jueves, 8 de diciembre de 2011

Último paso a dos del año dual España-Rusia

Uliana Lopatkina (Kerch, Crimea, Ucrania, 1973), última diva del ballet académico, desvelaba esta semana en este diario su clave del misterio del ballet: "Parece difícil de entender, pero llega a las personas profundamente, porque siempre hay espectadores a los que, no se sabe por qué, les gusta lo que ven y vuelven a ver bailar. Es como los oyentes fieles a la música clásica, que siempre vuelven a Bach o Mozart". Anoche se celebró en el Teatro Real la gala de clausura del año dual España-Rusia, creado para fomentar relaciones e intercambios culturales, así como la colaboración política entre ambos países. Y se eligió como protagonista a ese mismo misterio. Para celebrarlo, los mejores de sus oficiantes: los solistas de los teatros Bolshói, Mariinski y Mijailovski, dirigido por Nacho Duato, el exdirector de la Compañía Nacional de Danza.

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Uliana Lopatkina, la más esperada, falló a última hora a causa de una enfermedad

Quedó demostrado que la escuela eslava ha sabido modernizarse

El final resultó un tanto predecible, pero ejecutado con gran perfección

Las escenografías invitaban a recordar 'Los sueños', de Kurosawa

La Gala de las estrellas del ballet ruso pone el final español a un programa de más de 350 actividades celebradas entre España y Rusia durante 2011. De esa colaboración han surgido citas culturales imprescindibles como la exposición de Obras maestras del Museo del Prado en el Museo Hermitage de San Petersburgo (febrero) y su espejo: la muestra Tesoros del Hermitage en el Prado (noviembre).

En septiembre, la obra de Salvador Dalí se instaló en el museo Pushkin de Moscú y el viernes el Bolshói acogerá la última actuación de la gira del Ballet Nacional de España con las obras Dualia y La leyenda en lo que será la clausura rusa del año dual y a la que acudirá la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde.

Pero, ay, el misterio de Uliana Lopatkina quedó sin desvelar ayer en el Real. Los 1,75 metros de estatura de Lopatkina y su cabellera rojo fuego no pudieron subirse anoche al escenario del coliseo madrileño. La primera bailarina del legendario Mariinski de San Petersburgo tuvo que descolgarse del elenco a última hora por enfermedad.

Según el programa original de la gala, interpretaría El baile ruso, con música de Chaikovski y coreografía de Aleksandr Gorski, y El cisne de Saint-Saëns con coreografía de Fokin, papel por cuya interpretación la comparan con los grandes mitos de la danza. La solista Anastasia Kolegova, compañera de Lopatkina en el Mariinski, la sustituyó anoche en la gala del Teatro Real con solvencia en estos dos dificilísimos pasajes en los que el relevé y las puntas son algo así como un estado mental.

Los Reyes de España presidieron la velada, a la que también acudieron Trinidad Jiménez, ministra de Asuntos Exteriores en funciones; Alexander Zhukov, viceprimer ministro de la Federación de Rusia; Alexander Kuznetsov, embajador ruso en Madrid; Luis Felipe Fernández de la Peña, embajador español en Moscú; Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid; así como Gregorio Marañón, presidente de la Fundación del Teatro Real, y Miguel Muñiz, director del teatro, entre otros.

Anoche quedó demostrado que la técnica y la pasión que la escuela rusa le imprimió al ballet clásico desde el siglo XVIII han sabido modernizarse y sortear todas las pruebas que la historia ha puesto en su camino. Nombres como Svetlana Zakharova, Yevgeny Ivanchenko, Filipp Stepin, Natalia Osipova, Ivan Vasiliev, Elena Yevseeva, Yuri Smekalov, Anastasia Matvienko y Denis Matvienko, entre otros, probaron ampliamente que el alma eslava es una de las más dotadas para la disciplina, el sacrificio y la emoción pura imprescindibles para convertir en sublime un arte basado, fundamentalmente, en el sufrimiento del cuerpo.

El programa comenzó con el paso a dos clásico con música de Chaikovski y coreografía de Balanchine interpretado por Viktoria Tereshkina y Semyon Chudin. Fueron especialmente emocionantes el paso a dos de El Corsario de Petipa, interpretado por Anastasia y Denis Matvienko, un bailarín con un giro y una flexibilidad prodigiosas que levantaron la primera ovación unánime de un público tal vez demasiado predispuesto al aplauso compulsivo. Aguas de primavera, con música de Rachmaninov y coreografía de Messerer, fue puesta en pie por Elena Yevseeva y Yuri Smekalov. Serenata con coreografía del italiano Mauro Bigonzetti e interpretada por Natalia Osipova e Ivan Vasiliev resultó ser el claro ejemplo de que los grandes teatros de la tradición clásica pueden adentrarse en los agitados océanos de la danza contemporánea con fuerza y determinación. Aunque Relevations con la música de John Williams compuesta originalmente para la película La lista de Schindler resultó una apuesta un tanto comercial y traída por los pelos para una gala de estas características. Osipova y Vasiliev, acompañados por las bailarinas del cuerpo de baile del Bolshói, se encargaron de un final un tanto predecible: el Grand Pas de Don Quijote, pero ejecutado con un nivel de técnica y perfección tales que hacen pensar que es en el cánon clásico donde se desenvuelven con todo lo que saben y tienen para ofrecer.

Las escenografías de Vyacheslav Okunev y Alexander Klevetenko resultaron eficaces con la simplicidad de unos cicloramas enmarcados con dibujos de maderas doradas sobre los que se proyectaban pinturas clásicas que hacían recordar aquella película de Akira Kurosawa Los sueños en la que los personajes evolucionaban dentro de cuadros soñados por el director japonés.

Todos aquellos que no pudieron asistir a la función, tienen la oportunidad de ver a partir de hoy los mejores momentos de esa noche a través de Palco Digital del Teatro Real (www.palcodigital.com).

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