jueves, 14 de febrero de 2008

Jóvenes con nota

La Sinfónica de la Escuela Reina Sofía debuta en el Liceo
Avalada por la Escuela Superior de Música Reina Sofía, el lunes se presenta en el Gran Teatro del Liceo la Orquesta Sinfónica Freixenet, dirigida por Antoni Ros-Marbà. Constituida por 68 jóvenes, el conjunto comienza su andadura con una gira que incluye Madrid, Santander y París. El Cultural repasa las claves y propósitos de esta formación.Para la mayoría, Freixenet es la marca de ese anuncio que puntualmente, cada año, nos felicita las navidades entre burbujas doradas y copas de cava. Pero a partir del próximo lunes será también conocida, al menos entre los melómanos, por dar nombre a la recién creada Orquesta Sinfónica de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. La iniciativa supone aumentar la colaboración entre las dos grandes entidades, unidas desde hace 15 años, cuando la firma catalana asumió la titularidad de la Cátedra de Orquesta Sinfónica y la de la Orquesta de Cámara de la institución fundada por Paloma O’Shea, que interpreta este logro como “una prueba de madurez de la Escuela”. Asimismo, como “la opción de abordar piezas clave del repertorio orquestal y un aumento significativo del retorno que la institución ofrece a la sociedad en forma de buena música”. A la batuta estará Antoni Ros-Marbà. El maestro, veterano en estas lides (es director desde hace ocho años de la agrupación hermana y de la Cátedra de Orquesta de la Escuela), conoce las dificultades del proyecto. Sabe que por su naturaleza, la nueva formación no va a competir en las mejores ligas mundiales, pero eso no le amilana. “No sé si la Freixenet será una de ellas, porque las grandes orquestas sinfónicas se hacen con el tiempo. En eso se parecen al buen vino, necesitan muchos años. Sin embargo, también hay vino joven realmente estupendo”, lanza a modo de comparación el maestro catalán, de carácter cercano y abierto que, entre ensayo y ensayo, ensalza “la gran capacidad de concentración” de los 68 jóvenes músicos y alumnos de la Escuela que forman la orquesta.De ellos, 25 son españoles, cinco latinoamericanos y el resto de naciones tan dispares como Japón, Bosnia, Ucrania o Albania. Esa variedad de idiomas y culturas, ese “campus internacional”, hace que lo más complicado a la hora de afrontar el trabajo sea “aglutinar todas las sensibilidades y procedencias y hacerles entender que nadie está arriba, ni siquiera el director, porque la música la hacemos todos”, añade un Ros-Marbà eufórico, que afronta con la ilusión de un principiante esta nueva aventura. “Es para mí un honor”, afirma. “Creo que con ese término lo defino todo. Es un estímulo en el más amplio sentido de la palabra. Sobre todo, por tener la oportunidad de compartirlo con los más jóvenes; intérpretes aún sin mucha experiencia, pero con un nivel magnífico, de los que sólo espero que no pierdan nunca la ilusión y amen la música en todo momento. Desgraciadamente, hay gente que con el tiempo olvida esa alegría que les movió al principio. Parece algo difícil de explicar, pero la gente que ama la música para siempre, ama la vida para siempre...”, comenta el maestro, avezado en el universo mozartiano, straussiano y en el repertorio del siglo XX.Brahms y DvorákDe la última centuria serán las dos obras programadas para el estreno de la Orquesta Sinfónica Freixenet, elegidas por los propios profesores de la institución: la Sinfonía n. 4 en mi menor, op. 98, de Brahms y el Concierto para violonchelo y orquesta en si menor, op. 104, de Dvorák, que tendrá como solista al jovencísimo Pablo Ferrández (Madrid, 1991), alumno de la Cátedra de Violonchelo Sony de la profesora Natalia Shakhovskaya desde el curso 2004-2005. “Éste es un programa muy pedagógico –señala el director–. El Concierto de Dvorák es uno de los monumentos de la música romántica y, tal vez, el más grande de todos los tiempos, que necesita para su interpretación de una orquesta sinfónica de envergadura”. Sin embargo, hasta llegar a este punto, en el que la Escuela Superior de Música Reina Sofía se ha convertido en un referente en la formación de músicos e intérpretes en España, se han sucedido muchos años de duro trabajo. Ros-Marbà se muestra satisfecho de la labor de la institución, “una realidad fantástica”, sobre la que afirma: “En todas las orquestas españolas te encuentras con alguno de nuestros ex alumnos e incluso algunos de ellos se han incorporado a la exclusiva élite de solistas de carrera internacional”. Sin embargo, los hitos de la institución, “que comenzó su andadura hace 18 años, con cuatro profesores y 30 alumnos”, según recuerda su fundadora y directora, Paloma O’Shea, continúan este año. La Escuela está a punto de inaugurar su nuevo edificio, situado en la Plaza de Ramales de Madrid, en pleno corazón de la capital, junto al Palacio Real y al Teatro Real. Diseñado por el arquitecto Miguel de Oriol, reunificará todas las dependencias de la Fundación Albéniz, además de incluir un auditorio con capacidad para 500 espectadores. Se espera que la sede de la Fundación se mude en algo más de un mes al nuevo edificio, que la Reina Sofía lo inaugure oficialmente a finales de mayo y que las clases se trasladen a principios de septiembre “para no interrumpir el curso académico”, comenta O’Shea, alma mater de todo este proyecto, que aún duda de que sea cierto lo que está pasando. “¿Quién podía pensar hace diez años que una escuela de música de naturaleza privada llegaría a generar los recursos necesarios para levantar en el centro de Madrid un edificio de más de 3.000 millones de pesetas? No exagero, es increíble”, admite la propia Paloma O’Shea. También la creación de esta orquesta sinfónica, “cuyo único objetivo es tocar buena música y tocarla muy bien. Aspiramos al mejor sonido porque tenemos los mejores músicos, con el empuje añadido que les da la juventud. Sus miembros se lanzan sobre la música con la pasión de quien está aprendiendo a dominar algo nuevo y ese entusiasmo se traduce en una tensión musical muy especial que constituye nuestro elemento diferencial más importante”, apostilla. Constante renovaciónTras su presentación en Barcelona, la Orquesta Sinfónica Freixenet regresará a Madrid, donde debutará en el Auditorio Nacional el próximo 21 de marzo. Luego, iniciará una gira que vivirá “uno de sus momentos más emotivos en julio, cuando haga la Sinfonía Titán de Mahler en Santander y en la Sala Pleyel de París, bajo la dirección del maestro y pianista ruso Vladimir Ashkenazy”, según adelanta Paloma O’Shea. Más tarde, probablemente, vendrán otros escenarios, con la peculiaridad de que, cuando acabe el curso académico, algunos de sus músicos tendrán que marcharse... “Es la característica de cualquier formación adscrita a una Escuela, que no tiene más remedio que renovarse a medida que los alumnos finalizan su periodo de formación en la institución y se van a otros lugares. Y, aunque no es un volver a empezar, siempre estamos en un periodo de consolidación”, explica el maestro Ros-Marbà, titular también, desde hace ocho años, de la Real Filharmonía de Galicia, con la que acaba de regresar de La Habana.
María Jesús MOLINA

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