Barcelona. (EFE).- El director catalán Carles Torras retrata en su última película, Trash, a una generación de jóvenes sumida en una crisis de valores y en la que el combinado de sexo, drogas y rock&roll parece la única vía de escape para sus insatisfechos protagonistas.
El título, basura, resume sintéticamente el leitmotiv de este filme coral, donde una quincena de personajes afrontan su miedo a madurar con una consecución de hábitos de "usar y tirar" del que, evidentemente, el amor no escapa.
"Vivimos en una sociedad de comida basura, de telebasura y, como no, de amor basura. Usamos a las personas mientras nos sirven por puro egoísmo", reflexiona el director.
Rodada en tan solo cinco semanas y cámara en mano, el largometraje sitúa la acción en más de cien localizaciones de la ciudad de Barcelona, además de algún viaje a Ucrania.
Para Óscar Jaenada, que interpreta a un joven músico adicto a la cocaína, la verdad que desprende la película la convierte en un "grandísimo" proyecto.
La noche, la fiesta, el alcohol, las drogas o los tranquilizantes visten este retrato generacional de Torras, quien ya codirigió, junto a Ramón Térmens, la historia de tres jóvenes frustrados en Joves (2004).
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