lunes, 1 de diciembre de 2008

El primer Lem

Hay libros que recordamos como historias preciosas, aterradoras o inquietantes. Al pasar el tiempo quizás mantendremos en nuestra memoria detalles de su protagonista, de la temática o hasta de una subtrama concreta. Pero en el caso de El hospital de la transfiguración de Stanislaw Lem creo que lo que recordaré son tres momentos en los que el autor urde magistralmente –aún habiendo escrito el texto con solo 27 años– descripción y narración para explicarnos un entierro, una operación quirúrgica y una situación sin salida.En una excursión reciente con unos amigos uno de ellos me preguntó: ¿Y qué lees ahora? Le respondí que leía a Lem, un escritor polaco conocido por sus obras de ciencia ficción y que ahora la editorial Impedimenta recupera a través de sus obras realistas. ¿Y de qué va su libro? Insistió, puesto que la caminata daba para mucho. Entonces le dije que justo acababa de comenzar el libro pero preveía que me iba a gustar ya que su primer capítulo me había impactado y mucho. ¿Y de qué va el capítulo? Pues bien, se titula El funeral y trata de la descripción de un entierro y su celebración en unas treinta páginas.Tesoros inesperadosSupongo que no es muy alentador: empezar un libro con la descripción pormenorizada de un funeral, con una acción lenta, con detalles sobre el estado de los caminos de un pueblo en la Polonia rural… ¿me seguís? Pues a mi es este tipo de literatura me fascina. Y más si contiene perlas como el recuerdo que tiene el protagonista de una conversación con su padre en la que este le dice: "…quería un hijo, pero no eras tú, pues como no te conocía, no podía querer que nacieras precisamente… Yo quería un hijo en abstracto, y tú eres un hijo en concreto…". Para pensar un rato: esta novela esconde tesoros inesperados, hasta en la última situación descrita, en el último pensamiento, en la última frase.La novela está ambientada en un pueblecito a dónde llega el joven doctor Stefan Trzyniecki, que viene por esto del entierro. Se encuentra con una situación confusa. Los alemanes están ocupando el país y el joven no puede volver a su casa pero tiene la suerte, si se puede decir así, de conseguir un trabajo en un hospital psiquiátrico situado en un bosque recóndito. Allá parece que el tiempo se ha parado. Pronto comprobará que los métodos clínicos que se utilizan son más que discutibles. Los enfermos son sometidos a pruebas macabras. Pero esto no va a ser nada con lo que le espera. Los nazis avanzan y pronto descubren la existencia del lugar.Estilo, personaje y tensiónLas descripciones de paisajes (p. 277) o de estancias (279-280) son puntualmente brillantes, con un estilo que muestra las potencialidades de un gran escritor. La experiencia de Stefan marcará sin duda su vida, lo transfigurará en otra persona: pero esta metamorfosis empieza al final, ya forma parte de lo que queda más allá de la novela. Stefan experimenta situaciones en las que aflorará lo más mezquino de la condición humana. Creo que la obra transmite muy bien la consternación de un joven escritor "repatriado", en realidad deportado a Cracovia -puesto que Lvov pasó a formar parte de Ucrania tras los acuerdos entre las grandes potencias en 1946-, donde dos años más tarde Lem terminará este libro.Como digo, en general es una buena obra, pero remarcaría tres momentos que pinzan la tensión narrativa junto a otros. Tras el primer capítulo –más bien un largo anticlímax– Lem nos ofrece un crescendo literario insuperable que culmina en doce páginas (159-171) en las que describe cómo se opera a un enfermo de un tumor cerebral. He quedado absorto ante la fuerza literaria de este tramo central de la obra que se completará con otro clímax hacia al final, cuando los doctores intentan organizarse ante el inminente asalto al sanatorio, que ocupa el último capítulo titulado Aqueronte. Este capítulo redondea una obra que empieza con cierta letargia y termina con una tormenta literaria.Superar las censurasLa exploración de lo mezquino de la humanidad va a ser una constante en la carrera literaria de Lem. El escritor pronto se apartará del realismo, dado que la censura comunista le va a poner las cosas muy difíciles. Lem pudo publicar el libro hasta 1955. Los censores le obligaban a realizar cambios constantes en el manuscrito y finalmente repudiaron la obra, tachada de "contrarevolucionaria".En 1951, con treinta años y sin aún haber podido publicar esta novela, Lem impulsó su carrera literaria con Los astronautas. Junto con El hombre de Marte y La nebulosa de Magallanes, esta tríada conforma los inicios del maestro de ciencia ficción que más tarde escribirá Solaris, su obra más conocida, llevada al cine por Steven Soderbergh y protagonizada por George Clooney.Edición necesariaQuisiera hacer notar la buena labor de los editores, por el atractivo formato de esta colección. Acompaña el libro una nota de interés en la que se ofrece una pertinente contextualización. Esta apuesta es valiente y necesaria, puesto que es la primera vez que se presenta en castellano esta novela de Lem, que en nuestro país sólo se conocía por sus obras de ciencia ficción. En estos días de copiosas comidas, llamadas constantes, paseos interminables por centros comerciales, cenas de empresa y encerronas de amigos invisibles y otras rarezas, la recomendación que hace Fernando Marías en el prólogo me parece del todo conveniente: "Enciérrate en casa, lector, desconecta el teléfono, miente para anular las cenas previamente comprometidas y lee este libro sin demorarte un minuto: el tren se acerca ya a Nieczawy, no vayas a perderlo".

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