Veremos. Habrá que trabajar mucho a Putin para que no incordie. La independencia de Kosovo no es la solución, sino el problema. El hombre no gana para disgustos y se ha metido otra vez con España y su doble rasero, que bueno es que haya niños para echarles la culpa. Nuestro país es para él la hormiga en el culo del elefante, pero útil en la política del divide y vencerás. Nosotros vamos como monaguillos con la mayoría. Y si le dan un botafumeiro, veo a mi ínclito Moratinos abriendo la procesión. Y en eso se está, porque la independencia no la para ni el mismísimo Obama y su carisma. De momento, Putin ha recibido a Yúshenko, el presidente de Ucrania, no tanto para hacerle un descuentillo en lo del gas, sino para recordar a Europa que si se pone brava tiene mucho que perder.
Les contaré un secreto: si el pequeño zar, o, en su defecto, su minúsculo sucesor (la sombra del zar) se lo proponen, acabarían haciendo más daño que las campañas antitabaco. No tendríamos gas ni para el mechero. Se da la circunstancia de que las tuberías que conducen esta sangre imprescindible para la supervivencia y progreso de Europa, atraviesan Ucrania, país hostil desde que la revolución naranja desalojara del poder a las fuerzas prorrusas. Y muchísimo más hostil desde que la divina Timoshenko, bestia negra del Kremlin, con el que se las tuvo tiesas, haya sustituido a su amigo y primer ministro Yanukóvich. Estando Rusia como está (de jodida), con una burocracia rampante y un despotismo avasallador la única política decente que le queda a Putin es la nacionalista. Aislacionismo. Milagro del petróleo a repartir entre familia, allegados y burócratas. Después de convertir las grandes ciudades rusas en las más caras del mundo. Desde el exterior ya no se puede manejar cordialidad. La OSCE ha salido corriendo en la supervisión de las elecciones porque Putin las había previsto como un tour de turismo. Y, por si fuera poco, ahí están las repúblicas ex soviéticas, echadas en los brazos de la UE y sin destetar de Washington al que todavía consideran su amigo y benefactor. Dispuestas a admitir el escudo antimisiles, que tanto cabrea a Moscú y que nos debe recordar a todos el poder nuclear de la segunda potencia. Putin ha hecho su trabajo: reverdecido los mayores rigores de la guerra fría, descabezado hasta los síntomas de oposición interior, y dejado a un hijo al frente de un país oligárquico, que ahora gobernará desde la jefatura del Ejecutivo y, llegado el caso, llene de pétalos de rosa el camino de su regreso.La tranquilidad, como en tantas cosas, sólo puede venirnos de la prudencia serbia, con la jefatura del proeuropeo Tadic, y el viaje de Bush a cualquier recóndito lugar de la historia.
http://www.lavozdigital.es/jerez/20080215/mundo/pequeno-20080215.html
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