viernes, 30 de mayo de 2008

Trazabilidad alimentaria

En estas últimas semanas hemos asistido a un episodio grave dentro del sector alimentario. El Ministerio de Sanidad daba la voz de alarma ante una partida de aceite de girasol, tras detectarse que había contaminación por hidrocarburos alifáticos procedentes de aceites minerales. La partida provenía de Ucrania. Quizá un funcionamiento más eficaz del sistema de trazabilidad de alimentos hubiera podido limitar la recomendación del Ministerio únicamente a los fabricantes afectados, y no a todo un sector, provocando una situación de desconfianza de los consumidores hacia un producto básico en la cesta de la compra.Ante crisis como ésta y otras que han tenido lugar en España cabe preguntarse: ¿Son realmente conscientes nuestras empresas de la necesidad de invertir recursos y tecnología con el fin de tener un sofisticado sistema de detección de productos deficitarios o con riesgo grave para la salud? La trazabilidad, ese conjunto de acciones, medidas y procedimientos técnicos que permiten identificar y registrar cada producto desde su nacimiento hasta el final de la cadena de comercialización, es responsabilidad del productor, y de utilidad para las empresas, los consumidores y las administraciones.Para las empresas, el seguimiento e identificación de los productos y actuaciones incide en una mejora de la gestión de productos en almacén, contribuye a asegurar la calidad del producto y permite detectar de manera rápida el origen del problema si lo hubiese.A los consumidores les permite estar debidamente informados y aumentar su confianza en los alimentos que consumen, permitiendo mejorar su calidad de vida.Para las administraciones, se ven facilitados los controles a nivel de empresas alimentarias, traduciéndose en una mayor eficacia en gestión de incidencias, crisis o alertas sobre seguridad alimentaria.Desde la entrada en vigor del Reglamento 178/2002 de la Unión Europea, prácticamente todas las empresas agroalimentarias tienen algún conocimiento de esta normativa que regula la trazabilidad alimentaria, pero aún se percibe una implantación insuficiente. Este es un buen momento para dar un nuevo impulso que permita solventar las carencias detectadas. Entre otras acciones, sería bueno volver a insistir mediante programas de difusión, concienciación y formación. Impulsar el desarrollo de identificadores de calidad y de los sistemas de calidad diferenciada como son las Denominaciones de Origen. Introducir mejores tecnologías en la identificación, almacenamiento de datos y distribución de la información en la cadena de producción, y fomentar la innovación de los procesos industriales, así como la colaboración entre centros tecnológicos y la industria agroalimentaria. Los sistemas de trazabilidad, junto con el resto de herramientas para preservar la seguridad alimentaria, ya no son tan sólo elementos de diferenciación que permiten ofrecer un producto más competitivo en el mercado, sino que no disponer de ellos puede ser un elemento de exclusión.

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