lunes, 3 de mayo de 2010

¿Quiebran los países?

Cuando los ingresos y los pagos de un país no cuadran y la dinámica de la deuda pública se hace insostenible, hay tres modos posibles de cubrir este desequilibrio financiero: con un paquete de ayuda oficial internacional, con medidas de ajuste interno o con una reestructuración de la deuda.


No es descartable algún tipo de reestructuración de la deuda griega

El paquete de ayuda a Grecia anunciado inicialmente por los países de la eurozona y el FMI, por 45.000 millones de euros para 2010, parece insuficiente para restablecer la sostenibilidad de su deuda. Se están barajando importes más elevados, por más del doble, para garantizar los vencimientos de deuda previstos para los próximos tres años. De materializarse este programa, su éxito dependerá del tipo de interés aplicado, su impacto en los mercados y los planes de acompañamiento que se articulen.

En todo caso, la activación del apoyo oficial exige la adopción por parte de Grecia de mayores medidas de ajuste. Pero la capacidad de apretarse el cinturón tiene un límite: sin crecimiento no hay manera de reconducir la senda explosiva de la deuda.

No es descartable, pues, algún tipo de reestructuración de la deuda griega. Se habla de impago, quiebra, suspensión de pagos... En los últimos años, la experiencia de reestructuraciones soberanas es amplia y con una variada tipología (Ecuador, Rusia, Pakistán, Ucrania, Uruguay, Argentina). Sin embargo, el caso de Grecia es especial porque pertenece a una unión monetaria que emite moneda de reserva.

La modalidad más amigable para los acreedores son los acuerdos de renovación de vencimientos (rollover). Se han aplicado a casos de deuda interbancaria y a corto plazo, no tanto a deuda soberana, donde el problema es la fragmentación de los acreedores y las condiciones para la renovación de vencimientos. Su aplicación en el caso griego parece muy complicada.

La moratoria del servicio de la deuda, unilateral o acordada, es una medida temporal, mientras se gana tiempo para una solución más permanente.

Otra posibilidad es un intercambio de deuda negociado, con alargamiento de plazos. Puede implicar una quita sobre el principal de la deuda, aunque, en general, cuanto mayor es la quita, menor es la posibilidad de que los acreedores la acepten voluntariamente. Si la quita necesaria es alta, suelen ser procesos largos, penosos, que generan numerosos litigios en los tribunales internacionales. Los intercambios de deuda pueden ser previos o posteriores a la suspensión de pagos. Aquéllos tienden a ser más rápidos que éstos, pero suponen una quita menor, por lo que puede que no devuelvan la deuda a una senda sostenible.

La reestructuración de la deuda griega sería muy distinta si existe un paquete de ayuda previo del FMI. Si un país bajo programa del FMI reestructura su deuda, éste, como acreedor privilegiado, exigirá que negocie de buena fe con los acreedores, y podría incluso suspender el programa si esto no se cumple. En fin, la casuística es amplia, y las implicaciones sobre el euro, aunque siempre negativas, muy diferentes.

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