lunes, 15 de febrero de 2010

Ucrania: elecciones y revolución naranja (II)

Hace casi un año, escribiendo sobre las revueltas de colores que invadieron el espacio postsoviético, rehusaba entrar a discutir si estas eran golpes de estado o revoluciones. Señalaba que cada una de las revueltas tenía sus propias particularidades, intencionalidades y resultados. Por ello, me centré en explicar las dos dimensiones que compartían todos aquellos casos: la metodológica y la ideológica.

Ahora bien, hay que dejar claro que los resultados de todas aquellas revueltas de colores no fue el mismo. La “Revolución naranja” no fue un movimiento autoritario como si lo fue el de las Rosas en Georgia. Es más, la “revolución naranja” mejoró sensiblemente la democracia ucraniana mientras que la georgiana a raíz del golpe de estado de las Rosas pasó directamente a la UCI.

En Ucrania desde los acontecimientos de 2004 se celebraron todo tipo de elecciones competitivas en las que había incertidumbres y disputa por el poder. En la misma línea, los avances en libertad de prensa han sido significativos, la pluralidad en los medios de comunicación ha aumentado considerablemente a medida que ha aumentado la lucha por el poder entre las dos principales sensibilidades. En cambio, en Georgia han recorrido el camino inverso.

La denominada revolución de las rosas fue un Golpe de estado suave. El posible “fraude electoral” en las elecciones parlamentarias disputadas entre los seguidores de Shevardnadze y los seguidores de su otrora delfín Saakashvili, fue resuelto prácticamente secuestrando a Shevardnadze y expulsándolo al extranjero para a continuación celebrar unas nuevas elecciones con un olor preocupante a plebiscito. Evidentemente las fuerzas agrupadas entorno a Saakashvili arrasaron. Y a partir de ahí la cosa se agravó considerablemente. Llegaron las elecciones presidenciales y nos contaron que la participación fue del 82,8% del censo y que el 96% voto a favor de Saakashvili. Todo un ejemplo de manual de cómo se hacen unas elecciones no competitivas al más puro estilo plebiscitario de cualquier dictadura. Más tarde vendrían las persecuciones políticas a ex colaboradores de su gobierno, seguido de declaraciones de estado de excepción y represión brutal contra los manifestantes en medio de procesos electorales. Todo ello además le ha gustado aderezarlo con cierres de medios de comunicación (incluso el figura se atrevió a cerrar una televisión en la que Rudolf Murdoch prácticamente tenía el 50% del capital), aunque nada comparable a su aventura militar cuando atacó a la República de Osetia del Sur por tierra y aire. Fue lo único que se le ocurriópara seguir en el poder. Pero ya antes del conflicto militar que montó para atrincherarse en el poder, los índices democráticos de Occidente, como el de The Economist señalaban que Georgia era un sistema menos democrático que los Países Bálticos, Moldavia, Ucrania y Rusia, y desde entonces la cosa en vez de mejorar ha seguido empeorando sensiblemente.

Por lo tanto, en Ucrania y en Georgia la metodología para cambiar el gobierno fue similar y el resultado desde el punto de vista ideológico en las relaciones internacionales y en economía fue el mismo: gobiernos de claro corte pronorteamericanos y neoliberales, pero desde el punto de vista estrictamente democrático (lo más importante para el caso) no son para nada comparables. La “revolución naranja” fue el ocaso de la política de cartel que representó mejor que nadie Kuchma y la Revolución de las rosas en Georgia fue un golpe de estado, suave pero golpe de estado.

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