lunes, 26 de enero de 2009

La crisis en Ucrania obliga a las asociaciones a pedir más familias para niños de Chernóbil

Amelia, vecina de Puerto de Sagunto, se despidió el pasado miércoles de Aptem, el pequeño ucraniano que acoge desde el 2006. Terminan así sus vacaciones de Navidad en la familia de acogida. Vuelve con los suyos, a los que lleva algunos regalos por cortesía de su familia valenciana. Aquí deja un vacío que se llenará de nuevo en verano, cuando retorne a la Comunitat.

Amelia participa en el programa de vacaciones que impulsa la Fundación Juntos por la Vida, y permite a los menores escapar de la dura rutina de su país durante dos meses. Unos proceden de familias desestructuradas y de escasos recursos. Otros, de las zonas afectadas por la explosión de la central nuclear de Chernóbil. El pequeño Aptem tendrá suerte, pues ya dispone de personas que se harán cargo de él en verano. También su hermano gemelo, que está con otra familia valenciana, así como otros 160 menores. Pero para 20 de ellos será más difícil al no existir todavía una familia dispuesta a acogerlos durante las vacaciones.

La Fundación ha decidido traerse este año a 20 niños más que en ediciones anteriores con el objetivo de atender al mayor número posible. Incluso no descartan ampliar los beneficiarios, algo que se decidirá tras una visita de los responsables de la entidad a una zona ucraniana donde la comunidad infantil resulta especialmente castigada. La necesidad de una veintena de voluntarios ha llevado a la asociación a hacer un llamamiento para que ningún niño se pierda sus vacaciones.

Tal y como explica la presidenta, Clara Arnal, el plazo para apuntarse se cierra en marzo, debido al ingente papeleo que deben realizar para poder traer a los pequeños. Además, señala que no es habitual que falten familias. "No sé si será por la crisis o porque la gente tiene la cabeza en otro lado", sentencia.

La situación de este año es diferente, teniendo en cuenta la grave crisis que sufre el país, cuya punta de lanza ha saturado los medios de comunicación: los problemas con el suministro de gas. Esto ha motivado el esfuerzo extra de la asociación por traer al máximo número de niños posible dentro de sus posibilidades. Arnal explica que en su última estancia en Kiev tuvieron problemas con el agua caliente y la calefacción. Y estaban en la capital. "En las zonas rurales la situación es mucho peor", añade, tras recordar que las temperaturas alcanzan los 20 grados bajo cero.

Amelia se decidió a participar en el programa tras escuchar en la radio el testimonio de otra familia acogedora. Recuerda como si fuera ayer los primeros días de Aptem en su familia. "Fue un choque muy fuerte para un niño de 6 años, que es la edad que tenía", dice. "Hablaba poco y tenía problemas con el idioma", añade. Eso sí, no perdía detalle. "Lo miraba todo. Son como una esponja", explica.

En su país de origen vive en una familia desestructurada. Allí se ha llevado los juguetes que le trajeron los Reyes Magos: un barco pirata, herramientas y un juego de pin y pon. "Le encantan las cosas pequeñas. Es de manipulación fina", explica su madre de acogida.

Es difícil expresar lo que reportan los niños a las familias acogedoras. "De todo lo que les das, ellos te aportan el doble", dice Amelia. Recuerda que hace poco se acercó, le dio un abrazo y le dijo "te quiero". Sin motivo aparente y de forma espontánea. "No hay dinero que pague esto", sentencia.

Además del programa de vacaciones de verano, la Fundación también se trae a los niños en Navidad. Los 70 de este año volvieron la pasada semana. "Da pena cuando se van, pero lo hacen contentos de volver a ver a sus familias", dice Amelia.

El programa resulta especialmente beneficioso para los que sufren alguna secuela de la radiación. "Es muy conveniente para estos niños pasar períodos de descanso y rehabilitación lejos de la zona afectada dada la gran capacidad que tiene el organismo infantil para eliminar los radio nucleidos en ambientes no contaminados", según la Fundación que promueve el programa. 

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