jueves, 16 de octubre de 2008

Y ahora, ¿Ucrania?

Después de la guerra de Georgia, Rusia tiene otros planes para mantener su influencia en la región.
Todo indica que el Kremlin tiene sus ojos puestos ahora en Ucrania, otra de las repúblicas que se conformó en los noventa, después de la disolución de la Unión Soviética. Vladimir Putin, ahora primer ministro ruso, pero el hombre detrás del poder, acusó al vecino país de haber proporcionado armas y logísticas al gobierno de Georgia durante el reciente conflicto que sacudió a los Balcanes.
Según Putin, se trata de un "crimen de guerra" y un "error garrafal" pues Ucrania habría "intervenido directamente en un conflicto armado" que no le correspondía, lo cual tendrá consecuencias. El Kremlin está buscando una excusa para recuperar su influencia en el país y frenar la occidentalización de un patio trasero que le coquetea a EE.UU. y a la OTAN.
Y aunque nadie duda que esas sean sus intenciones, el plan del Kremlin, a diferencia de Georgia, no contempla el uso de aviones y tanques de guerra. A diferencia de Tiblisi, que salvo por las provincias separatistas, quiere saber poco de su antiguo patrón, Kiev cuenta una larga historia de asocio con Rusia y su población aún tiene mucho arraigo con la madre patria.
De hecho, tras la caída de la URSS -que dio paso a la independencia de Ucrania-, sus líderes han mantenido un estrecho y conveniente nexo con el Kremlin. Así fue hasta las elecciones de 2004, cuando el delfín de Rusia Viktor Yanukovich, perdió los comicios tras semanas de protestas en lo que se conoció como la Revolución Naranja. Desde entonces ha estado en el poder una coalición compuesta por Viktor Yushchenko, presidente, y Yulia Tymoshenko, primera ministra. Ambos con agendas pro Occidente que mandaron las relaciones con Rusia al congelador. Hace tres semanas esa coalición se rompió cuando surgió un fuerte enfrentamiento entre Yushchenko y Tymoshenko, en parte por el apoyo del presidente a Georgia durante el reciente conflicto, pero también por una serie de disputas internas entre ambos.
Rusia encontró en esa coyuntura su oportunidad de pasar al ataque. "Tymoshenko quiere ser la nueva presidenta y ahora ve que sus intereses coinciden con los de Rusia. Tiene un enemigo en común, Yushchenko", dice Fyodor Lukyanov, editor de la revista Asuntos Globales de Rusia. El cálculo es derrotar al actual presidente durante los comicios que se celebrarán a comienzos de 2010. La ya ex primera ministra ha entendido que para lograrlo necesita el apoyo de Putin y de allí su viaje reciente a Moscú donde se entrevistó tanto con el Primer Ministro y el presidente Dimitri Medvedev. Lo cual es una ironía: hasta hace muy poco hablaba muy mal de ambos.
Pero Tymoshenko es una política muy astuta que ya entendió que Rusia está en expansión y que Occidente, como demostró en Georgia, tiene muy pocos dientes y no mucho que ofrecer frente a su influyente y rico vecino. "Es lógico. Le está apostando al ganador en esta última disputa de los Balcanes", dice Lukyanov. La Revolución Naranja, todo indica, está a las puertas de ser desafiada por una contrarrevolución roja.

No hay comentarios: