DAMUZ. Más de un familiar se esperaba lo que sucedió el pasado día 13, cuando K. J. podría haber decidido abandonar a su familia de Adamuz para emprender una aventura de la mano de su novio, un varón de 21 años que dejó su tierra en Ecuador para buscar suerte en España.
Ahora el camino parece que ha sido a la inversa. Un día antes de su fuga, la menor, de 14 años, disfrutaba jugando con unos patines, que le había regalado su madre de acogida. «Quién nos iba a decir que al día siguiente ya no estaría aquí», afirma ésta.
No dijo nada a nadie, no dejó señales ni escritos sobre su paradero. Cogió su pasaporte y desapareció buscando un destino diferente. Y es que, la niña «siempre ha sido un bichillo», como asegura una de sus tías, que ayer, junto a su hija, acompañaban durante toda la jornada a la madre de la menor, que, con mucho decoro y disposición, trataba de corresponder las preguntas sobre su hija.
La madre confirmó que su hija «ha llamado diciéndonos que está bien, pero no es suficiente, porque cualquiera sabe en qué condiciones y con quién está». Por eso, tras la denuncia presentada ante la Guardia Civil, existe una orden internacional de búsqueda, que centra sus investigaciones en Ecuador.
Desde que K. J. llegó a Adamuz desde su país natal, Ucrania, cuando tenía siete años, siempre se ha mostrado muy inquieta, desconcertante y con un carácter difícil. «Su personalidad está muy por encima de las niñas de su edad», hasta tal punto que «le ha dificultado conservar sus amigas», como dice una de sus primas. Su trayectoria estudiantil no fructificaba.
Ahora la angustia en torno a su paradero se ha apoderado del hogar sito en la calle Puerta de la Villa, desde donde K. J. prefirió bajarse de los patines para emprender un viaje que, como su madre adoptiva y familia esperan, pronto tenga feliz retorno.
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