domingo, 16 de noviembre de 2008

El huracán llega al Este

¿Qué hacer con 16.500 millones de dólares? Ucrania acaba de recibir esta cifra del Fondo Monetario Internacional (FMI) con el objetivo de "mantener la confianza y la estabilidad financiera y económica". Lo cierto es que este préstamo se produce cuando el país atraviesa por uno de sus momentos más complicados de la última década, con problemas de liquidez, disminución del comercio exterior y una crisis política que impide cualquier acuerdo para sacar adelante reformas económicas que mejoren las perspectivas a mediano plazo.

Se teme una caída de las exportaciones y una ralentización de la industria
Las previsiones de crecimiento económico se reducen con el paso de los meses. Un reciente barómetro de analistas independientes ucranios ha señalado que el PIB se elevará este año un 5,6%. El mismo panel había señalado hace sólo un mes que el alza sería del 6,4%. El FMI cree que el país cerrará el año en torno al 6%, pero ya nadie se atreve a dar cifras absolutas debido al repentino desplome de todos los indicadores productivos. Muchos expertos creen que el problema ya no es sólo de confianza en los mercados financieros.
Alexander Shlapak, jefe del Gabinete de la Presidencia, ha señalado que el país podría entrar en un periodo de recesión el próximo año. El Ejecutivo ha pronosticado una fuerte caída de las exportaciones -cifrada por el Gobierno en un 40%- y un crecimiento cero de la producción industrial. Con los dos motores de la economía ucrania en mínimos, las previsiones más optimistas han reducido a la mitad el crecimiento del próximo año. Los analistas hablan de un 2,8% de alza en el PIB, aunque la mayoría piensa que será difícil alcanzar esta cifra.
Los problemas de Ucrania y de todos sus vecinos de Europa del Este se producen por una lógica contracción del comercio exterior generada por la disminución de pedidos desde la Europa occidental, técnicamente en recesión y con empresas que han reducido al mínimo la inversión extranjera. Esto provoca un efecto en cadena que paraliza la producción industrial, lo que, a su vez, aumenta el paro y disminuye el consumo interno. El 70% de las exportaciones de países se realiza hacia países de la UE, por lo que es lógico que se haya producido este efecto contagio.
Ello ha generado, por ejemplo, que el déficit por cuenta corriente de Ucrania llegara durante el primer semestre hasta los 6,8 millones de dólares, un 7% del PIB. La cifra es seis veces superior a igual periodo del año pasado.
¿Qué hacer? De momento, el préstamo del FMI es un balón de oxígeno que dará alas al nuevo plan financiero de dos años propuesto por el Ejecutivo. El plan incluye incentivos a la banca, pero ahonda poco en reformas estructurales que mejoren la competitividad del país, centrada sólo en costes laborales bajos.
Entre las estrictas condiciones del préstamo del FMI se encuentra el equilibrio fiscal, ya que el Estado no deberá tener un déficit superior al 1%, limitando el gasto del Ejecutivo y de las administraciones públicas. Frente a esto, el único dato positivo es la posibilidad de que la inflación se reduzca. El FMI piensa que, bajo este programa, la inflación podría caer hasta el 17% al final de 2009, desde el 25,5% proyectado para este año. Ello ayudado, además, por la caída del petróleo en los mercados internacionales, que puede dar un respiro a la producción en sectores como la agricultura y a los precios de los alimentos.

Rusia no entrega Ucrania

Poco después del fin de las hostilidades en Georgia el verano pasado, el presidente ruso Dimitri Medvédev propuso en septiembre a la OTAN estudiar conjuntamente «un nuevo concepto de seguridad euroatlántica». El anuncio no fue bien recibido en el seno de la Alianza Atlántica, en un momento en el que sus relaciones con Rusia estaban bajo mínimos antes ya de la crisis de Osetia del Sur. Sin embargo, el viernes pasado, en la cumbre Unión Europea-Rusia de Niza, el presidente francés, Nicolás Sarkozy, aceptó la propuesta de Moscú, dejando de lado las consecuencias del conflicto del Cáucaso y los planes de instalar un escudo antimisiles en la República Checa que habían sido estudiados por la OTAN.
El malestar de Rusia, según todos los análisis, está relacionado con la decisión de la OTAN en la cumbre celebrada en Bucarest en abril de abrir sus puertas a la entrada en la organización militar de Georgia y Ucrania en un futuro no determinado.
Para los europeos, en aquella reunión «se paró por primera vez una decisión norteamericana», puesto que el presidente George Bush llegó con la determinación de entregar a estas antiguas repúblicas soviéticas el «Membership Action Plan» (MAP), la llave de la puerta de acceso a la Alianza. Para los rusos, era la prueba de que se había producido una fractura entre los dos lados del Atlántico en lo que respecta a la ampliación de la Alianza. La decisión del presidente georgiano Saakashvili de intentar recuperar por la fuerza la región separatista de Osetia del Sur dio al Kremlin la ocasión propicia para ensanchar esa grieta, en momentos en que todo en Washington permanece en suspenso, a la espera de que Obama se instale en la Casa Blanca.
Pero por si había dudas de la determinación de Moscú, Medvédev saludó el resultado electoral en Estados Unidos con la amenaza de instalar un sistema de misiles «Iskander» en el enclave de Kaliningrado, un plan que -según aclaró el presidente ruso en Niza el viernes- se mantendrá mientras Washington no ceda a sus exigencias de renunciar formalmente al escudo antimisiles.
Según fuentes diplomáticas, la decisión que ha tomado Sarkozy en Niza no ha sido consultada con Obama, ni mucho menos con la República Checa, que va a suceder a Francia en la presidencia de la Unión Europea, lo que complica notablemente las posibles consecuencias. De hecho, todos coinciden en Bruselas en que mientras que no se conozcan los planes de Obama, «todo, escudos incluidos, se ha quedado congelado».
Cumbre OTAN en Estrasburgo
En cuanto a la OTAN, según fuentes de la organización, desde que Moscú congeló sus relaciones políticas, las cosas están tan mal con Rusia que «cualquier propuesta de diálogo es bienvenida». Sin embargo, el secretario general, Jaap de Hoop Sheffer, ha repetido sin cesar que la Alianza sigue siendo el núcleo de la seguridad euro-atlántica y que no puede haber duplicidades en este concepto.
En la primavera de 2009 se celebrará la cumbre de la OTAN en Estrasburgo, con Estados Unidos en la mesa, y justo después Europa hablará con Rusia sobre lo que realmente interesa a Moscú, que es una fórmula para que Georgia y Ucrania puedan tener garantías para su seguridad sin necesidad de entrar en la OTAN. En el caso de Georgia, Rusia ya ha obtenido lo que quería, que es la independencia de Osetia del Sur y Abjasia, algo «irreversible» según recordó Medvédev en Niza. Pero el verdadero punto de no retorno para Moscú es Ucrania, la vieja «pequeña Rusia», dividida a su vez sobre su futuro entre los seguidores de Victor Yúshenko -y sus planes de anclarse en la Europa Occidental-, y los que hablan, sienten y piensan en ruso. El mensaje de Rusia a la OTAN es evidente: no aceptarán nunca una Ucrania dentro de la Alianza.