lunes, 15 de agosto de 2011

El juicio a Tymoshenko y el futuro de Ucrania

ESTOCOLMO – No cabe duda de que el bochornoso espectáculo del juicio a la ex primera ministra de Ucrania Yulia Tymoshenko –y su reciente detención, acusada de desacato durante el proceso– está perjudicando mucho a su país, cuya evolución será de gran importancia para el futuro de Europa.

En 2004, la “revolución anaranjada” de Ucrania infundió la esperanza de una nueva ola de reformas democráticas en los países situados al este de la Unión Europea: el llamado período de las revoluciones “de colores”. Sin embargo, las fuerzas que temían perder el poder en esa vasta e importante región no tardaron en iniciar una decidida contraofensiva.

No obstante, Ucrania siguió dirigiéndose a trompicones hacia Europa y preservando gran parte de los beneficios obtenidos en 2004. La vuelta al poder en 2010 del Presidente Viktor Yanukovich fue el resultado de unas elecciones esencialmente libres y justas.

Ha hecho falta algún tiempo, pero la determinación de Yanukovich de continuar con las medidas en pro de la integración europea iniciadas por su predecesor, Viktor Yushchenko, han resultado cada vez más claras... frente a los repetidos llamamientos (y a veces amenazas levemente veladas) de Rusia para que se adhiriese a su unión aduanera con Belarús y Kazajstán. De hecho, las tensiones con Rusia podrían muy bien intensificarse hacia el final de este año, porque la orientación de la política exterior de Ucrania tiene claras consecuencias para el Kremlin. Una Ucrania democrática con una economía abierta y estrechos vínculos con la Unión Europea no dejaría de influir también en el futuro de Rusia.

Las negociaciones para un acuerdo de asociación entre Ucrania y la UE, que incluyen disposiciones de gran alcance con vistas a la integración comercial y reglamentadora, están muy avanzadas e incluso podrían concluir este año. El acuerdo podría llegar a ser un modelo para acuerdos similares con otros países pertenecientes a la antigua Asociación Oriental de la UE. Georgia y Moldavia están en la fila para iniciar negociaciones similares.

Ucrania quiere –cosa bastante razonable– que dicho acuerdo vaya acompañado de un reconocimiento de su destino europeo y avances claros hacia la eliminación recíproca de los visados para los viajes. Dicho reconocimiento podría considerarse una aceptación oficial de que la adhesión a la UE sigue siendo una opción a largo plazo para Ucrania.

Todo ello ha quedado gravemente amenazado a consecuencia del juicio a Tymoshenko. Naturalmente, en la política ucraniana no abundan los santos. De hecho, la corrupción en gran escala ha arraigado en el sistema político del país y diversos grupos oligárquicos se enfrentan entre sí con frecuencia. Las redes de corrupción que rodean el antiguo sistema soviético de gasoductos que transportan el gas desde Siberia hasta la Europa occidental han obstaculizado, evidentemente, el desarrollo político de Ucrania, pero todo el mundo –ya sea santo o pecador– merece un juicio justo, no un simulacro de juicio.

El Estado de derecho debe aplicarse a todos y muy pocos creen que alguna de las acusaciones contra Tymoshenko tendría la menor posibilidad de prosperar en un tribunal occidental. Todo ello parece un intento políticamente dirigido por Yanukovich y sus partidarios de librarse de una oponente sólida antes de las próximas elecciones.

Junto con otros casos similares, esos juicios plantean graves dudas sobre el sistema judicial de Ucrania y los organismos encargados de imponer el cumplimiento de la ley. Constituyen el indicio más claro de que, pese a las garantías ofrecidas por el Gobierno de Yanukovich, Ucrania ha adoptado una dirección equivocada.

Las negociaciones sobre el acuerdo de asociación con la UE deben continuar –se trata de una cuestión de importancia estratégica para Europa–, pero los pasos posteriores dependerán inevitablemente del compromiso de Ucrania con los valores y los principios en que se basa la integración europea. Si continúan las extrañas escenas que se presencian ahora en Kiev, incluso a los mayores amigos de Ucrania en Europa les resultará muy difícil defender una profundización de las relaciones. El juicio a Tymoshenko y el trato que reciba de las autoridades ucranianas no sólo debe ser justo, sino que, además, debe parecerlo.

Las iniciativas de Ucrania con vistas al acercamiento a la UE reflejan sus esfuerzos para modernizar y reformar su economía. De hecho, el país podría llegar a ser una China en miniatura, al situar una capacidad manufacturera en gran escala inmediatamente adyacente al mayor mercado integrado de la economía mundial, y el potencial de Ucrania como productora agrícola es igualmente impresionante.

Sin embargo, actualmente Ucrania está esforzándose por cumplir las condiciones de su programa de asistencia del FMI. El Parlamento desvirtuó una propuesta de reforma de las pensiones de gran alcance, hasta el punto de que ahora resulta prácticamente inútil, y no se han cumplido las repetidas promesas de poner fin a la subvenciones de un consumo energético despilfarrador mediante precios bajos del gas.

Unas políticas de reformas decididas podrían superar esos obstáculos, pero, si Ucrania quiere seguir avanzando por la vía de la UE, debe entender que el Estado de derecho es una condición previa para una integración substancial. El Gobierno de Yanukovich debe revisar su conducta.

En este año, Freedom House concluyó que, desde que Yanukovich llegó al poder en 2010, Ucrania “ha pasado a ser menos democrática y, si no se pone coto a las corrientes actuales, puede internarse por la senda de la autocracia y la cleptocracia”, pero en su evaluación se observaba también que “la diversidad política y cultural es una protección contra la posibilidad de que una sola fuerza domine el espacio político en todo el país”.

Así, pues, el futuro de Ucrania sigue aún por decidir. Es un gran país que merece un futuro seguro y próspero como miembro de la familia de Europa. Lamentablemente, el simulacro de juicio a Yulia Tymoshenko podría convertirla en una prima separada de la familia.

El autor es ministro de Asuntos Exteriores de Suecia

© Project Syndicate y Los Tiempos 1995–2011

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