El primer ministro ruso, Vladimir Putin, admitió que era una suma exorbitante: 40.000 millones de dólares para mantener una base naval rusa en Ucrania hasta casi mediados del siglo, y de paso recobrar la influencia en el país vecino.
"Para nosotros, no es sólo una cuestión de dinero", resumió Putin, quien hizo un chiste sobre el hecho de que los 40.000 millones de dólares pagados por conservar en Crimea la flota rusa del Mar Negro le habrían permitido "comerse al presidente ucraniano".
Dicha flota es el símbolo de la recuperación de la influencia rusa en Ucrania bajo el nuevo presidente ucraniano, Victor Yanukovich, tras un quinquenio de conflictos en la época de su predecesor, el pro-occidental Viktor Yushenko, quien deseaba que los navíos de guerra rusos dejaran Ucrania en 2017.
"Toda política exterior eficaz sale cara. Sobre todo si Moscú tiene intenciones de ser líder en el espacio postsoviético", explica Mijail Marguelov, jefe de la comisión de Asuntos Exteriores del Senado ruso, en una nota publicada en el diario Kommersant.
Pero este resurgimiento ruso no es del agrado de todos, como testimonian los violentos incidentes del martes en la cámara de diputados ucraniana y las protestas masivas en las calles de Kiev en momentos en que se aprobaba el acuerdo sobre la permanencia de la flota militar rusa en Crimea.
Rusia controló la mayor parte del territorio de Ucrania durante siglos, tanto en la época zarista como bajo la Unión Soviética y esta dominación dista mucho de haber dejado buenos recuerdos a los ucranianos.
La independencia de Ucrania en 1991, tras la desmembración de la URSS, puso fin al control de Moscú sobre esta república 'hermana', pobre en recursos energéticos (con excepción del carbón), pero rica en tierras fértiles.
Pero fue sobre todo la Revolución Naranja, en 2004, que llevó al poder a Yuschenko, lo que provocó el espectacular vuelco de Ucrania hacia Occidente. Esa sublevación sigue siendo considerada por los observadores como la más dolorosa derrota para Putin, en ese entonces presidente de Rusia, quien había sostenido abiertamente al prorruso Yanukovich.
Pero la balanza se inclinó hacia el otro lado tras la victoria de Yanukovickh en las elecciones presidenciales de comienzos de año, un fenómeno que Moscú ha sabido explotar a una velocidad sorprendente.
"La idea rusa era hacer que Ucrania volviese a su órbita y mantenerla a distancia de las instituciones occidentales", comenta Nico Lange, director de la Fundación Konrad Adenauer en Kiev. "Rusia hace esfuerzos para firmar toda una serie de acuerdos a largo plazo con Ucrania en un tiempo récord. Es increíble cómo va de rápido", añade.
Yanukovich, que debe enfrentarse a una grave crisis económica, obtuvo una rebaja del 30% en los precios del gas ruso a cambio de la permanencia de la flora rusa hasta 2042, lo que representa 40.000 millones de dólares en diez años.
"Hace cinco años, Ucrania soñaba con Europa. En la actualidad es más pragmático, desde el punto de vista de las autoridades, acercarse a Moscú", estima Andrei Riabov, del Centro Carnegie de Moscú. "Ucrania obtiene un carburante barato, así como empleos y se ve obligado a aplazar la reforma de su economía", analiza Riabov.
Pocos días después de la firma, por parte de Yanukovich y su homólogo ruso, Dimitri Medvedev, del acuerdo sobre la flota, Putin viajó a Kiev para sellar esta nueva relación. Allí lanzó la proposición sin precedentes de unir las importantes industrias nucleares civiles de los dos países.
Según informaciones de la prensa rusa, Moscú podría desear igualmente adquirir el 50% del fabricante de aviones ucraniano Antonov, fundado en la época soviética, conocido por sus gigantescos aviones cargueros.
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