jueves, 15 de enero de 2009

La guerra del gas

Resulta difícil escapar a la tentación de catalogar a Ucrania como un país del "Este" más, eslavo y corrupto, sin una identidad definida (al menos en nuestra conciencia nacional), eternamente condenado a sufrir los designios de sus vecinos rusos.
Opaco y distante para nuestra opinión pública, cargada de estereotipos, Ucrania es sin embargo, un país sorprendentemente cercano, rico en cultura y tradiciones, donde el europeísmo, el afán de acercamiento y la humanidad de sus gentes sureñas contrastan con la gélida brutalidad e indiferencia del gigante ruso.
Catapultado al centro de la actualidad entre titulares que emanan urgencia y alarmismo por doquier,de repente cobra una fuerza pivotante para la seguridad energética de la UE, como si reclamara la atención y el lugarque sistemáticamente le han sido negados, entre las prioridades estratégicas de la Unión.
Coincidiendo con la ampliación de la UE en 2004 hacia nuevos estados miembros situados en Europa Central y del Este, la Comisión Europea redactó un Documento Estratégico que ponía en marcha la Política Europea de Vecindad, para reforzar las relaciones con los países frontera de la Unión, entre los que se encuentra Ucrania (pero no la Federación Rusa, objeto de un Acuerdo de Cooperación específico). Pero lo queramos o no, desde la óptica rusa, Ucrania es parte integrante de su área de influencia, por más que esta nación corteje diversas organizaciones occidentales con mayor (OMC) o menor éxito (UE, OTAN), para despecho de los rusos.
Es evidente que en la carrera por delimitar los Hinterlandsrespectivos y debido a laespecial relación histórica entre Rusia y Ucrania, las oportunidades para una colisión de intereses son múltiples. Lasacusaciones cruzadas que hemos oído en los últimos días, desvelan un conflicto político de primer orden, enmascarado como disputa comercial.
Las relaciones con Rusia en materia energética son sin duda asimétricas. Veamos por qué. En primer lugar, por la ausencia de reciprocidad, o al menos, una interpretación muy diversa: para los rusos, la reciprocidad implica intercambio de activos energéticos (ya sea producción o distribución), mientras que para los europeos, se trata de apertura a la inversión con reglas de juego iguales para todos y transparencia del mercado.Mientras que la UE pretende desligar redes de transporte y distribución, fomentar la competencia entre operadores y en general diversificar tanto fuentes de energía como de suministro, Gazprom monopoliza la producción (un 85% según estadísticas oficiales rusas), la distribución nacional y la exportación del gas en su totalidad.
El momento no podría ser más apropiado, justo cuando la Comisión acaba de completar en noviembre de 2008 su Segunda Revisión Estratégica de la Energía, un proceso iniciado en 2006, con la redacción del Libro Verde de la Energía, concretado en 2007 con la Política Energética acordada en el Consejo y ahora plasmado en varias propuestas y recomendaciones de la Comisión Europea. Entre las más importantes, se encuentra el Plan para la Seguridad y Solidaridad Energéticas, que establece una hoja de ruta para los ambiciosos objetivos de Sostenibilidad, Competitividad y Seguridad de Suministro, según la famosa fórmula del 20-20-20 (reducción de emisión de gases de efecto invernadero en un 20%, aumento de la participación de energías renovables hasta el 20%, y aumento de la eficiencia energética en un 20%).Si las previsiones se cumplen, hacia 2020 se debería invertir la tendencia imparable de aumento en el consumo energético, y por primera vez en la historia, se produciría una reducción del consumo estimada en un 15%.
Todo esto está muy bien sobre el papel, pero las amenazas balbucientes proferidas por una Unión fragmentada en su política exterior y energética, delatan el nerviosismo de quienes se saben a merced de eventos fuera de su control. Europa saldrá perjudicada de la crisis, nerviosa y asustada de su propia dependencia, incapaz de garantizar un suministro estable de gas a corto plazo. Por su parte, Rusia habrá logrado un doble objetivo: castigar al Presidente Yushenko por la Revolución Naranja, desestabilizando si cabe aún más su gobierno, y comprometer un futuro acceso de Ucrania a la UE al ser considerado socio poco fiable.La exposición de Ucrania es insólita: ávido despilfarrador de energía, consume el doble de energía por unidad de PIB que Alemania, cubriendo un 50% de sus necesidades energéticas con gas natural que procede en un 75% de Rusia (ambos porcentajes son un 25% para la UE), por lo que a nadie debiera extrañar que este grotesco incidente se repita nuevamente en un futuro próximo (como ya lo hizo en 2006 y en 2007).
En cambio, sería oportuno y deseable que este episodio sirviera para unir indisolublemente a los miembros de la Unión en torno a algo tan trascendental e importante como es la Política Energética en todas sus dimensiones, hablando a partir de este momento con voz única y no como representantes interesados de sus supuestos "campeones nacionales" en las negociaciones bilaterales que llevan a cabo con Rusia.  

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