martes, 12 de agosto de 2008

Tropas rusas ocupan media Georgia y sus puertos sobre el mar Negro

Tras rechazar la tregua pedida por Georgia, Rusia invadió y bombardea objetivos civiles. Uno fue Gori, pueblo natal de Stalin. Osetia sur vuelve a Moscú. El número de muertos supera 3.500. El escenario recuerda la Chechenia de los 90.Quizás el síntoma más alarmante sea que, mientras el primer ministro Vladyímir Putin –poder detrás del trono- llegaba a la zona, el consejo de seguridad (Naciones Unidas) se resiste a reanudar negociaciones “por falta de interlocutores”. Ahora, los ataques rusos tienden a partir en dos el territorio georgiano, en tanto Abjazia se separa virtualmente de Tiflis.
Por supuesto, Osetia sur regresó a manos rusas, situación que databa de 1992 y el poco sagaz Mijail Saakashvili (presidente georgiano) intentó revertir días atrás, sitiando Tsjinvali, minúscula capital oseta. Al parecer, el gobierno de Tiflis confiaba en la alianza casi personal con George W.Bush y los dos mil soldados georgianos destacados en Bagdad.
Pero, al contrario de Putin, Bush no se movió de Beijing. Tampoco envió a Condoleezza Rice al área, como sugerían Turquía, Polonia y Ucrania (único aliado importante de Georgia en la región). Obviamente, Estados Unidos no está en posición de intervenir. Ya ha salido malparado de demasiadas guerras lejos de sus fronteras y, en el Pentágono, crece la renuencia a meterse en conflictos donde juegan otras potencias. Por lo mismo, el escudo antiproyectiles que la Otan imagina sobre las fronteras occidentales de Rusia se esfuma junto con el poder político de Bush.
Al respecto, un analista alemán recordaba que, cuando China invadió Tibet, EE.UU. no intervino. Cuarenta y siete años antes, en 1912, la cosa era distinta: Lhasa se separó de Beijing -su señora feudal desde el siglo XIV- con apoyo del imperio británico. En 1959 ya no existía ese imperio. Ahora, tampoco hay un imperio norteamericano capaz de sofrenar a Rusia en el Cáucaso o a China en Tibet y Xinjiang.
La compleja marquetería regional de países, etnias, lenguas y religiones tampoco es fácil para Moscú, que trata de manejarla desde tiempos de Catalina II. Como ella, Yíósif V.Dyugashvili (a) Stalin necesitaba recrear un equilibrio, roto al desplomarse el imperio otomano. El ex acólito de la iglesia local reincorporó Georgia a sus dominios durante los años 20, junto con Armenia nororiental y Adzerbaiyán.
Licuada la Unión Soviética, armenios, adzeríes y georgianos recobraron la independencia. Tiflis la había perdido en 1801, cuando Tibet seguía tan en poder chino como el Turquestán oriental (Xinjiang), hoy reducto de terroristas uigur con instructores chechenos de Al-Qa’eda. El resto de Caucasia dista de ser tranquilizador para los rusos: ambas Osetia hoy reunidas, la Abjazia sepatista, Daghestán, Kabardino-Balkaria, Ingushetia y... Chechenia. La mano dura de Putin –como las de Stalin o Hu Jintao- no es una opción sino un imperativo, pero los norteamericanos (a diferencia de los ingleses) nunca fueron buenos en Realpolitik.
Sin duda, Bush queda en postura desairada. Aunque Rusia no esté a su nivel en poder militar, la proximidad al escenario bélico es decisiva. Máxime si Putin en realidad va ahora por Georgia entera, tras sacarle Osetia sur y Abjazia. Le sería fácil convertirla en estado títere, como Armenia. Si Adzerbaiyán se salva, será porque lo respalda una alianza de habla turca, liderada por Angora e integrada por Kazajstán, Türkmenistán y Uzbekistán, clave para los hidrocarburos del Asia central. Volviendo a la Unión Europea, su dependencia de hidrocarburos que pasan por Caucasia explica que, desde iniciada la guerra el euro haya caído de US$ 1,55 a 1,49 (casi 4%).

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