lunes, 12 de enero de 2009

Putin gana la guerra del frío

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

Detrás de los juegos de manos de Rusia con el suministro de gas para Europa se esconden varias advertencias, apenas encubiertas, a los diseñadores de estrategias globales que incluyen el ingreso futuro de Ucrania en la Unión Europea y en la OTAN. La morosidad ucraniana --Kiev debe los recibos del gas de noviembre y diciembre-- y el desacuerdo tarifario no deben inducir a error: el primer ministro ruso, Vladimir Putin, ha utilizado la red que surte Gazprom para comprometer a los europeos en la solución de una crisis que ellos ni desearon ni provocaron. Les ha obligado a meterse en Ucrania y atenerse a sus exigencias --inspeccionar el paso sin fugas del gas siberiano con destino a los países de Occidente--, con el propósito añadido de desautorizar a los gobernantes ucranianos.
Claro que las autoridades de Ucrania y el caos político del país no son ajenos a la crisis. Pero los aires amenazantes del Gobierno ruso, que sigue sin aceptar los términos de un acuerdo internacional para asegurar el suministro a Occidente, evidencian una vez más la debilidad energética de la UE y los errores de cálculo de esta, que hasta la fecha reciente soñó con llevar sus límites y los de la OTAN a las puertas de Rusia, un país que está tan lejos de ser la potencia inexpugnable que fue durante la guerra fría como el títere decadente de los años 90.
Al someter a los europeos a una cura de frío riguroso, Rusia consigue, además, desvanecer cualquier proyecto inmediato de renegociar a la baja los precios del gas después de la caída espectacular de los del petróleo. La fuerza de los hechos ha confirmado algo vaticinado por los expertos en materia energética que justifica los manejos de Putin: que la crisis financiera mundial no afectaría al mercado del gas porque, llegado el invierno, la generación de calor se mantendría dentro de parámetros parecidos a los del ejercicio anterior. Ni siquiera un invierno benigno, lo contrario del que padecemos, hubiese modificado sensiblemente el pronóstico.
Los gobiernos de la UE solo pueden sacar una consecuencia de estos sucesos: es indispensable diversificar las fuentes energéticas para librarse del chantaje. Es ineludible disponer de varios suministradores y de varias modalidades de suministro --en este sentido, la política española en la materia es un buen ejemplo-- para disfrutar de un grado razonable de independencia. No hacerlo significa plegarse, sin defensa posible, a los designios de terceros

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