domingo, 18 de julio de 2010

Sida, un ajuste de cuentas

Paciente víctima del Sida
Foto: AFP
Una enfermera cuida a un paciente terminal en una clínica en Kiev (Ucrania). Europa del Este es una de las regiones más afectadas por la epidemia del sida en la actualidad.

En Australia, un drogadicto recibe 200 agujas al año. La misma persona en Rusia tan sólo tiene acceso a dos. En el Reino de Suazilandia el 25% de los adultos están contagiados con el VIH y en la India menos del 1% de la población, pero por tratarse de un país con más de 1.000 millones de personas el problema es mucho más grave allí que en el pequeño país africano. Si en algunos rincones del planeta el virus cunde entre trabajadoras sexuales, en otros cobra fuerza por la transmisión de hombre a hombre.

Treinta años después de su aparición, la epidemia del sida se ha convertido en un desafío lleno de paradojas. Esta semana expertos de todo el mundo se reunirán en la XVIII Conferencia Internacional del Sida, en Austria, para analizar los avances y retrocesos en la batalla contra esta enfermedad, que en un principio fue conocida como la “peste rosa” porque se creía exclusiva de personas homosexuales y drogadictos. Una equivocación que la historia pronto desmintió. Hoy existen 33,4 millones de personas portadoras de un virus que no distingue entre edades, creencias religiosas, profesiones, razas, ni sexo.

Michel Sidibé, director ejecutivo de Onusida, pregunta si podremos prevenir 7.400 infecciones de VIH que ocurren cada día en el mundo. Su respuesta es que sí es posible, siempre y cuando se fragüe una revolución que combine todo lo aprendido a lo largo de tres décadas sobre prevención y tratamientos.

Una de las estrategias que señala el experto, en el último documento publicado por la organización, es la educación sexual. Un análisis de 83 estudios demostró que educar a los jóvenes en esta materia no desemboca en un incremento de relaciones sexuales y en cambio si permite retrasar la edad de iniciación sexual así como fomentar el uso de preservativos.

Pero esta es sólo una de las tareas pendientes. El compromiso de los hombres adultos es crucial, dice Sidibé. En el Reino Zulú, un buen ejemplo es que la comunidad revivió la práctica de la circuncisión luego de que se demostrara que ofrece un 60% de protección contra el virus.

Descriminalizar a los consumidores de drogas así como a los hombres que tienen sexo con hombres es la ruta para evitar que vivan en la marginalidad, donde la infección se expande con más facilidad. La transmisión del virus de la madre al hijo hoy constituye casi una infamia, pues con un adecuado manejo y tratamiento se puede cerrar esa puerta a la enfermedad.

Gracias a la larga lista de medicamentos descubiertos durante estos años, así como al mejor conocimiento del desempeño del virus dentro del cuerpo, el sida dejó de ser una condena de muerte y pasó a ser otra más de las enfermedades crónicas. Una persona infectada que recibe el adecuado manejo médico y farmacológico hoy puede cumplir con la expectativa de vida de las demás personas en su país.

Como preámbulo a la conferencia en Viena, Onusida y la compañía Zogbiy International por primera vez realizaron una encuesta mundial en la que, región por región, se intentó conocer la opinión de las personas. En términos generales, los resultados muestran lo sensible que resulta el tema para un amplio público.

Se conoció que uno de cada tres habitantes piensa que el mayor logro ha sido despertar la conciencia frente al tema. Los programas de prevención (17,8%) y la invención de fármacos antirretroviarles (17,1%) siguieron en importancia. Tan sólo el 3,9% de los encuestados creen que los programas educativos basados en la abstinencia sexual resultan efectivos, una cifra que silencia las presiones de algunos grupos conservadores que insisten en esta estrategia.

Los sentimientos de esperanza y pesimismo se mezclan a lo ancho del mundo. Mientras el 30% de los asiáticos y el 25% de los europeos se declaran “esperanzados” frente a la epidemia, el 31% de quienes viven en el África Subsahariana creen que “está empeorando”.

Un resultado interesante es que el 65,1% de los encuestados consideran que los adictos a las drogas deben recibir tratamiento en vez de ser enviados a la cárcel. En total, 11.820 personas participaron en el estudio.

Tratamiento 2.0

Si bien todavía no puede hablarse de un parte de victoria, pues las vacunas contra el esquivo enemigo siguen siendo una promesa y no existen medicamentos que lo controlen 100%, los últimos estudios han revelado que si se optimiza la actual terapia antirretroviral en todo el mundo se podría reducir en una tercera parte los casos de sida.

Por ejemplo, el 80% de los costos del tratamiento se pierden en el sistema de suministro y el mantenimiento del paciente en el programa. Un derroche si se piensa que sólo uno de cada tres de ellos recibe los medicamentos que necesita.

Este es apenas una arista del problema. La cantidad de pastillas que debe tomar un paciente es otro factor en contra. Para 1996, cuando surgieron los primeros tratamientos, los enfermos debían ingerir 18 píldoras diarias, unas con el estómago vacío, otras después de las comidas, todas de distintos colores y tamaños. Hoy el régimen se ha reducido a dos o tres pastillas al día. Aún así, uno de los sueños por cumplir es crear una única píldora para facilitar la adherencia al tratamiento.

Otro pilar, según Onusida, es llevar el tratamiento a las personas en riesgo. Un estudio supervisado por la Universidad de Washington demostró que la tasa de transmisión del VIH se reducía el 92% entre las parejas de personas infectadas cuando recibían los medicamentos.

Bajar los precios para los antirretrovirales, mejorar las pruebas diagnósticas y una mayor movilización de las comunidades para crear confianza, socializar el problema y defender los Derechos Humanos, toman parte de la solución en opinión de los analistas.

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