Una ucraniana, Valentina Klymova llegó a Albacete hace un año con la tarea de competir en una actividad deportiva de alto riesgo. Su vida cambió de pronto, su proyecto vital también. Buscó nuevo rumbo en una transformación inesperada cuando vio una novillada en la plaza de toros de Albacete. Le atrajo aquel mundo tanto que surgió en ella una inequívoca vocación hacia el toreo. Hablamos de vocación entendiendo el oficio y la profesión de torera como única forma posible en su estimación de realizar su personalidad. Y así se observa que Valentina tiene en la tauromaquia una obsesión.
Vino del frío- lejana a toda tradición taurina-como no podía ser menos-pero fascinada con la estética del toreo. Y tuvo un sueño que quiere hacer realidad cueste lo que cueste: ser torera y estar en el toreo. Ser y estar. Dejó todo atrás, su familia, su país, su actividad deportiva y se arriesgó dejándolo todo. No es un capricho de niña, sino una voluntad férrea, un reto, una ilusión, un empeño. Es su dedicación diaria, pues su mundo en la Escuela de Tauromaquia de Albacete en la que se apuntó hace un año y medio se centra en aprender el oficio, desarrollar su capacidad estética y llegar a lo más alto. ¡Casi nada! El domingo matará su primer becerro en público. Es su estreno.
«Es una oportunidad grandiosa, lo que vengo soñando y pensando desde que hace un año llegué a Albacete a participar en una competición deportiva desde mi país, Ucrania. Me gustó un festejo taurino y pensé que esta era mi mundo. Decidí probar, porque quedé encantada con el toreo. Me quedé a vivir en Albacete con mi hermana y un día cualquiera de mi vida se centra sólo en el entrenamiento en la plaza de toros, tanto físico como en el toreo de salón para aprender la técnica necesaria. Entreno ocho horas diarias para comprender las claves de las técnicas taurinas. Físicamente mi entrenamiento en la actividad deportiva anterior es similar a lo taurino, pero cambia sobre todo la parte técnica, aprender el manejo del capote, de la muleta, la espada. He aprendido bastante, pero quiero perfeccionarme mucho más. Y por eso, mi vida está centrada sólo en el toreo», asegura en un castellano bien hablado esta joven ucraniana. Le cuesta mucho el aprendizaje de la profesión taurina, «porque hacer las cosas bien delante de la cara de los toros cuesta todo, pero si quieres hacer las cosas bien y llegar a lo más alto, el aprendizaje es fundamental. Me gusta mucho el capote y la muleta y por vez primera tendré la sensación el domingo de lo que supone culminar la lidia, la suerte suprema», afirma esta torera tan convencida en su proyecto de vida y profesional.
Cultura
Hace así realidad aquella idea del historiador Américo Castro de que no son los hechos, sino el sentido trascendente y el significado que se le otorgue lo importante, porque los fenómenos de una cultura o una civilización no pueden valorarse con elementos sólo de la razón, sino como expresión vital, emocional y sensitiva. «He entendido que los toros forman parte de la cultura española, tan distinta a la de mi origen. Pero, me ha enganchado tanto esta profesión, que ahora no puedo pensar en otra cosa que no sea la de conseguir ser torera», matiza la Klymova. Y de nuevo volvemos al historiador Américo Castro para el que los toros son el símbolo del vivir de cada día entendido como riesgo absoluto frente a un mañana incierto y problemático. Recordamos ahora aquella expresión triste de Galdós: «la inseguridad es lo único constante entre nosotros». La nueva torera, que quiere surgir en Albacete, ha hecho realidad este pensamiento sin saber quizás ni siquiera la existencia del escritor español. Pero al menos esa inseguridad que representa este proyecto entraña una aventura diaria, es el constante combate contra la banalidad y la rutina, tal vez para otras circunstancias en las que esta joven vivía en su país y decidió quedarse en otro con cultura y tantas cosas diferentes.
Comienza esta chica a tener sus referencias. «Me gustan mucho Enrique Ponce y Sebastián Castella», dice la joven ucraniana que tiene las ideas muy claras, sabe lo que quiere y por lo que lucha. «No quiero ser una más en el toreo, porque hay muchos, pero buenos pocos. Quiero aprender a torear bien, estar entre los mejores y mi sueño es tomar la alternativa. Ser la primera y llegar a conseguirlo es muy difícil, lo sé, pero lo voy a intentar. Para ello entreno todo el día, sólo vivo para el toreo, no me interesan mucho otras actividades que podamos hacer los jóvenes de mi edad», dijo. Contundencia en la afirmación, las cosas, claras y profundas, como quiere ser su toreo.
Primeros trastos
Recuerda que sus primeros trastos, su hatillo se los proporcionó la Escuela Taurina de Albacete. «Es la mejor y no quiero ir a otra», espeta. Recuerda su conversación con Maribel Atiénzar el pasado mes de septiembre. «Me entusiasmó y sus consejos me ayudaron mucho. Es una luchadora y quiero seguir su camino, es una de mis referencias en lo que conozco, que no es todavía mucho. La mujer en el mundo de los toros tiene su sitio y lo quiero reivindicar también. Si se tienen ganas, si se es buen profesional, el camino, a pesar de que es duro es más fácil. Conozco las dificultades de una mujer para ser torera, pero hay que intentarlo y lo haré con todas las consecuencias y las ganas del mundo. Es mi proyecto de vida», asegura y cuando se le pregunta si ha sentido alguna discriminación entre sus compañeros de la Escuela Taurina, sonríe y responde: «No mucho, la verdad, aunque no tengo muchas conversaciones con ellos, porque mi tarea es sólo entrenar y aprender. Lo demás, tiene una importancia menor ahora», manifiesta de nuevo con rotundidad.
Ahora, hoy domingo tiene su primera oportunidad en demostrar su valía ante un becerro en la clase práctica donde debutará en público. Valiente Valentina, la torera que enlaza culturas: la propia ucraniana y la mediterránea a través de la expresión legítima de un arte, de una estética, la del toreo en las manos y sensibilidad de una mujer, Valentina Klymova.
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