sábado, 29 de agosto de 2009

Supercopa Europea: El Barcelona superó su primer gran reto (1-0)

Pedro y Bojan Krkic, en plena celebración con el Barcelona (MARCA)
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Pedro y Bojan Krkic, en plena celebración con el Barcelona (MARCA)

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Por Ariel Blanco.-

Barcelona-Shakhtar (1-0, en la prórroga):

Como era de esperarse en estas citas, por nombre e historia, el Barcelona se vio en el compromiso de salir a buscar el partido. Y digo se vio en el compromiso porque la búsqueda tenía que ver más con una obligación que con un deseo. Y es sabido, como sucede a menudo en la vida, que el que no quiere no encuentra.

Sumada a la apatía del conjunto catalán, los ucranianos supieron pararse bien y con mucha gente en el fondo reduciendo los espacios. A cada recepción de un catalán había dos ucranianos. El Shakhtar pareció un equipo tímido en ofensiva que no aprovechó la velocidad de los brasileños Ilsinho, William, Fernandinho y Luiz Adriano, ya que se limitaban más a defender que a crear.

Por eso, el Barça nunca llegó a desplegar su fútbol de toque vertical, de rotación y velocidad. Tan sólo ha llegado con algunos tiros aislados de Henry y Messi.

Un libre directo de Messi en el último minuto de la primera parte pudo haber cambiado la historia si el árbitro cobraba penalti por una mano que se desprendió de forma elocuentepor sobre la barrera. En el primer tiempo ambos equipos dejaron cuentas a pagar, sobre todo para el espectáculo, pero los ucranianos hacían su negocio en base a un fútbol físico, táctico y, a veces, áspero. El plantillazo de Srna a los gobelinos de Yaya Touré, en ese sentido, fue una pintura de terror gótico. Casi le deja estéril.

El segundo tiempo no varió en el planteamiento, aunque el Barça intentó con un poco más de fuerza anímica, intentando ser consciente de su protagonismo; pero lo único que crecía en las estadísticas era la posesión del balón de los blaugrana. Messi retrocedió unos metros para tomar más contacto con el balón y comenzar a generar espacios apilando ucranianos, pero eran demasiados y nunca llegaba el pase final o el tiro claro; los Naranjas -hoy vestidos de blanco- no dejaban huecos.

Los más optimistas esperaban que el Shakthar se cansara, pero los ucranianos sabían que allí radicaba su fortaleza, y que hoy por hoy, no hay equipo que pueda vencer al Barça jugando con sus parámetros, con lo cual los de Lucescu siguieron manteniendo su combatibidad y su disciplina táctica.

Pedro reemplazó a Ibrahimovich, que tuvo sus ochenta minutos de desgracia donde intentó una volea e hizo gala de sus egoistas aspiraciones de estrella y realizó un tiro de fuera del área que contuvo el portero cuando tenía a Messi a la derecha y a Henry a su izquierda con mejores posibilidades.

Messi lo intentó como nadie, sabía que todo dependía de sus botas: tiros de fuera, apiladas, a punto estuvo en el minuto final si no se le iba apenas adelantado el balón. Pero el Shakhtar seguía firme y el cero inamovible. Y la impotencia del Duende le llevó a emular a Zidane, y por poco no se marcha luego de golpear a Srna con un cabezazo al rostro del croata.

Y en cero se acabó el tiempo para ambos. En la primera parte del suplementerio las cosas no cambiaron, pero el más cansado ya era el Barça, el trabajo impecable de desgaste del Shakhtar surtía efecto y ahora apostaba a algún pase largo que pueda dar el golpe.

Y a punto estuvo en el 99' el nigeriano Julius Agahowa si Víctor Valdés no lo impedía. Y dos minutos más tarde, Bojan se metió en velocidad al área ucraniana y el portero salvó lo que sería la victoria. Lo intentó luego desde fuera Alves, pero no era el día, o la noche. O tal vez sí, porque a veces los méritos alcanzan y las buenas intenciones se premian.

Al minuto 116, cuando todo parecía encaminarse a los penaltis, una vez más apareció el mejor del campo de juego. Lionel Messi apiló a un par de jugadores y cedió a Pedro, que estuvo muy inteligente leyendo la maniobra del argentino para marcarle el pase.

Lo dio Messi, justo a tiempo, y Pedro, con un disparo colocado a la base del palo, alzaba a los de Guardiola una vez más en triunfos importantes y siempre sin traicionar su filosofía de juego. Merecido, claro, porque tanto el fútbol como la vida suelen premiar a los valientes.

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