domingo, 20 de septiembre de 2009

La lengua de los zares, en retirada en Ucrania La política lingüística ucraniana se ha vuelto un punto crítico en las relaciones entre los dos países

SIMFEROPOL. ,

UCRANIA

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En una esquina de Bukvatoriya, una librería en la capital de la península de Crimea, hay algunos estantes de literatura que, para el Kremlin, resulta tan provocadora como cualquier batallón de soldados de la OTAN.

Los libros son los clásicos de la literatura -obras de Óscar Wilde, Víctor Hugo, Mark Twain y Shakespeare- que han sido traducidos al ucraniano, en ediciones destinadas a los adolescentes. Un Harry Potter que lanza hechizos en ucraniano también habita las repisas.

Hace veinte años hubiera habido muy poca demanda por esas obras, dado que la mayoría de la gente en esta región es de origen ruso. Pero el gobierno ucraniano está requiriendo que el idioma ucraniano se use en todas las facetas de la sociedad, especialmente en las escuelas, y trata de asegurarse de que la próxima generación se oriente hacia Kiev y no hacia Moscú.

Los niños incluso pueden leer a Pushkin, el más venerado escritor ruso, en su traducción al ucraniano. (Esto suele irritar a los rusos tal como el himno estadounidense cantado en español puede suscitar cierto enojo en Estados Unidos).

La política lingüística ucraniana se ha vuelto un punto crítico en las relaciones entre los dos países y refleja la reducida condición de la lengua rusa no solo dentro de lo que fue la Unión Soviética, sino del bloque comunista en general.

El Kremlin ha tratado de detener este declive estableciendo fundaciones para fomentar el estudio del ruso en el extranjero y castigando a los vecinos que expulsan al ruso de la vida pública. En algunos países, la reacción contra el ruso ha provocado una contrarreacción en defensa de ese lenguaje.

Poder

Empero, el problema es considerable. Y lo que está en juego es mucho más que las palabras en la página.

El lenguaje imparte poder e influencia, une a los colonizados con los colonizadores y, para bien o para mal, altera la manera en que la población nativa interactúa con el mundo. Mucho tiempo después de haber renunciado a sus territorios coloniales, Gran Bretaña, Francia y España siguen conservando cierta autoridad en ellos, gracias a los idiomas que sembraron.

Los zares y los líderes soviéticos difundieron el ruso en las tierras que conquistaron, y les sirvió de elemento cohesionador para unir nacionalidades muy disímiles, llamada una segunda lengua madre, y conectarlas con sus dirigentes. Ese legado persiste a la fecha, como lo muestra la cercana relación entre Rusia y Alemania, que surge en parte del hecho de que la canciller Angela Merkel sabe hablar ruso, lengua que aprendió de chica en la Alemania del Este.

Pero con el idioma en retirada, es poco probable que el caso de Angela Merkel se repita en el futuro. Para el Kremlin, no podría haber recordatorio más amargo de cómo ha cambiado la historia que ver a los jóvenes de Estonia, Georgia y Uzbekistán (por no hablar de la República Checa y Hungría) acudir en masa a las clases de inglés en lugar de ruso.

Golpe

"La reducción en el uso del idioma ruso es un duro golpe para Moscú, en las esferas económicas y sociales, pero también en muchos otros sentidos", señala Aleksei V. Vorontsov, presidente del departamento de sociología de la Universidad Pedagógica estatal Herzen de San Petersburgo. "Ha cortado lazos y hecho que Rusia esté más aislada."

Al ruso parece estar yéndole peor que a otros idiomas coloniales, pues los países que tuvieron que aceptarlo tienen un sentido más coherente de la identidad nacional y ahora están defendiendo sus respectivos idiomas nacionales para afirmar su soberanía.

El ruso es uno de los pocos idiomas importantes que está perdiendo hablantes. Según cálculos aproximados, para 2025, el total de hablantes habrá caído a 150 millones, después de haber estado en 300 millones en 1990, un año antes del desmembramiento de la Unión Soviética. Probablemente seguirá siendo uno de los 10 idiomas más hablados, pero apenas. El chino mandarín, el inglés, el español, el árabe y el hindi encabezan la lista.

La situación empeora por la crisis demográfica en la misma Rusia, que se calcula que para 2050 habrá perdido a 20% de su población actual.

La reducción de hablantes de ruso no ha sido uniforme en todas las repúblicas ex soviéticas y los funcionarios rusos alaban a países como Kirguistán, donde se adopta el ruso.

Pero los países que se sintieron subyugados por el poder soviético, como las repúblicas bálticas, han cobrado venganza declarando obligatorio el conocimiento del idioma nacional para obtener la ciudadanía y otros beneficios. (Como corresponsal en la Unión Soviética, he visto que en algunos países puedo hablar ruso con las personas mayores de 40 años y en inglés con las más jovenes).