domingo, 15 de marzo de 2009

Seviche de camarón contra el racismo

Su primer apellido es Menéndez, pero sus rasgos, facciones y acento no son españoles. Linolmila llegó a Asturias hace siete años procedente de Ucrania, porque su padre, un niño de la guerra exiliado en el país extranjero y casado con una ucraniana, decidió regresar en 2002 con su familia a la región. Ahora, Linolmila se enfrenta a la realidad de la vida de una inmigrante, aunque reconoce que «se puede contar con gente buena».

Ésta es sólo una historia de las muchas que se dieron cita ayer en la comida multicultural, organizada en las IV Jornadas contra el racismo y la xenofobia, en el parque de Los Pericones. «Mi vecina rumana nos avisó de la comida», explicó Linolmila Menéndez, que acudió al encuentro con un pastel de hígado de carne y una ensalada de vinagreta con remolacha, pimiento salado y cebolla. «Típico de mi país», aseguró.

«Un seviche de camarón, ¿no sabe lo que es un seviche?». Ramón López y José Elías decidieron aportar el toque ecuatoriano a la comida con una especie de sopa de langostinos con la que esperaban «sorprender a los españoles». Ambos, trabajadores de la construcción, llegaron a Gijón hace siete años en busca de empleo. Ahora se encuentran en el paro. «Nos acostumbramos bien a la comida de aquí, aunque extrañamos nuestra cocina», reconocieron los de Ecuador, quienes aseguraron no haberse encontrado «nunca en una situación discriminatoria».

La que sí se ha encontrado trabas en su camino es Adela Gabarri. Ella no viene de ningún país extranjero, es más, nació en Asturias, pero su etnia gitana ha condicionado toda su vida. «Los gitanos sabemos participar y podemos convivir con el resto de la sociedad», aseguró la mujer, que aunque cree que «las cosas han mejorado porque antes no teníamos tantos conocimientos como ahora», siente que el racismo sigue existiendo. «Nos gusta venir a esta comida porque aquí nos sentimos personas, pero todos tenemos que poner de nuestra parte» apostilló la mujer.

David Harutyunyan llegó hace tres años de Armenia en busca de asilo político. En ese tiempo ha descubierto que la gente de Asturias es «buena y con mucho corazón». Ahora trabaja como montador de muebles en una carpintería en la ciudad y asegura que le encanta Asturias. ¿Su comida? «Unas magdalenas gigantes».

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