sábado, 3 de mayo de 2008

La inflación, el gran depredador político

La inflación minorista “verdadera” sigue creciendo en el país. No es raro observar en los sondeos de opinión que se hacen en el mercado que las expectativas de inflación se aproximen al 33% para el año en curso.
La inflación minorista “verdadera” sigue creciendo en el país. No es raro observar en los sondeos de opinión que se hacen en el mercado que las expectativas de inflación se aproximen al 33% para el año en curso. No tenemos un indicador alternativo al que ofrece de modo distorsionado el INDEC, pero variables proxy como la recaudación de IVA, inflación en provincias o precios de supermercados hacen pensar que la inflación real de 2008 va camino a ser mayor a 25% anual salvo que el Gobierno encare con urgencia un plan de estabilización. Hay que tener en cuenta que si se liberaran los controles de precios cada vez más ineficaces y, asimismo, se sinceraran las tarifas, la inflación sería todavía mayor. La economía no está aún indexada pero la inflación inercial está muy presente y va a ser muy difícil converger a tasas internacionales desde estos niveles tan elevados antes de 2011. Para Cristina Kirchner, es éste el principal problema macroeconómico a afrontar. Según el encuestador Haime, la inflación afecta cotidianamente al 50% de los argentinos y ha pasado a ser la principal preocupación de la sociedad. La voluntad política de estabilizar los precios debería ir por un camino ortodoxo en materia monetaria y fiscal (contracción del crecimiento de la base monetaria y del agregado M2, y reducción de la tasa de expansión del gasto público, que está creciendo al 35%-38% anual) unida a una liberación gradual del tipo de cambio nominal permitiendo su descenso. Es la evolución natural en los países de la región: las monedas se aprecian. El dólar está en niveles ficticios dado el ingreso de capitales que tiende a apreciar la moneda doméstica y posee dudosa influencia en la dinámica del sector real de la economía. A estas medidas debería añadirse una mayor moderación salarial ante una presión sindical creciente, que es coherente con la dinámica de la curva de Phillips. Esta curva expresa un trade off entre inflación y desempleo y desde 2003, viene recorriendo el trayecto clásico que presentan los libros de texto. Sin embargo, es sabido que la relación que encontró Phillips no implica una ley de hierro y que es compatible, como lo demuestra la evidencia empírica, alcanzar un desempleo más bajo con menor inflación. Análogamente, es posible crecer fuerte sin enfriar necesariamente la economía, quizá con supuestos que Argentina hoy no tiene, con baja inflación. Como ejemplos actuales de esta dinámica, citamos a China, India, Chile y Perú. Finalmente, una mayor oferta a través de la expansión de la inversión ayudaría a compensar el exceso de demanda agregada. La expansión de la inversión en el corto plazo podría ser, por otra parte, perjudicial para la inflación por recalentar aun más la demanda. Muchas veces el Gobierno presenta un argumento implícito de crecer a tasas chilenas del 7% anual con inflación entre 15% y 25% anual como ellos lo hicieron a fines de los 80. No se pueden comparar los contextos y hay que tener en cuenta que Chile funcionó entonces con la unidad de fomento que hacía más equitativas las transacciones dentro de un esquema de virtual indexación. Dada nuestra historia, es peligroso convivir con tasas de dos dígitos ya que podrían acelerarse todavía más los precios. Dado el tipo de cambio congelado en $ 3,2 hace varios años y el superávit fiscal importante que tenemos, es increíble que estemos discutiendo estos temas. Pareciera que no se ha internalizado el valor de la estabilidad. En este sentido, Brasil nos ha dado ejemplo de resignar crecimiento con una estabilidad que después da sus frutos en mayor confianza de los agentes domésticos y externos. Es entendible que una economía que crece al 8% anual desde la crisis, sin parar, puede tener un problema de inflación, pero cabe reconocer que el Gobierno ha estimulado políticas procíclicas que generan expectativas inflacionarias crecientes. La inflación es un desorden macroeconómico prácticamente eliminado del mundo que comparte una quincena de países (Ucrania, Zimbabue y Venezuela, entre otros). Esperemos que el nuevo plan del Gobierno para estabilizar suprima la mecánica cortoplacista impulsada por los controles de precios. Sería deseable que lleguen instrucciones al Banco Central desde el Ejecutivo para converger a mediano plazo a una inflación más razonable cercana a 10%. Pero con el Central obviamente no alcanza… Los índices de pobreza y de indigencia con estadísticas falsas de precios se han vuelto mentirosos. Estamos en la actualidad en 32% de pobres y cae el salario real de la economía. La suba de alimentos afecta especialmente al quintil de menores ingresos, donde el 50% del gasto es comida. Además, está el problema de “defaultear” deuda al subir menos la “inflación oficial” que la real. A modo de reflexión de carácter institucional, como lo han presentado muchos expertos en estadística y economía, es clave devolver la reputación al INDEC evitando que se empiecen a cuestionar otras estadísticas que lleva el organismo, una entidad de reconocida trayectoria histórica con independencia del poder de turno.

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