Julio Medem, que ayer recibió el Premio Retrospectiva del Festival de Málaga y anuló todas sus entrevistas por un ataque de ansiedad, necesitaba a una actriz desconocida para emparejarla con Elena Anaya en una historia que se pretende arrebatadoramente pasional y romántica. Aplaudida en Málaga aunque con
-Nació en Odessa.
-Una ciudad maravillosa, la tercera más famosa de la Unión Soviética después de Moscú y San Petersburgo. Es lo contrario de las otras dos: sol, playa y gente alegre y muy abierta. En Odessa puedes hablar con cualquiera, todos tienen un sentido del humor muy especial. Hay una mezcla de judíos, rusos, árabes, griegos... Es casi mediterránea, fue fundada por italianos y el primer gobernador era francés. Durante la URSS hubo un estudio cinematográfico muy importante.
-¿Y por qué acaba en España?
-Nunca pensé que me iba a mover de Odessa. Hace diez años vine con mi familia. Me encanta viajar y adaptarme a otros sitios, podía hacerlo en Nueva York o en la India. Todos los sitios te aportan cosas. Aunque me es muy difícil moverme de España, aquí se vive muy bien. Me encanta la gente, y eso que la situación económica se palpa en al ambiente, está todo el mundo abrumado. En Ucrania, como siempre vivimos en crisis... A pesar de todo, sabéis disfrutar la vida, vivir filosóficamente.
Unión de mujeres
-¿Saltará a otra parte?
-No. Viajo mucho por placer y trabajo. Vivo entre Madrid y Barcelona. Pasé meses en Los Ángeles haciendo 'castings', y sólo aguantaría allí si el proyecto es muy bueno. Todas mis células son españolas, porque sabes que se renuevan cada siete años. Ya no me queda una célula ucraniana en mi cuerpo.
-Dice que no aceptaría una escena de desnudo gratuita.
-Exacto. Cuando leí el guión de 'Habitación en Roma' me dio miedo. Pensaba ¿por qué a mí? Pero conociendo muy bien la filmografía de Julio Medem no podía esperar algo feo, sabía que iba a ser arte. Quería confiar en él, y cuando me lo presentaron fue como si le conociera de siempre. Me contó el guión página por página, aparecían imágenes llenas de poesía y sensibilidad. Me enamoré del proyecto y de los personajes.
-Ese grado de complicidad con Elena Anaya, ¿hubiera sido más complicado con un actor?
-Que fuésemos dos mujeres nos unía todavía más, las dos estábamos en la misma situación, desnudas. Con un hombre me hubiera dado más corte. A nivel interpretativo, cuando te desnudas emocionalmente la desnudez física no importa. Además, es un estado natural del ser humano, después la sociedad ha creado unos tabús.
Generación atrevida
-¿Somos más pudorosos los españoles que los ucranianos?
-No, no. En Ucrania la gente es más conservadora todavía. La nueva generación es más atrevida y desenvuelta. Yo soy la persona más pudorosa del mundo. Me cuesta hasta creer lo que he hecho. Cuando estaba dentro del personaje resultaba natural y sensual. Después de hacer el amor no te vas a vestir, ¿no?
-¿Qué imagen tenemos los españoles de las mujeres rusas?
-Principalmente, por los papeles que me han ofrecido, nos veis como putas y emigrantes. Cada vez que hay una rusa en el cine es puta. Y no es así. Mi primer trabajo de actriz fue una 'tv-movie' en Cataluña sobre el tráfico de mujeres. Una realidad muy triste. Yo antes pensaba que una prostituta era una mujer que quería serlo. Y descubrí que hay medio millón de mujeres en Europa engañadas y sometidas, a las que retienen los pasaportes, violan y pegan. Medio millón de familias rotas. Esta visión de las mujeres del Este que tenéis... Ser mona no significa ser puta. Muchas chicas vienen en busca de un futuro mejor, porque la vida en Rusia es muy dura.
-¿En todas las ciudades?
-En todas, excepto en Moscú y San Petersburgo, donde hay muchas oportunidades, los salarios son altos y la vida es cara. En el resto del país no se invierte en mejorar las condiciones de vida. Estas pobres chicas, muchas de ellas licenciadas, sólo intentan salir adelante.
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