lunes, 23 de junio de 2008

"Cuando mi primita gritaba que tenía hambre, le pegaban"

La mano dura de Stalin dejó en Ucrania millones de muertos al socializar la tierra. El recuerdo de una mujer que rehizo su vida aquí.? Los vimos venir y nos escondimos al lado del río, entre los yuyos, congeladas". María Panasenko tenía cinco años cuando José Stalin ahondó su ofensiva contra el campesinado de Ucrania profundizando el comunismo, en 1930. Vivía cerca de Dniepropetrovsk, "un pueblo de 5.000 casas en el que luego de 1933 quedaban 300".Reconstruyó su vida en Hudson, tras pasar un tiempo en Ranelagh y en San Miguel del Monte, donde se instaló en 1949, apenas llegó al país. Su hogar atesora recuerdos de su tierra natal, como su memoria guarda los de aquellos años. "Escuchábamos los llantos, los gritos, pero no salimos de los yuyos, porque nos sacarían la ropa, los zapatos, todo". De poco sirvió "Vivíamos en una chacra. Teníamos algunos animales y la cosecha se vendía o la usábamos para comer", recuerda. "Dijeron que éramos ricos, nos cargaron en vagones para animales y nos llevaron del otro lado de los Urales. La hijita de mi tío, de sólo seis meses, murió de frío". El regreso, clandestino, los enfrentó con otra Ucrania. María recuerda las revueltas de la gente, "que quería seguir como antes, con su tierrita sus tres o cinco hectáreas. Se defendían como podían, con palos, rastrillos, palas, pero los pasaban por arriba. Era una masacre".María monologa: "La gente ya no tenía nada para darle al Estado. Algunos escondían repollo, papa, remolacha, cáscara de papas o granos para el invierno. Pero venían con unos hierros, buscaban los escondites y se llevaban todo"."En el invierno de 1932 ya veías morir a la gente en la calle, a los chicos, tirados. Donde vivíamos, había unos galpones llenos de trigo. Cuando lo cargaban al tren, los chicos corrían para agarrar algunos granos, pero antes de que llegaran le tiraban veneno encima. A uno que robó espigas, un guarda lo mató a latigazos. No jugábamos. Buscábamos comida. En verano comíamos grillitos, lombrices, algún pescadito, las flores, el pasto".Mientras sirve té, la mujer viaja en el tiempo y cuenta cómolloraba cuando veía cómo se desperdiciaba comida en Argentina cuando ella llegó. "No lo podía creer. Era una época de abundancia", dice, y vuelve a 1933. A pesar de las prohibiciones, los Panasenko atravesaron la frontera. "En Rusia todo era como antes, no había kolhoz y había lo que quisieras", resalta. Una evidencia que los académicos ucranios esgrimen al sostener que el Holodomor fue contra los ucranios. Para que su padre no fuera detenido, volvieron a Ucrania y María retornó al colegio. "Los chicos eran esqueletos. Cabeza y panza. Como tenían hambre, tomaban, el agua se metía como debajo de la piel y se veían transparentes, de color violáceo". Al anochecer, patrullas recorrían las calles y cargaban a los cadáveres y a moribundos en camiones que los volcaban en fosas comunes. En las casas nadie hablaba del tema. "Cuando mi primita gritaba que tenía hambre, le pegaban para que se callara", confiesa María. Y recuerda a Nadia, una nena que vivía al lado de su casa, cuyos tres hermanos y su papá ya habían muerto de hambre. "Siempre le llevaba unas miguitas de pan que me daban en la escuela. Una tarde no la vi y le pregunté a su mamá". "No está", dice María que le contestó la mujer, antes de ofrecerle un plato de comida. "Ahí, en la gelatina, ví la manito de Nadia. Yo estaba hambrienta, pero me levanté y corrí sin saber para donde iba". El tiempo pasó. Pasó la guerra. Hubo un desarraigo. Hubo cuatro hijos. "Pero lo que yo vi. Eso no se olvida".

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