Se llamaba Alla, era ucraniana, tenía un hijo y buscan su cuerpo en varios vertederos
Que hay muertos de primera y de segunda es algo que sabemos todos los que nos dedicamos a la información de sucesos. A veces, los periodistas caemos en esa trampa y llegamos hasta a despersonalizar a las víctimas de horribles crímenes. Es el caso de lo sucedido estos días en Fuengirola (Málaga). Una mujer de 36 años, natural de Ucrania, llamada Alla Mefodova, y madre de un hijo, lleva desaparecida desde el pasado 5 de abril y la policía busca desde hace unos días su cuerpo en vertederos de la provincia de Málaga. Su último cliente ha confesado, tal y como adelantó el Diario Sur, que la mató tras beber whisky y consumir cocaína. Después, compró una sierra, la troceó, introdujo su cuerpo en bolsas y las arrojó a varios contenedores.
El crimen es terrible, de una crueldad extrema, pero apenas ha ocupado espacio en la prensa. ¿Porque la víctima es prostituta y, además, extranjera? ¿Porque la única persona que la echó en falta es su hijo? El caso me recuerda otros muchos parecidos y que han pasado casi inadvertidos, como el de Edith Napoleón o el de María Socoro, dos prostitutas asesinadas en Madrid y en Galicia por clientes españoles y de cuyos crímenes casi nadie se ocupó. Interviú fue de las pocas publicaciones que, al menos, puso nombres, apellidos y caras a las víctimas. Por cierto, el crimen ha sido resuelto por agentes de la UDEV Central, los mismos a los que no dejaron continuar con las investigaciones sobre la desaparición de Marta del Castillo por razones que alguien tendrá que explicar alguna vez.
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