miércoles, 20 de agosto de 2008

Lo que está en juego en Georgia

El presidente Saakashvili ha acariciado dos grandes ambiciones; restablecer la integridad territorial de su pequeña república y convertirse en el mejor aliado de Estados Unidos en el Cáucaso para desembarazarse de la hipoteca de su vecindad con Rusia y alterar así el equilibrio geoestratégico de la región. Esta última es la verdadera causa del conflicto en Osetia del Sur, cuyo último episodio fue el devastador ataque georgiano del once de agosto pasado, un día después de que dicho presidente afirmara pública y solemnemente que aceptaba conversaciones tripartitas para regular la cuestión. Puede argüirse que la respuesta rusa ha sido desproporcionada; la Federación ha aprovechado la oportunidad que le brindaba en bandeja esa torpeza para lanzar, urbi et orbe, un mensaje meridianamente claro, a saber, que hay límites a lo que está dispuesta a tolerar en los intentos de debilitarla en el mundo en general y, en particular, en la región caucásica. Si su respuesta militar no ha contribuido a mejorar su imagen, ha sido un auténtico éxito en dos frentes políticos: ha superado el trauma que le supuso la independencia de Kosovo, un pésimo precedente de país inviable y de doble rasero occidental, y ha debilitado sensiblemente a Georgia, tanto militarmente como en el escenario internacional. Como ha señalado Hélène Carrère d´Encausse, secretaria perpetua de la Academia francesa y reputada kremlinóloga, "en su proyecto demente de desafiar a Rusia, Saakashvili probablemente le haya hecho (a la Federación rusa) el mayor de los favores". Otro diplomático francés, anónimo él, el otro día regaló al presidente georgiano con el adjetivo de "loco".Queda por ver todavía la reacción de los Estados Unidos. El titular de un artículo periódico moscovita Kommersant de día 14 reza así: "Desembarco bélico-humanitario en Georgia"; el periodista explica que George Bush ha encargado a Condolezza Rice "empeñar al mundo libre en la defensa de Georgia" y al Pentágono el envío de aviones C-17 y buques de guerra "con ayuda humanitaria". El portavoz del Pentágono no ha tenido empacho en declarar que los Estados Unidos ayudarán a restablecer el potencial militar georgiano y varias fuentes estadounidenses se apresuran a exigir la expulsión de Rusia del G8 y el veto a su entrada en la OMC.Así las cosas, resulta significativo que Polonia, los países bálticos y Ucrania se hayan apresurado a expresar su apoyo a Georgia y a manifestar sus reticencias a lo que consideran tibieza europea frente a Rusia. El presidente ucraniano incluso ha publicado un decreto que de facto viola el tratado de amistad, cooperación y partenariado de 1997 entre su país y la Federación rusa, al exigir determinadas comunicaciones y aquiescencias a los movimientos de la flota federativa basada en Sebastopol. Ya se verá cómo termina la cosa.Parece, pues, que Angela Merkel -que habla la lengua rusa y conoce de primera mano cómo se las gastan sus principales usuarios- considerara en la última reunión de la OTAN en Bucarest que ni Ucrania ni Georgia estaban maduros para ingresar en la organización, imponiendo su criterio, con el apoyo de la mayoría de sus socios europeos, al de Estados Unidos, firmes partidarios de dicho ingreso.Tal vez se necesite un sentido de Estado muy desarrollado para hacerse una idea cabal de lo que está en juego en el Cáucaso en estos momentos. Frente a los reflejos rusófobos que proliferan, un periódico económico tan sensato como el danés Børsen ("La Bolsa") ha publicado un editorial bajo el título "La necesaria cooperación con Rusia" en el que postula que "es más necesario que nunca que la UE refuerce su cooperación con Rusia, tanto a nivel económico como político" y critica las actitudes poco realistas de Polonia, Ucrania y los países bálticos frente a las más matizadas del resto de los socios europeos, porque, al fin y al cabo, asegura, "los electores europeos sólo van a tolerar el despliegue de unas pocas tropas para el mantenimiento de la paz en Georgia".Queda por ver cómo sale parado el presidente Saakashvili una vez se disipen los vapores etílicos de un nacionalismo siempre impoluto, victimista y ultrajado: los parabienes y aclamaciones de hoy -como si hubiera algo de lo que congratularse- podrían convertirse en los reproches de mañana.Creo necesario añadir que emito estas opiniones a título estrictamente personal; es sabido que los funcionarios, como tales, sólo opinamos si se nos pregunta y, acto seguido, obedecemos, tanto si se tienen en cuenta nuestras opiniones como si no.

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