sábado, 30 de agosto de 2008

Crimea, foco de tensión entre Rusia y Ucrania

El mar Negro centra la atención de la crisis entre Rusia y Georgia y puede ser el escenario de una escalada del conflicto en el que Crimea adquiera un papel preponderante. Buques de la Armada rusa y de la OTAN y EEUU maniobran a poca distancia entre ellos. El envío de ayuda humanitaria a Georgia a bordo de barcos de guerra estadounidenses crea, comprensiblemente, recelos en Moscú sobre el verdadero contenido y objetivo de dicha ayuda. Unas maniobras navales de la OTAN, también. Mientras, naves rusas patrullan la zona marítima frente a Abjazia y al puerto georgiano de Poti, obligando a EEUU a buscar otro puerto donde descargar dicha ayuda.
En este peligroso tablero hay las condiciones para un aumento de las tensiones entre Rusia y Ucrania. Este país exsoviético aspira, como Georgia, a su pertenencia a la OTAN, pero su relación con respecto a Moscú es mucho más complicada que la de Tiflis, y lo es por su república autónoma de Crimea donde tiene su base la flota rusa del mar del Norte.
Esta península de aguas cálidas y puertos protegidos, unida a Ucrania por un estrecho istmo, ha sido desde los tiempos zaristas la base desde donde la flota rusa salía al Mediterráneo y el observatorio para controlar las posibles amenazas que podían llegar por el Bósforo. Cuando Ucrania logró su independencia en 1991, Moscú y Kiev se dividieron la flota y Ucrania alquiló tres de las bases a Rusia según un tratado firmado en 1997 a renovar cada diez años, como ocurrió en el 2007. Dicha flota está compuesta por unos 80 buques y 15.000 hombres.
El presidente de Ucrania, Victor Yúshenko, no quiere a esta Armada en Crimea porque es uno de los muchos obstáculos para que su país pueda formar parte de la OTAN. Aprovechando la actual crisis, firmó un decreto presidencial que obliga --en teoría, ya que Rusia no lo ha reconocido--, a comunicar con 72 horas de antelación los movimientos de los buques. En un segundo momento, el presidente ucraniano anunció que podría aumentar el precio del alquiler de las bases.
Este contencioso entre Rusia y Ucrania tiene importantes raíces históricas. La península de Crimea se incorporó al imperio ruso a finales del siglo XVIII. En el XIX fue escenario de la espectacular derrota de las tropas británicas en la batalla de Balaclava, cuando la famosa carga de caballería de la Brigada Ligera contra los batallones de artillería e infantería rusos, acabó en un desastre sin paliativos debido a la prepotencia, estupidez y escasa preparación del mando inglés. Aquella batalla alimenta el imaginario de una Rusia fuerte, del mismo modo que lo hace el sitio de Sebastopol, en aquella misma guerra de Crimea, cuando la ciudad desplegó una resistencia épica al asedio que la sometieron franceses y británicos durante un año.
Vale la pena recordar que aquella guerra, que se libró entre 1853 y 1856, tenía su origen en la sospecha británica de que Rusia ambicionaba los Balcanes y en particular Turquía aprovechando la decadencia ya patente e imparable del imperio otomano.
Stalin, que quiso que el reparto de las zonas de influencia después de la Segunda Guerra mundial entre el primer ministro británico, Winston Churchill: el presidente estadounidense Franklin Roosvelt, y él mismo se firmara en Crimea, en Yalta, hizo pagar un precio muy alto a parte de la población de la península cuado expulsó a los tártaros a Asia central por considerarlos colaboracionistas de los nazis.
En 1954, el dirigente soviético Nikita Jruschov dio un giro a la historia de aquella península que hasta entonces había pertenecido a Rusia, al regalarla a Ucrania. Actualmente, la mayoría de los casi dos millones de habitantes son de origen ruso, el 25% son ucranianos, mientras que los tártaros que han empezado a regresar en los últimos años constituyen el 13%. Desde la desintegración de la Unión Soviética, las protestas de los crimeanos de origen ruso y las escaramuzas políticas y parlamentarias entre los dirigentes peninsulares y los de Kiev han sido numerosas tensando así las relaciones entre esta capital y Moscú. Hoy, Crimea es una república autónoma, pero sin presidente.

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