lunes, 1 de septiembre de 2008

La dependencia europea de Georgia

El conflicto entre Rusia y Georgia ha puesto de manifiesto la valiosa ubicación geoestratégica del pequeño país caucásico. Los oleoductos que atraviesan su territorio son la pieza clave del plan de la Unión Europea para disminuir su dependencia energética de Rusia. Mientras, para Moscú, los puertos georgianos aparecen como una tentadora alternativa para su flota del mar Negro, fondeada ahora en Sebastopol bajo el auspicio de un aspirante a ingresar en la OTAN (Ucrania), y rodeada por las costas de miembros de la Alianza Atlántica.
La debilidad de Georgia ante los tanques rusos ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los planes europeos de abrir un «cuarto corredor» para el gas natural que abastece los hogares europeos, que sirva como alternativa al que proviene de Noruega, de Argelia y, sobre todo, de Rusia (los tres países producen la mitad del gas que consume Europa).
La necesidad de diversificar las fuentes del abastecimiento energético la situó en el corazón de la agenda comunitaria la entonces comisaria de Transporte y Energía, Loyola de Palacio, con la publicación en noviembre de 2000 de un libro verde sobre seguridad energética. Las cifras que contenía fueron ratificadas por la Comisión Europea en marzo de 2006: «En los próximos 20 ó 30 años, un 70 por ciento de las necesidades energéticas de la Unión se satisfarán mediante productos importados, frente al 50 por ciento actual».
La gran apuesta europea es el proyecto conocido como Nabucco, un gasoducto de 3.400 kilómetros que para el año 2012 debería encaminar el gas de grandes productores como Azerbaiyán, Turkmenistán o Kazajastán a los consumidores europeos sin pasar por suelo ruso. El gasoducto utilizaría las infraestructuras georgianas para conectar Bakú (capital azerí) y Austria vía Turquía, Bulgaria, Rumanía y Hungría. Una ruta mucho más segura que las tuberías rusas, y que en el futuro podría conectarse también con Irán, país que alberga las segundas mayores reservas de gas natural.
Pero su viabilidad ha quedado en entredicho con los proyectiles rusos cayendo a escasos kilómetros del Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC), el único oleoducto en funcionamiento (desde 2005) que lleva el petróleo del Caspio al Mediterráneo sorteando Rusia. «Después del conflicto militar con Rusia, Georgia ya no puede aparecer en los mapas de gas y petróleo como una ruta de tránsito segura», declaraba recientemente Pavel K. Baev, experto del International Peace Research Institute de Oslo.
España, a salvo
El mensaje lanzado por la artillería rusa reitera de manera brutal la voluntad que Moscú ya había mostrado de utilizar el «arma energética» para amedrentar a sus vecinos. En 2006, por ejemplo, interrumpió el suministro de gas a Ucrania, mientras que este verano ha recortado el 50 por ciento del flujo de gas a la República Checa como castigo por la instalación del escudo antimisiles de EE.UU. España parece a salvo puesto que importa su gas de países como Argelia, Nigeria y Trinidad y Tobago, pero el 19 por ciento del petróleo proviene de Rusia. La dependencia del gas ruso es mucho más grave en países como Alemania (36 por ciento), Polonia (47 por ciento), y Eslovaquia y Bulgaria (100 por cien).
La compañía estatal rusa, Gazprom, ha lanzado además con Italia un contraproyecto conocido como South Stream, y ha firmado ya acuerdos con compañías italianas, búlgaras y austriacas. Una estrategia que «hace languidecer los planes de alternativas que circunvalen Rusia», según un reciente estudio de «The Economist».

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