Adam Zagajewski (Lvov, actualmente Ucrania, 1945) escribió Solidaridad y soledad en los ochenta, cuando en Polonia dominaba el pensamiento colectivo y él defendía el individualismo. "Pienso que cualquiera que escriba tiene que ser un poco polémico frente a lo que predomina en cada momento", sostiene el disidente de los disidentes. La editorial Acantilado ha recuperado este libro de ensayos, que nació cuando el poeta se consideraba "un outsider condenado a vegetar en París" durante su exilio.
Así que Solidaridad y soledad levantó polémica, pero ahora su autor afirma que ha cambiado de carácter, que algunos de sus pensamientos ya no son suyos. Al revisar la obra 30 años después, aconseja al lector empezar al revés, por la parte final. El texto al que se refiere es El Flamenco, un escrito donde Zagajewski reflexiona sobre la pasión y el arte después de haber visto, ni más ni menos, Carmen, de Carlos Saura.
"Un poema es como un aeropuerto: se junta la soledad con la aglomeración"
Apuesta por lo colectivo
A pesar de haberse refugiado en la individualidad durante años, ya no es un tema importante para él: "No se puede vivir totalmente fuera de una comunidad. Tampoco dentro, simplemente es cuestión de poner acentos", sostiene este intelectual satisfecho con la sociedad libre y democrática de Polonia.
"Estamos viviendo una transición interesante pero difícil, de la cultura de Gutenberg a la cultura electrónica, y todos los artistas tienen que preguntarse cómo esta nueva civilización que está surgiendo salvará los elementos de la vida espiritual", dice. Zagajewski, que utiliza desde hace poco un iPod, cree que la cultura digital le atañe como receptor pero no como escritor, porque no ha cambiado sus hábitos.
"La poesía se considera algo que pertenece al mundo de la magia"
En otro de los seis ensayos que se compilan en el volumen,Qué reparos opongo a la llamada nueva ola, analiza diversas cuestiones y conceptos como el totalitarismo: "Por suerte, ya es historia. En el siglo XIX, la gente en Europa pensaba que el futuro sólo podía evolucionar en positivo, y no podemos esperar que el mañana siempre sea mejor".
El autor del extraordinario En defensa del fervor, ni escéptico ni apasionado, asume que "el ensayo es la búsqueda por definición". "Para explicar si he encontrado algo, tendría que escribir otro ensayo. Aunque sigo buscando, sino sería una catástrofe", dice el autor de Deseo.
Cuestión de percepción
Acostumbra a leer más de diez libros a la vez y para su visita a España se ha traído entre otros, la correspondencia entre Mavia Dabrowska y Jery Stempwski, un libro sobre Maquiavelo y otro sobre Saul Bellow.
"Un poema debe parecerse a una estación de ferrocarril, donde el tren se detiene y escuchamos los sonidos mortecinos que le dan sentido a la vida", la comparación la escribió Zagajewski hace más de 20 años. Bromeando suelta que "ahora debería decir que un poema es como un aeropuerto, un lugar donde se junta la soledad con la aglomeración".
Este poeta que vive en Polonia, exceptuando diez semanas al año que las pasa en la Universidad de Chicago, es partidario de abrir las puertas a la percepción como proponía William Blake. "Si lo hiciéramos, no pasaría nada, porque así nos convertimos en artistas. Todos queremos hacerlo", explica.
"Vivimos en una sociedad muy racional y la poesía se considera algo que pertenece al mundo de la magia. Parece que la gente no se atreve, creen que leer poesía es algo extraordinario y la gente quiere ser normal. Alguien dijo que la gente no compraba libros con reproducciones de grandes obras de arte en las cubiertas porque temen que el libro les supere", resuelve al analizar el momento por el que atraviesa la poesía.
Los seguidores de sus versos el año que viene podrán leer el poemario Mano invisible, que ya está en manos de su editor Jaume Vallcorba. Mientras, Zagajewski trabaja en el ensayo Una ligera exageración, en el que reflexiona sobre cómo perciben la poesía los que no son poetas o no leen poesía. Y avanza que se ha dado cuenta de algo: "El que exagera soy yo".