El culto a la personalidad, expresión que algunos como Althusser decían que tenía poco de marxista, se complementa con otro culto, ya denunciado precisamente por Marx, que es el culto al pueblo. De manera que ambas formas de culto y adoración tienen su lógica y sentido y, sí, desde un punto de vista marxista se pueden criticar como formas de reificación y divinización de entidades y cuerpos sociales.
La cuestión está en que ambas formas de culto no dejan de aparecer en política aquí y allí, ¿y deberían por ello los marxistas denunciarlas y alejarse de ellas? Cuando menos, los marxistas o las personas con formación de clase (obrera) deberían ponerlas en cuarentena, suspender esas historias hasta ver cómo evolucionan (no apartarse de la pelea, ¡eso nunca!). Cuando llegó Francisco Frutos a la secretaría general (el “eterno” sucesor), hizo dos cosas sumamente desagradables y reconvenibles desde un punto de vista político, supongo que para congraciarse con la prensa… intelectualoide de izquierdas que siempre le ha apoyado y con la que se ha llevado bien y, de paso, con una parte de la prensa en general (hay que recordar que Frutos siempre ha pasado por “stalinista”, no sé porqué, quizá confundiendo stalinismo con “aparatchik”). Frutos llegó y pidió perdón por los crímenes que el comunismo pudiera haber cometido en el pasado (pues empezamos bien… ) y, de paso, cuando presentó su candidatura a la dirección máxima a IU, dijo que había que desterrar los cultos a la personalidad (en clara referencia a Anguita), es normal que a Francisco Frutos Anguita le resultara muy grande. Anguita ha sido siempre una persona de una gran nobleza y, además un intelectual atento, comprometido con su pueblo tanto por compromiso moral como por afinidad emocional. Cosas que a Frutos, refugiado siempre en el ala del aparato, le han resultado extrañas cuando no lejanas.
A comienzos del siglo XXI hemos vivido, de la mano del PT belga y de algunos medios y web (¡la influencia de internet en los medios de comunicación actuales!) un resurgir de la figura de Stalin. Tampoco este resurgimiento es nuevo, para los que aprendimos filosofía de la historia con Marx, sabemos que unas veces la historia se repite como tragedia y otras como ironía. El nuevo resurgir de Stalin (¿del “stalinismo”?, sería incorrecto hablar así, como recordó en una de sus primeras entrevistas Gorbachov al diario l’Humanité, el “stalinismo” como ideología es un invento de Occidente), el nuevo resurgir de Stalin, digo, tiene cosas que son una repetición de la anterior ola pero otras que son rabiosamente nuevas. Me refiero a todo lo que supone una revisión y reescritura de la historia a propósito de la disolución de la URSS y el socialismo soviético. Efectivamente, este resurgimiento es el último paso en la revisión de los partidos obreros y comunistas internacionales, muy especialmente en Europa occidental, a propósito de la desaparición de la URSS. En una primera racha, y tras dejar zanjado que Gorbachov era un traidor, se echó mano del trotskismo y del rosaluxemburguismo como forma de dar alguna respuesta, en ese sentido, algunos partidos y formaciones políticas fueron hábiles en dar alguna respuesta y superar la situación de incertidumbre, estoy pensando en el PCE e IU; pero la guerra de los Balcanes supuso un punto de inflexión en muchos sentidos, entonces el “stalinismo” y el maoísmo hicieron acto de presencia con toda su fuerza.
La caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS, en principio, tampoco fueron tan mal vistas en los países occidentales, aunque ahora nos puede parecer alarmante eso. Aún no había entrado el conflicto de los Balcanes en su fase crítica, en la guerra del golfo se había dado una respuesta internacional de calidad y solvente (aunque no se pudo evitar) y el mundo parecía encaminado hacía el diálogo internacional (Sudáfrica vivía un proceso democratizador, y otras partes del mundo)… De manera que las cosas aconsejaban la previsión y la observación. No todo el mundo entonces creía que Yeltsin era un esbirro del capitalismo (aunque hoy nos parezca eso y más)… el PT belga también acogía con expectación la perestroika, aunque no había llegado su momento de agitación y propaganda internacional gracias a la web y su periodista estrella, Michel Collon (que ha mantenido en todo momento un compromiso intachable) y, mucha gente, mucha gente, pensaba que la caída de todo aquello daba una segunda oportunidad porque aquello no era el “real” socialismo (aunque se llamara socialismo real), estoy pensado, por ejemplo, en Alfonso Sastre, que ahora piden que se le apoye mediante firmas (podéis consultar en kaosenlared.net).
Pues, efectivamente, aquello era el socialismo real. Yo pertenezco a una familia “prosoviética”, de las que vivió todo el acoso a la URSS como si fuera el acoso contra ellas mismas y que tomó partido en contra del eurocomunismo. Dice Erich Honecker, que en las entrevistas que tenía con Gorbachov este le pedía que pensara globalmente. En realidad, Honecker y la RDA se vieron asaltados por un movimiento incontenible, increcendo, cuyo rodaje superaba ya los límites del campo socialista. Efectivamente, como parcialmente dice Honecker, los nuevos actores de la política europea oriental eran revisionistas y modernizadores en el sentido occidental, la gradual imposición de normas de funcionamiento político extrañas a los mecanismos del socialismo real, barría la hegemonía de los partidos obreros, instrumentalizaba a las masas y atacaba directamente a los sistemas económicos de planificación, las nuevas clase políticas querían abrirse al mundo cuanto antes, y eso implicaba pasar por encima de todos los pactos heredados y las viejas rutinas del campo socialista. Cuando saltaron las alarmas internas de la quiebra del sistema socialista de relaciones entre países hermanos, de nada sirvieron ante los hechos consumados y la conspiración de las élites orgánicas y la burocracia a gran escala.
Ante todo esto, poco o nada podía hacer la ideología (*). El trabajo de la occidentalización de los países del este llevaba muchos años en marcha y tenía dos flancos de penetración muy importantes, además de la labor intoxicadora y propagandista, y de la corrupción y manipulación de miembros del Estado y de la sociedad civil --a veces, con la connivencia o la ignorancia del propio régimen, a veces aprovechando los esfuerzos por el acercamiento de los dos sistemas--, esos dos flancos de penetración más importantes eran el militar y el tecnológico. En definitiva, la industria puntera con alta participación tecnológica, capaz de dinamizar un sistema productivo y de crear un mercado de bienes tecnológicos para la sociedad. En este campo, sin bien la URSS y sus aliados, podían competir en cuestiones científicas y militares, en lo que se refería a la renovación de los equipos y ampliación de la oferta a la sociedad, adolecían de retrasos con respecto a EE.UU. Y esto por varios motivos, inevitablemente, el mercado socialista era un mercado restringido y con sus propias peculiaridades, no podía competir en el mercado tecnológico internacional con occidente, por otro lado, estaban las trabas a la comercialización de productos y mercancías, auténtica frontera para la expansión y el intercambio comercial, así como para el crecimiento económico y la acumulación de divisas (como día a día, no deja de constatar y denunciar Cuba; el embargo económico es un instrumento político para la guerra comercial).
Pero Occidente tampoco se portaba tan mal con todos los países socialistas, “divide y vencerás” ha sido un lema de la guerra desde los tiempos de los romanos. Primero, llegando a acuerdos comerciales con China, a partir del reconocimiento diplomático en 1979, lo que llegaría a suponer la mutilación de la clase obrera norteamericana por los sucesivos acuerdos de libre comercio de su país, pero lo que también supuso un despegue de la economía china. Segundo, mediante el establecimiento de buenas relaciones con la Rumania de Ceaucescu, ese que luego ha sido el Stalin redivivo del Este, resulta que desde la década de los 60 se llevaban muy bien, rompió relaciones con la URSS, pero no porque se considerara más puro que nadie (como Albania), sino porque quería ser más listo que los demás, entonces. Rumanía fue, relativamente hablando, un “paraíso” para los comunistas españoles, allí estaba la sede de la Radio Pirenaica, y Ceaucescu simpatizó con el comunismo de corte occidental, (“eurocomunismo”), regaló dos coches blindados a políticos españoles, uno a Carrillo y otro a Fraga, Nicolás Ceaucescu era todo un zorro (aunque tuviera un final trágico).
Yugoslavia también estaba al margen y desarrollaba un tipo “sui generis” de socialismo (llamado autogestionario), que fue la envidia de muchos occidentales durante varias décadas, pero a sus herederos políticos (los partidos de Slodoban Milosevic y el de su mujer, Mira Milosevic) también se les acabó tratando de “stalinistas”.
La moraleja de todo esto no es no te preocupes si pasas por malo sino que haz lo que creas que es moralmente más justo e políticamente más inteligente, independientemente de lo que crean los demás.
Dice Honecker que fueron los tres poderes políticos del eslavismo oriental los que decidieron acabar con la URSS: Rusia, Ucrania y Bielorrusia (**). No sé si alguna vez esos poderes se pondrán de nuevo de acuerdo para restablecerla. Lo que sí sé es que tenemos multipolarismo para rato y que si no pensamos globalmente, como le aconsejaba Gorbachov a Hornecker (pasando por encima de tratados y relaciones comunes), no nos enteraremos de nada y seguiremos dando vueltas a viejos cuentos, cuentos tribales.
(*) Cuando la ideología no es troquelada por la realidad y dirigida por la razón, produce un efecto perverso, que es la mala conciencia, y otro contraproducente, como es la falsa conciencia o la corrupción de las ideas, en ambos casos ganan los desmovilizadores y los que tienen puestas sus miras únicamente a corto plazo.
(*) Cuando la ideología no es troquelada por la realidad y dirigida por la razón, produce un efecto perverso, que es la mala conciencia, y otro contraproducente, como es la falsa conciencia o la corrupción de las ideas, en ambos casos ganan los desmovilizadores y los que tienen puestas sus miras únicamente a corto plazo.
(**) Rusia, Ucrania y Bielorrusia están evolucionando de forma muy distinta, sin desprenderse de sus lazos económicos y culturales, además de los sociales (¡60 años de vida soviética no pueden pasar en balde!). Rusia desarrolla un capitalismo de Estado que expulsa a muchos ciudadanos a la pobreza o la marginalidad, empleando a la mafia para cubrir los servicios que no puede atender y genera, a su vez, un nuevo mercado negro y una economía sumergida. Ucrania sufre los tirones a que la somete el enfrentamiento económico y cultural entre oriente y occidente, dependiendo de las materias primas de Rusia pero aspirando al mercado común europeo. Bielorrusia, en cambio, ensaya una forma de socialismo de Estado, similar al venezolano, a rebufo culturalmente de lo que pase en Rusia y constreñida por la comunidad de países eslavos.
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