viernes, 8 de agosto de 2008

Rusia y el estallido de una guerra anunciada

Los tanques y la aviación iniciaron las acciones militares contra el ejército de Georgia, país caucásico que detonó el conflicto armado al atacar el separatismo de Osetia del Sur. ¿Abandonarán las potencias de Occidente a los georgianos, quienes quieren integrarse a Europa y a la OTAN?

Finalmente, se cumplió la amenaza. Rusia está en guerra contra Georgia. Sus tanques entraron en Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, ese territorio que penetra en la profundidad del territorio georgiano hasta aproximarse a Tiflis, la capital del país caucásico.
La última guerra que pelearon rusos y georgianos fue la de Afganistán, pero entonces estaban en la misma trinchera y bajo la bandera soviética. Después vino la guerra en Chechenia, que tuvo primero un fracaso ruso bajo la presidencia de Boris Yeltsin, y luego la aplastante ofensiva que lanzó Vladimir Putin, reduciendo la capital, Grozny, a escombros.
Fue entonces cuando Georgia empezó a desesperarse por entrar en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), porque ya veía la sombra rusa sobre sus territorios de Abjasia y Osetia.
En lo que va de esta década, abjasios y osetios se pronunciaron abrumadoramente por la independencia y la integración a Rusia en sendos referendos. Paralelamente, Moscú les enviaba armas a las guerrillas independentistas y pasaportes rusos a los ciudadanos. Por eso este viernes, cuando el ejército de Georgia bombardeó bases rebeldes en Osetia del Sur, declarando el deber constitucional de defender a los ciudadanos rusos, Dmitri Medvedev y Vladimir Putin iniciaron la invasión.
Una guerra anunciada
Rusia lo había advertido repetidas veces. El último fue un mensaje duro, amenazante. Un mensaje cifrado en el envío de tropas y armamentos a esos valles caucásicos que incubaban esta guerra. Cada pelotón y cada carro blindado que descargaron los gigantescos Antonov 225 hace tres meses, era una línea más de ese recado electrizante. La gigantesca Rusia estaba diciéndole a la díscola Georgia que ya no tolerará sus desplantes.
Desde que el país donde nació Stalin se independizó de la Unión Soviética, entre los gobiernos de Tiflis y Moscú siempre hubo roses. Primero fue el gobierno ultranacionalista de Ziad Gamsajurdia, y ahora el del nacionalista moderado Mijail Saakasvili. En el medio, también hubo recelos y mutuas recriminaciones a pesar de que a Georgia la presidía el pro-ruso Eduard Shevardnadze, profundo conocedor la clase política moscovita por haber sido el último canciller de la URSS.
Cada división de infantería que Rusia depositó en estos meses en Abjasia y Osetia, era una señal inequívoca de que, con combates o sin ellos, tarde o temprano esas tierras dejarán de ser georgianas para quedar bajo soberanía rusa.
Lo más grave es que la guerra es también un mensaje a Ucrania. Sucede que la gota que colmó el vaso ruso fue el pedido de los gobiernos de Tiflis y Kiev para que sus respectivos ejércitos formen parte de la OTAN. El pedido se volvió súplica, pero la alianza atlántica no se atrevió a asumir en este momento un riesgo de semejante envergadura. Y los desvalidos georgianos y ucranianos quedaron solos frente a la ira de la ofendida Rusia.
Separatismos
La ex república soviética de Georgia tiene dos talones de Aquiles: Osetia del Sur y Abjasia, las regiones separatistas con que Moscú puede poner en jaque a los gobiernos georgianos. Los osetios son un antiguo pueblo nor-caucásico, con su propia lengua (de origen iranio) y una literatura nacional, marcada por el gran escritor decimonónico Kosta Jetagurovs, y los relatos épicos sobre grandes combatientes, como los guerreros narts.
Las tierras de este pueblo se dividen en la República de Osetia (septentrional) que forma parte de Rusia con el nombre de Alania y cuya capital es la ciudad de Vladikavkas, y la Región Autónoma de Osetia (meridional), que está dentro de Georgia.
Tras la desaparición de la URSS, está región disputada durante siglos por los zares, los imperios centroasiáticos y los propios pueblos caucásicos, se proclamó independiente iniciando en 1991 una guerra separatista contra el ejército georgiano.
Desde hace años rige un alto el fuego, cumplido por Rusia y por Georgia, que implica la existencia de dos gobiernos osetios: el pro-ruso que encabeza Eduard Kokoiti, y el pro-georgiano que lidera Dmitri Sanakoyev. Pero en los hechos, Osetia del Sur estaba separada de Georgia aunque sin integrarse a Rusia.
El otro talón de Aquiles georgiano es Abjasia, región de la costa del Mar Negro con capital en Sujumi, que durante siglos estuvo bajo el mando de los sultanes turcos y también proclamó su independencia de Georgia, hecho ocurrido en 1992.
La guerra secesionista quedó interrumpida en 1994 por un armisticio que, en los hechos, hace de Abjasia un estado separado de Georgia, aunque hace dos años el ejército georgiano ocupó la Alta Abjasia y la puso bajo el control de los gobiernos de Tiflis.
Desde entonces, Georgia denuncia la colaboración encubierta de Rusia con los movimientos separatistas de osetios y abjasios. En los tiempos de Boris Yeltsin, el Kremlin se limitó a la ayuda encubierta y a la advertencia contra cualquier acción bélica desmesurada por parte de Georgia para reimponer su soberanía en los territorios rebeldes.
En un principio, Putin continuó esta línea de ambigüedad y contención, pero la intención georgiana de ser aceptada en la OTAN hizo cambiar esta política por una de respaldo abierto y público a los gobiernos independentistas tanto en Osetia del Sur como en Abjasia.
Y el ataque georgiano de este viernes fue la excusa que Moscú necesitaba para iniciar una guerra de anexión que ampliará sus fronteras en el Cáucaso.
También por Kosovo
Implícitamente, Putin estuvo diciendo al gobierno de Georgia, hoy encabezado por Saakasvili, lo que, en su momento, Slobodan Milosevic les dijo al croata Franjo Tudjman y al musulmán bosnio Alia Izetbegovic.
El mensaje de Moscú decía claramente que, si Georgia pasa a ser parte de la OTAN, perderá Osetia y Abjasia. Sobre esto debe también tomar nota Kiev, ya que las regiones orientales de Ucrania, donde se encuentra la industria pesada, tiene una importante población rusa.
El Kremlin, implícitamente, está amenazando a los gobiernos de Ucrania, ahora en manos de los partidos pro-europeos, con alentar el independentismo y amputar territorios si ese país se suma a la alianza atlántica.
Los pasos que está dando Rusia para quitar territorios a Georgia, además de constituir una represalia al intento del país caucásico de integrarse a la OTAN, implica también una respuesta al desafío occidental que implicó la independencia de Kosovo a pesar de los reclamos de Serbia y de Rusia para que el territorio con población albanesa siguiera bajo la soberanía de Belgrado.
Existe una antigua hermandad eslava entre las naciones rusa y serbia, por eso tanto la guerra de la OTAN que tumbó a Milósevic y el posterior reconocimiento de Kosovo como un país independiente, fue asumido por el Kremlin como una afrenta prepotente y humillante.
La respuesta fue el comienzo de la ayuda serbia a los habitantes serbios del norte kosovar, para que se separen del nuevo Estado albanés y se sumen a la “Gran Serbia”. Paralelamente, Putin y Medvedev, empezaron a diseñar la nueva política de posibles anexiones territoriales.
Esa política se ha puesto en marcha. La pregunta es si la OTAN y Europa dejarán sola a Georgia, o si de verdad intentarán detener la ofensiva militar rusa.

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