Moscú.- Dimitri Medvedev, un joven jurista de poco renombre hasta hace unos meses, será el próximo presidente de una Rusia que seguirá el camino trazado hasta el más mínimo detalle por Vladimir Putin, con un estilo bastante incierto, del que Occidente aguarda con impaciencia los primeros signos.
Los nuevos vientos, si soplan, cambiarán el rostro del Kremlin, suavizarán el tono hostil que el presidente Putin ha ido elevando frente a Occidente en la recta final de su segundo mandato.Según los analistas, la victoria en las urnas el 2 de marzo de su delfín se traducirá, como mucho, en una modificación de la forma, pero no del contenido.Medvedev ha pasado sus últimos 17 años trabajando fielmente al lado de Putin, mientras éste levantaba la economía y el orgullo rusos a golpe de nacionalizaciones de las principales empresas y de sacar el máximo jugo a la exportación de gas y petróleo. Pero el estilo del sucesor es "muy diferente", considera el diario ruso Izvestia. "Tiende a explicar más las ideas, a ser indulgente con sus interlocutores. Es un antirrevolucionario, contrario a las reformas brutales y a las gesticulaciones políticas", señala el rotativo.El presidente electo "no va a romper con la línea de Putin, puesto que ha retomado su retórica crítica con Occidente. Pero su tono, mucho más moderado, podría llevar a un cambio de fondo en las relaciones con Estados Unidos y Europa", opina por su parte Laure Delcour, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales y Estratégicas. Los occidentales esperan que el talante a priori moderado de Medvedev, de 42 años, facilite las delicadas relaciones diplomáticas que mantienen con Rusia en cuestiones tan espinosas como la independencia de Kosovo, el suministro de gas ruso hacia la UE, la ampliación de la OTAN o el escudo antimisiles de Estados Unidos en Europa.Pero al tiempo que este antiguo profesor ha defendido el "diálogo y la cooperación con la comunidad internacional", también ha coincidido con Putin en que Rusia debe "mostrar los dientes" o, de lo contrario, seguiría siendo tratada como "un país del tercer mundo".La canciller alemana, Angela Merkel, será la primera líder occidental en tomar el pulso a la nueva situación política al entrevistarse este sábado en Moscú con Medvedev y Putin, quien ocupará el cargo de primer ministro después de que su delfín sea investido presidente, el 7 de mayo.Pero Merkel llegará con un primer dossier caliente bajo el brazo: la decisión breve pero drástica tomada esta semana por Gazprom de recortar el suministro de gas a Ucrania, amenazando a su vez al mercado europeo.El viejo contencioso entre Kiev y Gazprom, cuyo consejo de administración es presidido por Medvedev, y sobre todo las formas poco ortodoxas de la oligarquía rusa, demuestran que pese a la elección de un nuevo presidente "las cosas seguirán igual en Rusia", según el analista ruso Boris Kagarlitski.Las detenciones de varios opositores al Kremlin en los días posteriores a las elecciones tampoco auguran grandes cambios respecto a la presidencia de Putin, marcada por una política de mano dura sobre las libertades civiles.Y el levantamiento el jueves de las restricciones económicas y comerciales sobre Abjasia, región separatista pro-rusa de Georgia, interpretada como una respuesta de Moscú al reconocimiento de la independencia de Kosovo por los occidentales, también hacen dudar de que Medvedev vaya a modificar la política exterior.En el plano interno, Medvedev hereda una economía boyante que crece a un ritmo anual del 7% y unas arcas rebosantes alimentadas por los beneficios de las exportaciones energéticas.Pero, señala Kagarlitski, la dependencia del petróleo puede acabar volviéndose en contra de la economía rusa. Cuando los precios del crudo empiecen a bajar, "cosa que ocurrirá tarde o temprano", evitar una recesión dependerá de "las medidas que se tomen en los próximos 15 meses", alerta.La inédita ecuación de un delfín como presidente y su mentor en el cargo de primer ministro también podría desestabilizar la autoridad del Kremlin, intacta durante los ocho años de poder de Putin.Sobre todo si éste último pretende seguir moviendo los hilos de Rusia y, a la vez, Medvedev, como todo discípulo cuando le ha llegado la hora, trata de emanciparse una vez instalado en el sillón presidencial.
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