusia.
-¿En qué consistiría ese tratado de seguridad?
-En que Occidente reconozca que los países que formaron parte de la desaparecida URSS, a excepción de Estonia, Letonia y Lituania, pertenecen al área de influencia de Rusia, en que la OTAN deje de ampliarse hacia el este y en que se cree una especie de área gris o zona-tapón en el centro y este de Europa, en donde la instalación de cualquier infraestructura militar de la Alianza se tenga que consensuar con Moscú... Es decir, conceder a Rusia derecho de veto.
-¿Eso es viable?
-Bueno, en Occidente hay no pocos partidarios, parece que, entre ellos, el Gobierno español.
-¿Lo dice porque José Luis Rodríguez Zapatero acude el día 14 de este mes a una conferencia sobre seguridad en Yaroslavl, en la que él será el principal invitado extranjero y en donde la cuestión a debatir será la necesidad de diseñar una nueva arquitectura de seguridad en Europa?
-Sí, aunque hay también otros ejecutivos favorables a la iniciativa. Los que se oponen son los países que enfatizan el carácter criminal del pacto Mólotov-Ribbentrop -Polonia y los tres estados bálticos- porque temen que Rusia y Occidente se pongan de acuerdo a sus espaldas y vuelvan a encontrarse al otro lado de la línea divisoria.
-¿Qué es lo que teme Rusia?
-Que la traten de imponer valores como la democracia, la libertad de prensa, la independencia judicial y la necesidad de que haya rotación en el poder y que eso se haga con presión militar. Por eso, el despliegue de un sistema antimisiles en Polonia y en la República Checa por parte de EE UU se contempla como una amenaza directa a la seguridad de Moscú; como algo que puede ser utilizado para obligar a que Rusia se comporte de una determinada manera. Es una cuestión de vida o muerte para la actual corrupta y antidemocrática élite rusa.
El patio trasero
-¿Pero para qué necesitan vincular a su proyecto a pueblos que desean vivir en democracia, como los ucranianos?
-Ellos necesitan un cordón sanitario que les proteja de convulsiones peligrosas para su poder, como la 'revolución naranja' en Ucrania. Creen que la mayoría de los ucranianos, en Crimea y en la parte oriental del país, son prácticamente rusos. Y lo mismo piensan de los bielorrusos y de los habitantes de la región separatista moldava de Transdniester. Las autoridades rusas están dispuestas a colaborar con Occidente en Afganistán y en otros escenarios internacionales, pero exigen tranquilidad en lo que consideran su patio trasero.
-¿Es verdad que ahora va en serio la modernización del Ejército ruso?
-Sí, parece que ya ha empezado una auténtica reforma. De las academias saldrán menos oficiales, pero estarán mejor pagados. Se están creando unas fuerzas armadas para conflictos locales, como el que se desarrolló con Georgia o, tal vez en perspectiva, incluso en Ucrania.

Tras los pasos de Bubka

Decía allá por el año 2007 que no tenía ídolos. Que en los inicios de su carrera deportiva nunca se había fijado en nadie. Ni siquiera en Bubka. Que ni sabía quién era. Sin embargo, la trayectoria de Yelena Isinbayeva se entrelaza en más de mil detalles con la del genial pertiguista ucraniano. No sabía entonces, en 1997, que Sergei marcaría buena parte de su vida deportiva.
La reciente ganadora del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes acumula récord tras récord. Suma ya 27 plusmarcas. La última, en Zurich, dejando del récord del mundo en 5,06 metros. Sergei Bubka finalizó su carrera con 35. Una marca al alcance de la rusa, que de continuar con su progresión podría saltar hasta los 5,20 metros.
Al menos esos son los cálculos de su entrenador, Vitaly Petrov. El mismo que llevó a Bubka a lo más alto. El que sacó a Yelena del 'pozo' en el que parecía se había estancado su carrera. El técnico estrella de la escuela soviética que, curiosidades de la vida, se llevó a la saltadora rusa a Ucrania, a la tierra de Bubka. A Donetsk. En busca de la perfección. Si Bubka fue el primero que saltó por encima de los seis metros, Isinbayeva fue la primera en superar los cinco. Superar los 35 récords de Sergei es uno de los objetivos de Yelena.
De momento, ella cuenta con dos oro olímpicos. Él nunca lo consiguió. Tres nulos sacaron a Bubka de la cita de Barcelona. Un año después de que el atleta ucraniano se hiciera con el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes y cinco años antes de que Yelena comenzara a saltar. Corría 1997 cuando la joven rusa se lanzaba a buscar el cielo. Ese mismo año, el gran referente de la pértiga, decía adiós a la competición. Múltiples lesiones en el talón ponían fin a su actividad competitiva. Dejaba el listón en 6,14. Nadie ha sido capaz de superarlo. La marca data de 1994.
También tres intentos fallidos dejaban a Isinbayeva fuera de competición en el Mundial de Berlín. Bubka fue uno de los pocos que justificó lo sucedido. La rusa perdió contra sí misma. La presión le pudo. Al igual que le había sucedido a él años atrás en Barcelona. Pero Yelena sacó fuerzas y motivación de la experiencia y diez días después, en Zurich, el 28 de agosto de este año, se superaba de nuevo. 5,06 y una nueva marca mundial. La zarina ha regresado. Aunque, quizá, nunca se fuera.
«Halagada»
Asegura haber recibido la noticia de ser la ganadora del Príncipe de Asturias de los Deportes con «ilusión». Han pasado doce años desde que cambiara la gimnasia por la pértiga y muchas cosas han cambiado, incluida su relación con Bubka.
«Mi mentor -destacó- también ha ganado este premio». «Me siento halagada puesto que tantas personas importantes han recibido este galardón, como Bubka, quien ha conseguido logros fantásticos para el atletismo», añadía.