domingo, 1 de marzo de 2009

Yúscheno y Kaczynski recuerdan tragedia en aldea polaca en II Guerra Mundial

Los presidentes de Ucrania y Polonia, Víctor Yúschenko y Lech Kaczynski, participaron hoy en la región occidental ucraniana de Lviv en un acto en recuerdo de unoa de los episodios más trágicos para ambos pueblos ocurrido hace 65 años, durante la II Guerra Mundial.

Según la versión polaca, la 14 División de las SS "Galichina", integrada por alemanes y ucranianos, prendió fuego al pueblo polaco de Guta Penyatska, que quedó totalmente destruido y en el que murieron hasta mil de sus habitantes, entre mujeres, niños y ancianos.

Historiadores ucranianos niegan esta versión y culpan de la tragedia a las fuerzas de ocupación nazis y a los partisanos soviéticos.

Durante el acto en recuerdo de las víctimas, los presidentes depositaron una ofrenda floral ante un monumento conmemorativo en ese territorio, que hasta 1939 formó parte de Polonia, informaron las agencias.

Kaczynski señaló que Ucrania y Polonia comparten muchos grandes acontecimientos en su historia común, pero señaló que también hubo momentos muy difíciles para ambos pueblos.

"Es bueno que ahora podamos hablar de ello, porque precisamente en esto radica la verdadera amistad entre los pueblos", subrayó el presidente, y agregó que este trágico acontecimiento de hace 65 años minó la confianza entre ucranianos y polacos.

Por su parte, Yúschenko dijo estar profundamente convencido de que a pesar de todas las dificultades de su pasado común, "Ucrania ha estrechado la mano de la amistad y el entendimiento mutuo a Polonia para siempre".

Ambos presidentes se dirigieron posteriormente a la ciudad de Brodi, donde participaron en un acto en recuerdo de las víctimas de la represión bolchevique.

La víspera, varios diputados de Lviv e historiadores pidieron a Yúschenko que no participara en ese acto en recuerdo de la tragedia de Guta Penyatska, pues consideran que ello legitimaría la postura de la prensa y el Instituto de Memoria Nacional polacos, que culpan de la tragedia a los ucranianos.

Los presidentes de Ucrania y Polonia hacen un histórico gesto de reconciliación

El presidente ucraniano, Viktor Yushenko, y el polaco Lech Kaczynski, hicieron el sábado un histórico gesto de reconciliación al conmemorar juntos el 65º aniversario de la masacre cometida en un pueblo polaco por los nazis, comprobó un periodista de la AFP.

Los mandatarios depositaron ofrendas florales en el monumento a las víctimas de la tragedia y oraron juntos por los centenares de habitantes polacos del pueblo de Huta Peniatska, situado actualmente en Ucrania occidental, masacrados el 28 de febrero de 1944.

Según los polacos, el pueblo fue quemado por la división SS Galicia compuesta por ucranianos.

El huracán económico del Este amenaza al Oeste de la UE

Los países de Europa central y oriental, después de haber registrado un extraordinario crecimiento económico en los últimos años, han entrado en una etapa de crisis profunda. El desbarajuste financiero y la recesión que golpean con dureza a los países más avanzados del Oeste han llegado a Europa del Este y amenazan con llevar a la bancarrota a sus sistemas financieros.

Diversos organismos como la Comisión Europea (CE), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el G-20, y expertos de agencias de calificación como Standard & Poor's y Moody's advierten de que Europa del Este podría entrar en una etapa parecida a la crisis asiática de finales de los años 90, cuando una serie de países del sureste de ese continente, y más tarde Argentina y México, sufrieron un 'crash' de su sistema financiero que los alejó de los inversores occidentales. «El huracán económico del Este amenaza al Oeste y pone en peligro la seguridad económica y financiera de la UE», advierte el economista y comentarista político polaco Mariusz Borkowski.

Países como Ucrania, Croacia, Serbia y Rumanía necesitan ayuda internacional para no hundirse económicamente; Hungría ha sido rescatada por la UE y el FMI, mientras Polonia, Chequia y Eslovaquia capean el temporal con dificultad. A su vez, los especuladores juegan con las monedas nacionales en países como Chequia, Hungría y Polonia, y los bancos de Europa occidental, que financiaron el 'boom' económico del Este, están sufriendo los primeros golpes de la crisis que afecta a la parte más vulnerable del continente.

Los países del Este han basado su crecimiento en la dependencia del capital extranjero y la mayoría de sus bancos -que recibirán 24.500 millones de euros en ayuda internacional- están en manos de entidades austriacas, alemanas, belgas, italianas, holandesas, francesas, griegas, portuguesas y españolas. La crisis está obligando a los inversores a repatriar una parte de sus capitales. Además, muchas empresas, bancos y particulares en Polonia o Rumanía se han endeudado en divisas extranjeras como el euro y el franco suizo, y con la depreciación de sus monedas nacionales tienen complicado devolver los préstamos.

Austria es uno de los países occidentales más afectados por la crisis del Este, porque muchos de sus bancos están implantados en Ucrania, Croacia, Rumanía y Bulgaria. Una entidad como Raiffeisen ha perdido 6.000 millones de euros en Ucrania, donde la hrivna -la moneda nacional- se ha depreciado un 30%, y el Gobierno de Viena ha puesto 100.000 millones de euros a disposición de los bancos Volksbanken y Hypo Alpe Adria, principal inversor en Croacia. El Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) sufrió una pérdida neta de 602 millones de euros en 2008 debido a «la severidad de la crisis económica en Europa del Este, que amenaza más de dos décadas de reformas económicas en el continente», señalan los expertos de la entidad.

Hundimiento económico

La drástica reducción del crédito a empresas y familias, y también de los ritmos de crecimiento, es una de las características de la crisis en el Este, junto con la caída de las exportaciones y las inversiones extranjeras. Austria estima que la UE debería poner en marcha un plan de rescate financiero de unos 220.000 millones de euros. De lo contrario, «Europa central y oriental pueden hundirse en una profunda depresión económica que más tarde o más temprano acabará colapsando al conjunto de la Unión Europea», asegura el economista checo Jiri Pehe.

En su opinión, Letonia, Hungría y Rumanía son los países más vulnerables. La deuda húngara equivale a casi el 100% de su PIB. La riqueza de Letonia, país que ha tenido que ser rescatado por la UE, el FMI y sus vecinos escandinavos, caerá en 2009 más de un 10%. Y la situación económica de Letonia, que tuvo una inflación del 15% en 2008, es prácticamente de «muerte clínica», según el gobernador del Banco Central del país báltico, Ilmars Rimsevics.

A su vez, Lituania y Estonia han entrado en recesión y se enfrentan a un futuro incierto. Rumanía, cuya economía es comparada por los expertos «al Titanic que está a punto de hundirse», podría verse obligada a pedir una ayuda de 7.000 millones de euros al FMI o la UE. Y Chequia vive una grave crisis del sector industrial, la construcción y el turismo, mientras el paro se ha disparado y la recesión afecta también a la automoción y la electrónica en Eslovaquia.

Una Europa fraccionada

Tanto en la eurozona como en Europa central y del Este y en los países que aún no pertenecen a la Unión, la situación actual es insostenible.

      Una salida, propugnada por George Soros y otros, es crear bonos del Gobierno únicos para toda la eurozona

      Muchas familias polacas tienen sus préstamos en francos suizos. Los intereses se les han duplicado de golpe

      En esta crisis todo está sometido a tensiones extremas. Incluso la propia Europa. Están saliendo a la luz los peores aspectos de la manera que ha tenido la Unión Europea de agruparse política y económicamente en los 20 años transcurridos desde que el mundo cambió en 1989. Como vimos con los bancos de inversiones el pasado otoño, si estalla un mamparo, es probable que estallen otros detrás.

      Empecemos por la eurozona. Para los países que tienen el euro, la divisa ha sido una fuente de estabilidad y fortaleza en esta tormenta. Los aspirantes a pertenecer a la eurozona, como Polonia, desearían ser ya miembros. Incluso en el Reino Unido se ha reabierto el debate sobre si el país estaría mejor, o no, con el euro. Sin embargo, al mismo tiempo, las tensiones entre los distintos miembros de la eurozona están agudizándose. Unas tensiones que se remontan a su diseño original.

      Al preguntar a un destacado analista japonés cuál es la primera lección que extrae de la década de estancamiento en su país, responde: "Es necesario que exista la máxima coordinación posible entre la autoridad monetaria y la autoridad fiscal". La eurozona posee una autoridad monetaria, pero 16 autoridades fiscales nacionales. En la práctica, sólo las une vagamente un pacto de crecimiento y estabilidad, mientras que sufren intensas presiones políticas en sus respectivos países, porque la política democrática en Europa sigue teniendo un alcance casi exclusivamente nacional. Y eso tiene consecuencias. Por ejemplo, como los Gobiernos de la eurozona han tenido distintos comportamientos a lo largo de los años, sus bonos se han valorado de manera distinta en los mercados. Y en tiempos de crisis, esas tensiones aumentan. La seguridad ante todo, dice el inversor. De modo que, aunque el Gobierno griego, por ejemplo, me ofrezca mejores rendimientos por los préstamos que le haga, tal vez prefiero prestar al Gobierno alemán. Y cuantos más inversores piensan eso, más aumentan las diferencias. Al final, algo tiene que saltar.

      Una posible salida, propugnada en los últimos tiempos por George Soros y otros, es crear unos bonos del Gobierno únicos para toda la eurozona. Como esa zona incluiría a Gobiernos más débiles y arriesgados, Alemania tendría que pagar un poco más para obtener el dinero prestado que necesita a través de esos bonos. Imagínense lo que pensarían los votantes alemanes. ¿Cómo? ¿Que ahora que Alemania se hunde en la recesión, nosotros, los contribuyentes alemanes, debemos pagar para rescatar a los griegos y a los italianos de las consecuencias de su irresponsabilidad fiscal? Unerhört! Unmöglich! ["Inaudito, imposible"]. Dado que nuestra política todavía es nacional, los políticos que tuvieran que tomar esa decisión pagarían el precio en las elecciones que se celebrarán en Alemania en otoño. La gratitud de griegos e italianos no les aporta ningún voto. Es decir, como tenemos una unión monetaria, pero no una unión política, las decisiones que tienen más en cuenta los intereses europeos a largo plazo que los intereses nacionales inmediatos son más necesarias, pero, al mismo tiempo, tienen menos recompensa.

      Todavía más grave es la situación de los países de Europa central y del Este que han entrado en la Unión en los últimos 10 años, pero todavía no están (con la excepción de Eslovaquia y Eslovenia) en la eurozona. En las últimas semanas, la tempestad les ha golpeado con dureza. En vez de hallar la seguridad en la nave de la UE, su estrecha relación financiera con Europa occidental se ha convertido en parte de su problema.

      Hace 20 años, tras las revoluciones de terciopelo que acabaron con el comunismo en 1989, esos países se propusieron entrar en el capitalismo sin tener capital. De modo que se abrieron de par en par a las inversiones occidentales. Hoy en día, sus bancos más importantes, en general, tienen propietarios o accionistas mayoritarios occidentales. Esos dueños occidentales, golpeados por una crisis financiera cuyo origen no estaba en Europa central, sacaron las garras. Sus empresas originales y sus respectivos mercados nacionales les importaban más, y Europa central y del Este cayó víctima de una advertencia general contra los mercados emergentes de riesgo. Los préstamos occidentales se interrumpieron. Y cuando esos países empezaron a ver cómo caían sus divisas, se encontraron con que tenían que esforzarse para pagar los intereses de los préstamos en divisas occidentales. Y no sólo los Gobiernos y las empresas. Bastantes familias polacas de clase media, por ejemplo, disponen de préstamos hipotecarios en francos suizos. Cuando el valor del zloty polaco cayó, los intereses que tenían que pagar se duplicaron prácticamente de la noche a la mañana.

      Como es natural, cada país se las ha arreglado mejor o peor. Hungría y Letonia ya han ido a pedir ayuda al FMI. La empresa de análisis financieros Standard and Poor's acaba de reducir la valoración crediticia de Letonia a un nivel basura en el que ya se encuentra Rumania. Ambos países tienen en común el sentimiento de desesperación e injusticia. En una mesa redonda celebrada en Viena el pasado fin de semana oí al líder del principal partido de la oposición en Hungría, Viktor Orban, quejarse del proteccionismo financiero de Occidente. Es un lenguaje suave, comparado con la retórica populista, antioccidental y antiliberal que va a empezar a correr si la situación se prolonga.

      Peor aún es la situación de los países que todavía no pertenecen a la UE: el tercer círculo, por así decir, del infierno actual que atraviesa Europa. Ya antes de la crisis financiera, la fuerza magnética de la UE estaba disminuyendo a ojos vista en lugares como Turquía, Ucrania y Bosnia. Ahora, todavía más. Ucrania es un desastre, y se oyen alarmantes informaciones de que Bosnia está en pleno retroceso y el líder serbobosnio está agitando los viejos demonios de la separación étnica.

      No digo que las tendencias separatistas acaben triunfando de forma inevitable en ninguno de los tres círculos. Lo que quiero decir es que está en juego el futuro de todo el proyecto europeo que conocemos desde finales de los cuarenta y especialmente desde 1989. Las fuerzas de la integración y la desintegración, de la solidaridad europea y del egoísmo nacional, centrípetas y centrífugas, se encuentran en un fino equilibrio. Existen algunos indicios de que Europa está empezando a ver las cosas más claras, como la cumbre de Berlín de la semana pasada y el anuncio, esta semana, de las propuestas para crear un marco supervisor financiero de ámbito europeo. Los optimistas alegarán que las crisis han sido los catalizadores de la integración europea durante toda su historia.

      Lo que es evidente es que no podemos seguir como estamos. Si no avanzamos, retrocederemos. Avanzar, subrayo, no hacia unos Estados Unidos de Europa idealizados, sino hacia una organización práctica y suficientemente fuerte para capear el temporal. Que lo logremos o no dependerá de tres cosas. Unas fuerzas mundiales que escapan a nuestro control, la calidad de los dirigentes europeos, y el margen y la confianza que les otorguen sus electorados nacionales.

      A principios de esta semana visité la casa conmovedoramente modesta de Jean Monnet en el campo al suroeste de París. Contiene recuerdos de otros tiempos todavía más turbulentos, entre ellos, un ejemplar de la proclamación de la Unión Franco-Británica en 1940 y una vieja máquina de escribir en la que se redactó uno de los primeros borradores de lo que iba a ser la Declaración Schuman, de la que nacería la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, origen de la Comunidad Económica Europea, que, a su vez, acabó convirtiéndose en la Unión Europea. Europa, declaró Schuman, "no se construirá de una sola vez, ni de acuerdo con un solo plan. Se construirá a base de logros concretos que crearán, ante todo, una solidaridad de facto".

      A Monnet le gustaba citar un dicho según el cual existen dos clases de personas: las que quieren ser alguien y las que quieren hacer algo. Sin embargo, aunque los líderes europeos actuales demuestren que pertenecen a la segunda clase, en las democracias sólo pueden hacer lo que nosotros, sus ciudadanos y votantes nacionales, les dejemos. Me parece que, hoy, ni en el Reino Unido, ni en Polonia, ni en Francia, ni en Alemania, ni en Letonia, ni en Austria vamos a dejarles hacer lo suficiente. -

      "Sobre Lukoil y Repsol se ha levantado un muro de Berlín económico"

      Dmitri Medvédev, el jefe del Kremlin desde el pasado mayo, es un afable abogado de 44 años, que responde a las preguntas sin alterarse, casi imperturbable comparado con sus antecesores, el susceptible Vladímir Putin y, antes, el desmesurado Borís Yeltsin.


          "La Plaza Roja no es lugar para las protestas de la oposición radical"

          "No somos un país ideal, pero hemos recorrido un largo camino en 17 años"

          "Estamos dispuestos a participar en la estabilización de Afganistán"

          "Hay que esperar y ver cómo se desarrolla el juicio de Jodorkosvski"

          Su presidencia, heredada de Putin, su protector, no ha sido el tránsito del invierno a la primavera. Sobre ella se cierne la tormenta financiera global, convertida ya en crisis económica. El rublo se ha devaluado un 35% y la producción industrial ha caído un 16%. Y en cuestión de meses, puede verse conmocionada por la crisis social que se gesta en las fábricas paralizadas y en el alza del desempleo.

          Medvédev está en una encrucijada. La caída de los precios del gas y del petróleo amenaza el contrato social de los años de Putin, esa fórmula de éxito consistente en un Estado autoritario que a cambio de restaurar el orgullo nacional y subir el nivel de vida de los ciudadanos restringía el ejercicio de sus derechos y libertades.

          El presidente ruso se distancia del pasado, de Gorbachov, pero sobre todo del desorden de la era Yeltsin, y apuesta por una solución global a una crisis global. La obsesión con la seguridad, el temor al aislamiento y el papel central del Estado, son tradiciones grabadas en el ADN de los dirigentes rusos, pero pese a ello Medvédev reconoce la debilidad de las instituciones y suena sincero cuando insiste en la necesidad de cooperar con el resto del mundo ante amenazas comunes. La visita a España, que inicia mañana, alentada por su amistad con el rey Juan Carlos, es parte de este esfuerzo.

          La entrevista con este periódico se celebra en Gorki 9, la dacha del presidente, una residencia al oeste de Moscú, construida en la década de los cuarenta para los dirigentes comunistas y ocupada posteriormente por Yeltsin. A esta zona de bellísimos bosques nevados se llega después de muchos atascos y de cruzar los barrios más lujosos de las afueras de la capital. El ambiente es relajado, tanto que accede a comentar la metáfora que lo presenta como un joven guerrero que todavía debe "matar al león" para convertirse en el gran jefe. Se ríe. "No voy a matar al león porque le tengo el debido respeto, pero si hablamos de las tareas que tenemos que cumplir y usted equipara estas grandes tareas a dar muerte al león, entonces sí trabajaré para conseguir el objetivo: matar al león".

          Pregunta. ¿Cree usted que la crisis económica global puede acabar desestabilizando a Rusia?

          Respuesta. La crisis siempre crea problemas al hombre de la calle y genera tensión en la sociedad, pero no se puede decir que vaya a cambiar de forma radical la situación en el país. En primer lugar, la Rusia de hoy, su sistema económico y social, se diferencia mucho de la de hace 15 años. Entonces Rusia era débil y había perdido gran parte de su potencial económico. En los últimos años se logró cambiar esa situación, y por eso la crisis actual, a mi juicio, no desestabilizará sustancialmente a la sociedad. Pero debemos vigilar la calidad de vida del ciudadano, no podemos permitir que el nivel de vida en el país descienda al que había en los años 90. Esta es la prioridad del Estado y del Gobierno.

          P. Pero, ¿va a resolver la crisis con más democratización o con menos? ¿Apretará las tuercas o al revés?

          R. No estoy seguro de que la superación de la crisis esté relacionada con el desarrollo de la democracia. El problema está en otra parte, en la falta de mecanismos económicos normales que permitan superar la crisis sin pérdidas. Claro que es mejor que el Estado tenga las instituciones democráticas que le permitan tomar las decisiones correctas. Recordemos lo que pasaba en los años 30 en EE UU y en otros países, no creo que fueran los mejores ejemplos de democracia. Al contrario, en varios casos los Estados se vieron obligados a apretar las tuercas para superar la crisis. No lo digo porque vayamos a hacer lo mismo en Rusia, sino porque me parece que la superación de la crisis y el desarrollo de las instituciones democráticas son cosas separadas.

          P. Hay quien, amparándose en las medidas anticrisis, busca hacer dinero.

          R. De este problema he hablado en tres reuniones con la dirección de los órganos del orden público: los servicios de seguridad, el Ministerio del Interior y la fiscalía, y les dije que quienes intentan sacar partido de la crisis cometen un delito socialmente peligroso.

          P. En la comunidad internacional hay preocupación con la situación de los derechos humanos en Rusia. En concreto, con los casos de periodistas asesinados que no se han resuelto, como el de Anna Politkóvskaya.

          R. En cada país se pueden encontrar casos sobre los que se pueden hacer reproches mutuos sobre la observancia de los derechos humanos básicos, en el plano social, económico... No somos un país ideal. Creo que Rusia en los últimos 17 años ha recorrido un gran camino. ¿Qué derechos humanos podía haber en la URSS? Y hay que decir que España se acuerda bien de un periodo parecido y eso fue hace relativamente poco. Pero ahora la situación aquí es otra, porque nuestra Constitución funciona y garantiza los derechos humanos y libertades cívicas básicas. Hay algunos derechos elementales en los que no se ha tenido éxito, como por ejemplo la defensa del ciudadano ante la delincuencia y la defensa de la propiedad. En 2008 hubo más de 2.000 asesinatos que no han sido esclarecidos. Es una estadística penosa. Así que el perfeccionamiento de instituciones de la Justicia es una tarea que el Estado no puede postergar.

          P. ¿Por qué el Kremlin le tiene tanto miedo al pueblo? ¿Por qué la oposición radical recibe siempre una negativa cuando quiere hacer un mitin en la calle? No hablamos de los comunistas, que sí reciben permiso, sino de gente como Kaspárov, los de la Otra Rusia.

          R. Yo no sigo las actividades de la oposición radical en el mismo grado que seguramente las siguen ustedes, pero desde mi punto de vista es un grupo pequeño de políticos radicales, empeñados en atraer el interés hacia sí mismos. A juzgar por lo que yo veo y veo mucho, porque entro en las páginas de Internet a menudo, hacen lo que quieren, salen a la calle y gritan que hay que destituir al presidente y al Gobierno. Nadie les cierra la boca. Dicen todo lo que quieren. Pero que no intervengan en la Plaza Roja. La Plaza Roja no es sitio para ellos.

          P. Pero si les han detenido en los restaurantes y antes de que pudieran intervenir en la calle.

          R. Si ha habido irregularidades, habría que aclararlas. Pero dicen lo que quieren y lo dicen sin tapujos, con un lenguaje proletario directo.

          P. En enero hubo una guerra del gas entre Ucrania y Rusia, donde su país perdió dinero y reputación. ¿Qué hará en la próxima crisis con Kiev?

          R. En primer lugar, no cerramos el grifo, sino que Ucrania no firmó un acuerdo con nosotros y por eso no teníamos una base jurídica para suministrar el gas. De ahí que se tomara esa decisión tan difícil para nosotros, una decisión que no queríamos y que quisiéramos evitar en el futuro. El resultado fue la firma del acuerdo del 19 de enero, según el cual el suministro de gas a Ucrania se hace a precios de mercado y nuestros socios deben pagar a tiempo. Si esto no se cumple, Ucrania, según el acuerdo, deberá pasar a pagar por anticipado sus suministros. No queremos que se repita la situación anterior, pero si se niegan a pagar, tendremos que hacer algo. A la Comisión Europea le he explicado que si queremos dar garantías a todos, incluidos los consumidores europeos, debemos ayudar a Ucrania, que está al borde del colapso económico. Si vemos que no son capaces de pagar, formemos un consorcio internacional y ayudémosle con dinero. Yo creo que esto sería una salida para todos. He propuesto, además, una nueva versión de la Carta Energética, que no esté unilateralmente dirigida al servicio de los consumidores, aunque estos sean la parte más vulnerable. A veces hay que pensar en el productor y en los países de tránsito. He ordenado a nuestro Gobierno y también a nuestras principales compañías que preparen propuestas al respecto. Pronto se las entregaré a nuestros socios.

          P. Cuando la petrolera rusa Lukoil mostró interés en hacerse con un paquete de Repsol, en España fueron evidentes las reticencias. ¿Falta confianza en los socios rusos?

          R. Estamos interesados en que haya inversiones españolas en Rusia y que las compañías rusas vayan al mercado español e inviertan allí en los sectores más diversos. Cuanto mayor sea el nivel de inversiones, tanto mayor será el nivel de seguridad en Europa, porque si los países están vinculados por negocios comunes, nunca habrá motivo para conflictos. Sobre Lukoil y Repsol, no voy a entrar en detalles porque se trata de dos compañías privadas. Por lo que sé, era un paquete pequeño, inferior incluso al llamado de control, que no ejercía una influencia sustancial en la toma de decisiones de la compañía. Oí que a algunos esta inversión les gustaba y que otros actuaban de acuerdo con los estereotipos y la lógica del que llegan los rusos y que resultaba peligroso para la independencia del Estado, etcétera. Creo que es una lógica nociva o idiota, llámele como quiera, porque dividir a los inversores en buenos y malos, en correctos e incorrectos, es levantar un nuevo muro de Berlín en la economía.

          P. EE UU ha perdido la base de Manás en Kirguizistán, crucial para la OTAN en Afganistán. ¿Puede y quiere Rusia hacer algo para compensar esta pérdida?

          R. El cierre de esa base es una decisión soberana de las autoridades de Kirguizistán. Se debió a que la decisión de abrirla había sido para un par de años, pero su presencia se prolongó durante ocho y sobre esto no se habían puesto de acuerdo con EE UU. En cuanto a Afganistán, estamos interesados en activar nuestro trabajo en la región, porque vemos las amenazas de los grupos radicales que existen en Afganistán, Pakistán y otros países. Por lo que sé, el nuevo presidente de EE UU ha incluido esta tarea entre sus prioridades internacionales. Compartimos este enfoque. Y es más, estamos dispuestos a participar en la estabilización de Afganistán, recurriendo a la autoridad de organizaciones internacionales como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCSh) [China, Kazajstán, Kirguizistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán]. Todos estamos interesados en que en Afganistán haya un Estado democrático, civilizado y eficaz. Hemos pensado celebrar una conferencia sobre este tema, probablemente este año.

          P. ¿Invitarán a la OTAN?

          R. La OCSh bien podría hacerlo. Sus miembros son países fronterizos con Afganistán, los que más sufren del extremismo que allí existe. Toda esa corriente turbia de narcóticos y terroristas nos afecta a nosotros. Por eso vamos a discutir en la conferencia estos temas, pero en vista de que la operación se lleva a cabo en Afganistán, creo que debe haber representantes suyos.

          P. Por último, ¿no le parece que el nuevo proceso contra el multimillonario Mijaíl Jodorkovski, acusado ahora de robar miles de millones de euros, aumentará la desconfianza hacia Rusia?

          R. El tribunal mostró su intransigencia e independencia en el caso de Politkóvskaya cuando, a pesar de que creo que el asunto no era tan sencillo, pronunció un veredicto absolutorio al afirmar que las pruebas eran insuficientes. Por eso hay que esperar y ver cómo se desarrolla este juicio. No tiene sentido comentar un juicio antes de que haya comenzado. La consistencia de las acusaciones es responsabilidad de la fiscalía; si creen tener suficiente, que lo presenten. Y ya veremos lo que sucede en el juicio.

          CE teme que las tensiones Rusia-Ucrania tengan impacto en el suministro

          Bruselas, 26 feb (EFE).- La Comisión Europea (CE) indicó hoy que sigue de cerca las nuevas tensiones surgidas entre Rusia y Ucrania por el precio del gas porque "podrían tener un impacto" en el suministro hacia Europa, tal y como ocurrió a principios de año.

          El consorcio ruso Gazprom ha advertido que está dispuesto a cortar de nuevo el suministro de gas hacia Ucrania (principal país de tránsito hacia la UE)si Kiev no salda una deuda pendiente de 400 millones de dólares antes del próximo día 8 de marzo.

          La CE recalcó hoy que el hecho de que siga la situación de cerca no significa que vaya a intervenir en la disputa comercial más allá de cuestiones como la cumbre del 23 de marzo sobre el sistema de tránsito ucraniano.

          Según indicó el portavoz comunitario de Energía, Ferrán Tarradellas, si se produjese una interrupción del suministro la Comisión actuará de acuerdo con la directiva de seguridad de suministro de gas, tal y como hizo en enero.

          Esta normativa establece tres fases de intervención según la gravedad de la interrupción.

          La primera en reaccionar debe ser la industria que tiene que tomar medidas para garantizar el suministro a los principales consumidores y si esto no surte efecto serán los países los que pongan medios a escala nacional.

          En última instancia, se convoca al grupo de coordinación del gas, en el que están representados los estados miembros, para estudiar medidas de solidaridad entre países.

          El comisario de Energía de la CE, Andris Piebalgs, consciente de que esta directiva es insuficiente, se ha comprometido a elaborar con carácter urgente una nueva normativa, recordó Tarradellas.

          En relación a las infraestructuras, Bruselas subraya que las limitaciones existentes serán cubiertas con la financiación procedente del plan de recuperación económica para proyectos en el ámbito de la energía.

          Sin embargo, preguntado por las dificultades que tiene esta propuesta para salir adelante, Tarradellas apuntó que se trata de una cuestión que tienen que resolver el Consejo y el Parlamento Europeo y confió en que lo hagan lo antes posible.

          La CE recordó también que hay una misión de observación sobre el terreno para evaluar cualquier problema que se produzca en el suministro de gas procedente de Rusia a través de Ucrania

          F.Alternativas aconseja oponerse a la entrada de Georgia y Ucrania en la OTAN

          Madrid, 1 mar EFE).- La Fundación Alternativas ha aconsejado que España se oponga a la aplicación del paso previo necesario (MAP) para la adhesión de Georgia y Ucrania a la OTAN, bajo el argumento de que la situación actual de estos dos países no es la más adecuada para profundizar en el camino de la integración.


          El vicepresidente ejecutivo de esta fundación es Nicolás Sartorius y entre los miembros de su patronato están, entre otros, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; el ex jefe del Ejecutivo Felipe González; el secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, y la ministra de Educación, Mercedes Cabrera.

          Durante la vigésima cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que tuvo lugar en Bucarest en abril de 2008, se incluyó en su declaración final el acuerdo para que Ucrania y Georgia fueran en el futuro miembros de la organización.

          No obstante, debido a la oposición de algunos aliados europeos, no se dio el visto bueno al paso previo necesario en el proceso de adhesión, que es la aplicación de los respectivos planes de acción para la integración -Membership Action Plan (MAP)-, tal y como era el deseo de Estados Unidos.

          Por eso, en la cumbre de la OTAN que se celebrará en Estrasburgo a principios de abril se prevé que se estudie dar luz verde definitivamente a la puesta en marcha de ese paso previo para que Georgia y Ucrania acaben por integrarse en la Alianza Atlántica.

          Sin embargo, la Fundación Alternativas considera que aún no es el momento por la situación interna de ambas repúblicas ex soviéticas y sus malas relaciones con Rusia, y recomienda que se retrase el asunto.

          Así lo constata en un memorando sobre 'La posición española ante la posible entrada en la OTAN de Ucrania y Georgia', en el que esgrime la división territorial del Estado georgiano y la situación política ucraniana para justificar su postura contraria.

          Pese a que admite que estas dos situaciones internas podrían estar resueltas en unos años, antes de la integración definitiva en la Alianza Atlántica, advierte la Fundación Alternativas de que el inicio del proceso de adhesión podría producir un efecto contrario.

          Un nuevo paso en la dirección del ingreso en la OTAN podría agudizar las tensiones en el interior de ambos países, una situación que la Fundación Alternativas cree que podría enrarecer las relaciones entre Rusia y la Alianza.

          Y, en este sentido, juzga necesario convencer a los aliados más reticentes de que las buenas relaciones con Moscú son muy deseables para todos, tanto desde el punto de vista económico como en lo relativo a la seguridad.

          Recomienda, de ese modo, que no se dé ningún nuevo paso hasta que los problemas de Georgia y Ucrania tengan perspectivas razonables de ser resueltos.

          Pero señala que no debería haber ningún inconveniente en aceptar una declaración en la que se reafirme el derecho de estos dos países a tomar sus propias decisiones y se incremente aún más la colaboración de la Alianza Atlántica con ellos.

          España, a juicio de la Fundación Alternativas, debe apoyar todos los esfuerzos dirigidos a la reconstrucción y a la consolidación de las estructuras institucionales y económicas de ambos países, tanto en el seno de la OTAN como en el de la UE.

          Con todo, esta entidad invita al Gobierno español a aprovechar esta discusión para ampliar el debate para plantear un escenario futuro de superación de la política de bloques en Europa y su sustitución por una colaboración entre todos los actores interesados en la seguridad del continente, incluidos EEUU y Rusia.

          También sugiere la conveniencia de que España promueva, junto con otros países, la idea de que en las próximas décadas la seguridad de Rusia y la de Europa estén vinculadas como lo están sus economías y sus recursos.