viernes, 30 de mayo de 2008

crisis alimentaria

Los primeros avisos de la crisis alimentaria mundial llegaron a México con seis meses de retraso. La práctica tradicional ha sido aseverar que todos los males le ocurren al vecino, nunca en casa. Desde el verano pasado, los principales mercados de granos en Chicago, Minneapolis y Kansas dieron cuenta de alzas disparadas en los precios de estos productos. Las señales de sorpresa se convirtieron en emergencia cuando se advirtió que el grueso de las transacciones no eran locales sino de compradores extranjeros. Las cosechas en general, pero en especial las europeas, australianas y estadounidenses, fueron deficientes por efecto del cambio climático. La inesperada sequía permitió que se resaltara un cambio en los indicadores de consumo global.
En los últimos meses se han reconocido déficit en la producción de trigo, maíz, arroz, azúcar y soya. La FAO anunció que los precios de los alimentos se han incrementado en 80% en los últimos tres años. Esta realidad obligó a los países productores a restringir exportaciones por el costo elevado de los energéticos, que impactan los precios del consumo interno. Los gobiernos de Ucrania y Argentina enfrentan protestas estridentes de agricultores que reclaman mayores subsidios para aprovechar la demanda internacional. En EU se autorizaron recursos de emergencia para enfrentar una carestía que obligó al racionamiento de arroz en tiendas de autoservicio, medida que no se adoptaba desde la Segunda Guerra Mundial.
Estas circunstancias inesperadas ponen a prueba la máxima de Amartya Sen de que las hambrunas no ocurren en las democracias. Los avances políticos y económicos logrados después de la guerra fría pueden revertirse, ya que según el Banco Mundial mil millones de personas viven con un dólar diario y el costo de sus alimentos ha subido 20% en los últimos meses. Esto genera inestabilidad de gobiernos cuyas autoridades han acudido a medidas represivas. Paradójicamente, la bonanza económica que han experimentado China, India y Rusia es otro factor que ha contribuido a la carestía. La dieta de segmentos importantes de la población se ha modificado, demandando carne y lácteos en forma exponencial, lo que ha significado que se alimente el ganado con granos que antes eran de consumo humano. El encarecimiento del petróleo y los subsidios a los biocombustibles, en especial a maíz y azúcar, ha trastocado los frágiles equilibrios del mundo en desarrollo, mientras el industrializado ha reaccionado de manera inmediatista a las presiones alimentarias, aumentando subsidios que generan alzas inéditas, aprovechadas por los especuladores. Este círculo vicioso y perverso amenaza la globalización y los tenues esfuerzos de cooperación internacional La consigna realista de sálvese quien pueda ha impedido la adopción de medidas multilaterales de emergencia.
Las declaraciones de los secretarios de Agricultura y Economía respecto a los blindajes mexicanos contra esta crisis nos regresaron a la irrealidad del sexenio foxista. Suponer que contamos con una situación especial frente a los factores esbozados demuestra ineptitud y, lo que es peor, mala fe al pretender que todos fuera de México atraviesan por una crisis ficticia. Lo grave es que se ha perdido tiempo valioso para fortalecer, como lo hacen en todo el mundo, a los productores insertos en la cadena alimentaria. En ese sentido, la respuesta presidencial es igualmente desconcertante. Abrir las fronteras es justo lo que nadie está haciendo. No hemos abrevado en las lecciones internacionales y con arrogancia imperdonable accedimos a la vía fácil de la importación. Los logros alcanzados por mecanismos como la agricultura por contrato fueron desestimados por la Sagarpa, ignorante de que los avances alcanzados se desplomarán.
La ausencia en esta crisis de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad de la ONU también es inexplicable. Las amenazas a la paz y la seguridad internacional deben atenderse en forma preventiva. Esta capacidad de iniciativa debe retomarse, como fórmula práctica para reciclar una organización que debe salir de un marasmo inaceptable, quitándose la percepción generalizada de obsolescencia. El Grupo de Río en Nueva York podría accionar los procedimientos para que América Latina y el Caribe convoquen al mundo en desarrollo, al cual seguimos perteneciendo

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