miércoles, 11 de junio de 2008

¿LA NUEVA GUERRA FRÍA?

El término de la Segunda Guerra Mundial dio paso a un nuevo periodo en las relaciones internacionales donde el poder en el mundo se caracterizó de una bipolaridad que disminuyó sustancialmente el peso de Europa en los asuntos internacionales. Esta bipolaridad alimentó la carrera armamentista, cuyo clímax se vivió durante la crisis de los misiles en 1962, poniendo al mundo al borde de una guerra nuclear. Mientras que la Guerra Fría y la bipolaridad en las relaciones de poder culminaron tras la desintegración de la Unión Soviética en 1991, podemos observar que en cierto modo, ciertos instrumentos de esta contienda ideológica como la OTAN y, en cierta medida, la carrera armamentista siguen vivos. Ahora que la URSS se ha extinto, las tensiones de la era soviética entre Estados Unidos y Rusia permanecen, aunque a nivel discurso muestren amistad y cooperación, como fue evidenciado en el encuentro entre Bush y Putin el pasado seis de abril tras la cumbre de la OTAN en Bucarest. Mientras que la OTAN sigue en su camino de expansión hacia el este, Rusia se ha vuelto cautelosa, pero más aun defensiva. El pasado seis de junio se atestiguó durante la cumbre de presidentes de 12 ex repúblicas soviéticas en San Petersburgo una nueva amenaza por parte del presidente Dmitry Medvedev a su contraparte ucraniana, Victor Yushchenko, en caso de adherirse a esta instancia de defensa. El que la OTAN se siga expandiendo por Europa del este a países que hace escasos 20 años todavía eran parte de la URSS y el papel defensivo y temeroso que ha adoptado Moscú para evitar a toda costa esta expansión comprueba no sólo que las tensiones de la era de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia no han cesado, sino que por el contrario seguirán intensificándose ante el prospecto de la adhesión de nuevos integrantes al bloque de defensa que se encuentran dentro del radar de seguridad nacional rusa.
Desde que se desempeñó como Primer Ministro en Ucrania en 2002, Yushchenko dejó muy en claro su postura hacia Occidente. Reformando su plataforma política y mostrando claras tendencias liberales, como su deseo de adherirse a la OTAN, Yushchenko se ganó la enemistad del ex presidente ruso Vladimir Putin. Aunque desde el inicio de su presidencia en 2005 el ucraniano haya dado prioridad en política exterior a la relación estratégica con Rusia, la posición de Yushchenko respecto a la integración europea de ex repúblicas soviéticas es el punto de tensión más grave entre ambas naciones, ineludiblemente conectadas por lazos culturales e históricos. Moscú se enfurece además porque Estados Unidos respalda las políticas liberales del liderazgo ucraniano que la han alejado de la esfera de influencia rusa, más concretamente su admisión a la OTAN. En Moscú, la posible adhesión de Ucrania a la OTAN es percibida como una fuerte amenaza para la seguridad rusa. Desde el término de la Guerra Fría, la organización de defensa ha marcado fuertemente su expansión para incluir en un inicio a Polonia, Hungría y la República Checa. En 2004, se extendió hasta la costa del Mar Negro al incluir a Bulgaria y a las tres repúblicas bálticas, que también formaron parte de la URSS- Estonia, Letonia y Lituania.
Durante la cumbre más reciente de la OTAN en Bucarest el pasado mes de abril, el presidente estadounidense George Bush cabildeó activamente entre los miembros europeos a favor de la adhesión de Georgia y Ucrania. El dos de abril, el mandatario estadounidense afirmó que ayudar a Ucrania a moverse hacia la obtención de una membresía de la OTAN se encuentra en los intereses de todos los miembros de dicha alianza y ayudaría al fortalecimiento de la seguridad y la libertad en la región y en el mundo entero. La inclusión de éstas ex repúblicas soviéticas es favorecida por la potencia norteamericana al constituir un mayor balance de poder a su favor en contra de Rusia. Este país es percibido en Washington como un régimen semi autoritario con fachada de democrático que ha logrado un enorme grado de independencia e impredecibilidad en el escenario internacional. Aunque el cabildeo de Bush durante dicha cumbre no se puede calificar en su totalidad como exitoso ante la clara oposición de Francia y Alemania, se pudo concluir entre los miembros que, aunque no se ha dado una agenda particular para la adhesión de las dos ex repúblicas soviéticas, esta eventualidad es una realidad. Es por eso que Dmitri Medvedev, quien fue elegido particularmente por Putin para sucederlo, ha advertido a ambos países acerca de su adhesión a la OTAN, ofreciendo continuidad a la política exterior del ex presidente, que ahora funge como primer ministro. En el caso particular de Ucrania, el argumento de Rusia se centra en el hecho de que en 1997, ambos países firmaron un acuerdo de amistad y cooperación que obliga a ambas partes a limitarse de tomar acciones que pudieran crear amenazas o riesgos para la otra parte. La expansión de la OTAN a la frontera occidental rusa, que ya inición en 2004 con la adhesión de las tres repúblicas bálticas, constituye para Moscú una fuerte amenaza que parece imposible de detener.
A pesar de que la posible adhesión a la OTAN es el punto más fuerte de tensión entre Ucrania y Rusia, esa no es la única razón por la que Moscú aboga por el cumplimiento del tratado firmado entre ambos países en 1997. El liderazgo pro Occidental en Kiev ha anunciado que desea revisar la presencia de la flota rusa en el Mar Negro, particularmente en el puerto ucraniano de Sevastopol, que hasta 1954 formaba parte del territorio soviético. El pasado seis de junio, el ministro de relaciones exteriores ruso Sergei Lavrov afirmó en San Petersburgo que desea que se resuelvan los problemas relacionados con el funcionamiento de personal ruso en Sevastopol, sin que se recurra a medidas unilaterales tomadas por Kiev. Similar al caso de la base estadounidense en Manta, Ecuador, Rusia tiene un contrato con Ucrania para utilizar Sevastopol hasta el año 2017. Recientemente, Yushchenko ordenó a su gobierno empezar a tomar las medidas pertinentes para la partida del personal ruso, lo cual fue considerado como prematuro por Moscú.
La adhesión de Ucrania a la OTAN significaría un intenso golpe en las ya deterioradas relaciones entre Rusia y Occidente, particularmente entre Rusia y Estados Unidos. Francia y Alemania se han pronunciado en contra de admitir a Ucrania y Georgia en la OTAN, temiendo que esta jugada pudiese deteriorar las relaciones entre Europa y Rusia. Al menos Alemania se ha mantenido firme en esta posición, particularmente desde el recibimiento que le dio Angela Merkel al presidente ruso en Berlín el pasado cinco de junio. Durante esta visita, el mandatario ruso habló acerca de la creación de un nuevo pacto de seguridad para toda Europa basado en la carta de las Naciones Unidas para controlar amenazas externas y el tráfico de armas. Estas propuestas fueron recibidas de manera muy positiva por la canciller alemana. Como se puede percibir, Moscú intenta a toda costa aislar a Estados Unidos y detener la futura expansión de la OTAN. Sin embargo, Europa aun se encuentra imposibilitada para actuar en cuestiones de seguridad sin el respaldo de Estados Unidos. El que Rusia se presente a las cumbres de la OTAN y mantenga charlas con este organo de defensa envía una clara señal de que ha aceptado que poco puede hacer para evitar su expansión. Mientras Europa intenta conciliar a los antiguos rivales y líderes de los dos polos que encabezaron la Guerra Fría, estos siguen encontrando puntos de tensión que amenazan con regresar al estado de constante tensión del siglo XX. De acuerdo con Ivan Krastev, escribiendo para la revista Foreign Policy, la actual política exterior rusa explica la preferencia de Moscú por orden internacional del periodo de entre guerras basado en la soberanía ilimitada y la política de esferas de influencia. Esto es precisamente lo que más inquieta a Washington y lo que mantiene a las relaciones entre ambos centros de poder en un estado áspero, pues no sólo contienden en temas concernientes a la expansión de la OTAN, sino también en temas como los planes estadounidenses de defensa que contemplan el posicionamiento de un escudo de misiles en Europa del este y el manejo de la crisis con Irán. Esto confirma que, aunque la Guerra Fría culminó con el desplome de la Unión Soviética en 1991, el actual ordenamiento y la agenda entre Occidente y Rusia siguen revelando rivalidades del mundo bipolar del siglo XX. Aunque es muy claro que, no habrá un enfrentamiento entre ambas partes ante la futura expansión de la OTAN, el precio a pagar de tal eventualidad será muy alto.

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