martes, 27 de julio de 2010

Un 5,12 % de la población de Piélagos es extranjera

El número de extranjeros residentes en Piélagos, un total de 1.029, acapara un 5,12% del total de la población del municipio, según los datos que maneja el Instituto Nacional de Estadística (INE) a partir del censo poblacional del año 2009. A la búsqueda de mejores perspectivas laborales, de una mejor calidad de vida o, simplemente, de la unión familiar quebrantada precisamente por la marcha de alguno de sus miembros, los inmigrantes se abren camino en Piélagos como lo hacen los 19.052 ciudadanos españoles que hoy habitan el municipio.
Si bien la cifra real de ciudadanos nacidos en el extranjero que hoy viven en Piélagos asciende a 1.430, el informe no incluye entre la comunidad foránea a las 401 personas que, provenientes de otros países, han renunciado a sus nacionalidades para adquirir la española. Repara, exclusivamente, en aquellas que todavía mantienen las suyas: 1.029. Más de la mitad (571) son llegadas de Europa. La minoría (sólo 11) han venido de Asia. América, que aporta 348, y África, con 99, cierran un círculo en el que Oceanía no tiene cabida. Ni australianos, ni neozelandeses.
Rumanía se sitúa a la cabeza de los países con mayor representación en el municipio, donde viven 171 personas procedentes de este país. Le siguen Marruecos (83), Portugal (73), Colombia (56), Bulgaria (50), Brasil (49), Argentina (40), Perú (37), Paraguay (33) y Ucrania (33). Por la cola se mueven Nigeria y Bolivia, que sólo aportan un ciudadano cada uno, mujeres en ambos casos.
También resulta curioso, por ejemplo, que de Uruguay procedan 5 personas y todas ellas sean mujeres, o que de Senegal provengan otras cinco y todas sean hombres. Mejor repartidos están los chinos: hay seis; tres son hombres y otras tres son mujeres. No ocurre lo mismo con los ucranianos y los brasileños, entre los que se descubre un mayor asentamiento que los anteriores pero con un dispar reparto en cuanto al género: De Ucrania proceden 21 mujeres y 12 hombres. De Brasil 37 y 12, respectivamente. También pasa lo mismo, aunque a la inversa, entre la población marroquí, donde los hombres (59) duplican a las mujeres (24), y entre el colectivo portugués, donde también prevalece el género masculino (51 frente a 22).

El Teatro Cervantes de Abarán se prepara para su primera ópera

Por primera vez en la historia, Abarán acogerá una representación de ópera. 'La Traviata', de Giuseppe Verdi, llegará al teatro Cervantes el sábado 14 de agosto a las diez de la noche en una representación única e irrepetible a cargo de la empresa The European Opera Company, acontecimiento organizado por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Abarán en colaboración con la compañía lírica Los Amigos de la Zarzuela.
La representación pondrá en escena un montaje en el que intervienen 120 artistas con una gran orquesta, coro y cualificados solistas de talla internacional, donde tiene un papel muy destacado el coro y ballet de la Opera de Donetsk, considerada por la crítica especializada como el mejor coro de Ucrania. Y como solistas invitados, las sopranos Svetlana Taran (Ucrania) y Oksana Antonenko; los tenores españoles Alvaro Perdew y Juan Gallego; los barítonos Luis Santana (España) y Ventceslav Anastasov (Bulgaria); los bajos Yurk Alexeichuk (Ucrania) y Maksym Ivaschuk y la mezzosoprano Ana Maksudova. El gran éxito de esta ópera reside en la belleza constante de la escritura vocal, especialmente para el papel de Violeta. Verdi describe lo que será la esencia misma del drama y anticipa su conclusión a través de dos grandes temas: el amor y la muerte.
El precio de las localidades, que se pueden adquirir en Librería Pitus, oscila desde los 10 euros general sin numerar hasta los 30 euros en patio de butacas y plateas pasando por los 15 euros de anfiteatro numerado y 20 euros los palcos.

El gran juego de Rusia con el gas

Rusia y la Unión Europea son vecinos geopolíticos. Que la relación sea o no, en realidad, de buena vecindad, en lugar de tensa y controvertida, reviste importancia decisiva para ambos.

A no ser que modernice su economía y su sociedad, Rusia puede olvidarse de su aspiración a la condición de potencia mundial en el Siglo XXI y seguirá a la zaga tanto de las antiguas potencias como de las potencias en ascenso. Además, Rusia necesita socios para su modernización, porque su población y su potencial económico son demasiado pequeños para que desempeñe por sí misma un papel importante en el nuevo orden mundial que está surgiendo. Las armas nucleares estratégicas de Rusia serán insuficientes para garantizarle un puesto entre las potencias de primera fila.

Pero, ¿hacia dónde puede volverse Rusia? ¿Hacia el Asia oriental? ¿Hacia el Sur y el mundo islámico? Ninguna de esas opciones es válida. Así las cosas, Rusia sólo puede volverse hacia Occidente y hacia Europa en particular.

Sin embargo, para Europa el papel de Rusia reviste una importancia estratégica decisiva. Incluso una revisión parcial del orden postsoviético en la dirección de un mayor control de los Estados ex soviéticos o satélites cambiaría drásticamente la estrategia y la política de seguridad de la UE.

Las dos partes afirman querer mejorar las relaciones bilaterales, pero hay motivos para dudar si los rusos y los europeos conciben, en realidad, sus relaciones en los mismos términos. Una mirada más allá de la retórica cordial revela diferencias profundas.

Cuando el ex presidente y actual primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, declaró hace varios años que el mayor desastre del Siglo XX fue la desaparición de la Unión Soviética, no se limitaba a hablar por sí mismo, sino también –tenemos razones para pensarlo– por la mayoría de la minoría política dirigente de Rusia. Sin embargo, una mayoría abrumadora de europeos probablemente consideren la fragmentación de la URSS como un motivo de celebración.

De hecho, la Rusia de hoy aspira –y lo reconoce– a invertir el orden postsoviético en Europa que surgió después del período 1989-1990, al menos en algunas partes de su vecindad, mientras que los europeos y Occidente quieren mantenerlo a toda costa. Mientras Moscú no entienda esas diferencias fundamentales y saque las conclusiones adecuadas de ellas, los europeos no verán una apertura de Rusia a Occidente como una oportunidad y Rusia siempre chocará con una gran desconfianza en Europa, pero eso no excluye una cooperación práctica y pragmática en numerosos sectores.

Actualmente, Rusia ha conservado su fuerza sólo como proveedora de energía y otros recursos naturales. Así, pues, no es de extrañar que Putin haya procurado utilizar esa palanca para reconstruir el poder de Rusia y revisar el orden postsoviético.

Los suministros de gas natural de Rusia a Europa desempeñan un papel decisivo a ese respecto, porque en ese caso, a diferencia del petróleo, la posición negociadora de Rusia es muy fuerte. Más importante aún es que sus vecinos directos dependan totalmente del suministro de gas ruso –Ucrania y Belarús– o, como Azerbaiyán y Turkmenistán, del sistema de gasoductos de Rusia para la venta de su producción de gas.

Desde luego, Rusia persigue intereses económicos con su política exportadora de gas –tanto más cuanto que los precios tienden a bajar– y quiere ampliar su papel en el mercado europeo del gas para intensificar las dependencias que ahora existen, pero es algo improbable: la interrupción por parte de Rusia del suministro de gas en enero de 2009 reveló a la UE con toda claridad qué precio habría que pagar.

Ésa es la razón por la que la “diversificación de los países proveedores de gas” ha sido desde entonces la política de la UE, incluido, en primerísimo lugar, el proyecto de gasoducto Nabucco, que abriría un pasillo meridional entre el mar Caspio, el Asia central, el Irak septentrional y Europa. Nabucco llegaría a Europa por Turquía y reduciría drásticamente la dependencia de los países proveedores de la zona del Caspio de los gasoductos de Rusia y la dependencia de los nuevos miembros sudorientales de la UE del suministro de gas ruso. Así, pues, no es de extrañar que el Kremlin esté intentando hundir el proyecto Nabucco.

Otras dos novedades prometen impedir una mayor dependencia europea de Rusia: un aumento en gran escala de las importaciones de gas licuado en la UE y la transición, vinculada con él y con la desreglamentación del mercado europeo del gas, de los acuerdos de suministro a largo plazo y con precio fijo del petróleo a unos precios al contado dependientes del mercado.

No obstante, el objetivo primordial de la política rusa del gas no es económico sino político, a saber, el de contribuir a revisar el orden postsoviético en Europa, aspiración centrada no tanto en la UE como en Ucrania.

El nuevo primer ministro de Ucrania, Mykola Azarov, se quedó atónito cuando Putin inesperadamente se dirigió a él durante una conferencia de prensa conjunta con la propuesta de fusionar las compañías de gas rusa y ucraniana. A diferencia del asentimiento del Gobierno de Ucrania a la prórroga del despliegue de la flota rusa del mar Negro en Crimea, que provocó violencia física en el Parlamento de Ucrania, no se trataba de una prolongación del status quo, sino una petición pública de su revisión.

Con el gasoducto Nord Stream en el Báltico y el gasoducto South Stream, exorbitantemente caro, en el mar Negro, Rusia no sólo está intentando crear conexiones directas de gas entre Rusia y la UE para circunvalar a Ucrania y socavar el proyecto Nabucco.

El objetivo principal es el de presionar a Ucrania, además de a Azerbaiyán y a Turkmenistán, que quieren suministrar gas a Europa independientemente de Rusia. Una vez conseguidos esos dos objetivos o si el proyecto Nabucco sigue adelante, el South Steam quedará aparcado, porque carece de sentido económicamente.

En Europa y los Estados Unidos, se ha entendido esa amenaza. Ahora es necesario respaldar a quienes en Ucrania ven un futuro europeo para su país, abrir el pasillo meridional mediante el Nabucco y acelerar el desarrollo de un mercado común europeo de la energía. Una política europea decidida mejorará, en lugar de tensar, las relaciones con Rusia, porque dará como resultado una mayor claridad y previsibilidad.


El autor fue ministro de Asuntos Exteriores y Vicecanciller de Alemania de 1998 a 2005, fue un dirigente del Partido Verde alemán durante casi 20 años. Ha estado asesorando, entre otros clientes, el proyecto de Nabucco desde julio de 2009.
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