Sus métodos pueden parecer cuestionables, pero nadie negará que el colectivo ucraniano Femen ha conseguido aprovechar a su favor los vicios y las miserias del sistema. Otras asociaciones reúnen a miles de personas en una manifestación y apenas consiguen un huequecito poco visible en los medios. A las chicas de Femen, en cambio, les bastan dos o tres activistas en cualquier acto público para aparecer en los informativos y los diarios de medio mundo: lo suyo, bautizado por algún periodista como «feminismo de choque», consiste básicamente -para qué vamos a darle más vueltas a la expresión- en enseñar las tetas. Más allá de la desnudez hay unos cerebros que crean eslóganes ocurrentes y diseñan al detalle la estrategia de la organización, pero parece que son sobre todo los pechos los que molestan a unos, seducen a otros y logran la multiplicación hasta el infinito de sus mensajes. «Si la sexualidad se usa para vender coches y galletas, ¿por qué no utilizarla también para proyectos sociales y políticos? -ha argumentado en alguna ocasión Anna Hutsol, su portavoz habitual-. A veces tienes que enseñar los pechos por razones ideológicas».
Hasta hace unos días, las escapadas a occidente de las activistas de Femen no habían pasado de la vecina Polonia, pero ahora han emprendido una intensa gira europea con el propósito declarado de «sacudir» el continente. Arrancaron en París con una acción delante de la casa de Dominique Strauss-Kahn: disfrazadas de criadas sexis, esa figura clásica de la pornografía más rancia, tres integrantes del grupo se arrodillaron para frotar el suelo, enarbolaron escobillas de váter y retaron al exdirector del FMI con gritos y pancartas, desde «tu desvergüenza no se puede limpiar» hasta «fóllame en el Porsche Cayenne». El fin de semana, tocaba Roma. Las ucranianas se dejaron ver el sábado en la manifestacion contra Silvio Berlusconi, formando una bandera italiana con sus cuerpos pintados, y acudieron el domingo al ángelus de Benedicto XVI para rechazar la «propaganda patriarcal» de la Iglesia: a dos las interceptaron, aunque se habían mimetizado con grandes crucifijos, pero la tercera logró quedarse en 'topless' en la plaza de San Pedro, después de que un policía le arrebatase su pancarta de «liberad a las mujeres». Según adelantaron en una entrevista con el diario suizo 'Le Matin', entre sus próximos destinos figuran Barcelona y Viena, así que cualquiera de estos días se producirá el debut de Femen en España.
¿De dónde han salido estas feministas criticadas, sobre todo, por otras feministas? Su primera aparición pública se produjo en 2008 y no pasaba de ser una modesta queja estudiantil: varias universitarias, hartas de los cortes de agua en sus residencias, se metieron en bikini en una fuente pública de Kiev. Pero sus controvertidos procedimientos tienen que ver, sobre todo, con la reivindicación más importante que mantienen desde aquellos primeros tiempos, un caballo de batalla que obliga a referirse a un aspecto singular de su tierra. Si se introduce 'Ucrania' en Google, el buscador acompañará los resultados con un par de anuncios pagados: «Solteras ucranianas buscan citas con hombres extranjeros», dicen, con un reclamo prácticamente idéntico. La empobrecida república exsoviética se ha convertido en un importante destino de turismo sexual, una especie de Tailandia europea que atrae a hordas de hombres hambrientos de jovencitas. Suelen viajar en excursiones de dos o tres días y no es raro que acosen violentamente a las presas que se les ponen a tiro por las calles. De ahí salió uno de los primeros eslóganes de Femen, «Ucrania no es un burdel», y esa realidad sigue sirviendo de columna vertebral a sus planteamientos, en los que reaparece de forma casi obsesiva: «Ahora los medios muestran que Ucrania no es una nación de prostitutas, sino de chicas desnudas que combaten la prostitución y el turismo sexual», ha resumido una de las activistas más populares, Inna Shevchenko.
Camisetas y 'tetógrafos'
Claro que, en estos tres años, los intereses de Femen se han ido diversificando, a la vez que sus intervenciones obtenían más y más eco. ¿Un repaso somero? Mostraron los pechos en el colegio electoral donde iba a votar el futuro presidente ucraniano, mientras gritaban «dejad de violar este país». Saltaron a la pasarela en el principal evento de moda del país. Se desnudaron cerca de una estatua de Lenin durante una visita oficial de Vladimir Putin. Organizaron una pelea en el barro en plena Plaza de la Independencia de Kiev, en analogía con la «suciedad» de la política. Desfilaron con bikinis confeccionados a base de mascarillas, para denunciar la gestión del miedo durante la crisis de la gripe aviar. Posaron con máscaras antigás en la zona de exclusión de Chernóbil. Incluso hicieron todo lo posible por amargar la visita de Greg, un pobre neozelandés que había ganado en la radio un viaje a Ucrania para «encontrar esposa». Y, justo antes de emprender la gira europea, hicieron su inevitable 'topless' en la inauguración de uno de los estadios de la Eurocopa de 2012 -«Ucrania perderá» fue su lema, en alusión a la inversión realizada para acoger el torneo futbolístico- y se ciñeron unas máscaras de animal para criticar las condiciones lamentables del zoo de Kiev.
El siguiente paso se presenta más difícil: quieren presentarse, como partido político, a las elecciones ucranianas de 2012. Eso les obligará a sofisticar una infraestructura que, hasta ahora, ha funcionado de manera muy simple, con unas cuarenta activistas 'desnudas' -la mayoría, estudiantes universitarias-, trescientos miembros de apoyo y un puñado de benefactores que contribuyen económicamente a la causa, entre los que destaca por su popularidad el pinchadiscos alemán DJ Hell. Otra fuente de ingresos es la tienda de Femen en internet, donde venden camisetas, tazas de desayuno, calendarios y, en fin, lo que se ha dado en llamar 'tetógrafos': peculiares autógrafos a 70 dólares en los que una chica se pinta los pechos y los estampa sobre un papel para reproducir el logo del colectivo, un círculo amarillo y otro azul, los colores de la bandera ucraniana. «Es todo lo que tenemos, nuestros cuerpos», justifica Inna, ante los reproches de buena parte del feminismo mundial.
Y también los de sus familias, por supuesto: la madre de Inna ya no quiere ni hablar por teléfono con ella. La de Aleksandra Shevchenko, otra de las mujeres más activas del grupo, ha llegado incluso a admitir sus padecimientos en un periódico de Kiev: «No puedo dormir. No puedo comer. No puedo vivir preocupándome por ella todo el tiempo». Este fin de semana lo habrá pasado mal, porque fue precisamente su hija la que acabó medio desnuda en mitad del Vaticano.