miércoles, 13 de febrero de 2008

Ucrania hace a Rusia adaptarse a sus iniciativas sociales. Nezavisimaya Gazeta

Con su apuesta por el populismo, Yulia Timoshenko está barriendo los clichés de lo permitido en las reformas sociales dentro del espacio postsoviético. La primera ministra de Ucrania eleva el listón de estándares sociales en su país, que no es tan rico como Rusia en recursos naturales, y por tanto empuja a Moscú a revisar los planes ya existentes para encontrar respuestas adecuadas a nuevos retos, constata Nezavisimaya Gazeta en su editorial del miércoles.

En abril de 2005, durante el primer mandato de Timoshenko, Ucrania subió el subsidio por maternidad a casi 1.700 dólares, un nivel varias veces superior al que existía en Rusia. Ésta introdujo a partir de 2007 los pagos del llamado "capital materno": el equivalente actual de US$10.000 indexado en función de la inflación. Hoy en día, los ucranianos examinan la posibilidad de duplicar el subsidio por maternidad o pagar a las familias una suma doble por el segundo hijo, la triple por el tercero, etcétera.
La vuelta de Timoshenko a la jefatura del Gobierno, en otoño de 2007, aportó una serie de desafíos aún más serios. Pocos se esperaban que esta líder carismática cumpliese su promesa de compensarle a la gente los ahorros devaluados en el Sberbank de la URSS. Y que encima aplicara un coeficiente compensatorio cinco veces más generoso en comparación con el que usa Rusia. Más del 90% de los ahorristas podrán beneficiarse de esta medida en Ucrania, mientras que el programa de compensaciones en Rusia se extiende a una categoría muy limitada. Como resultado, Moscú se vio obligado en enero a revisar urgentemente los anteriores planes y contemplar para este año una partida doble a tales efectos.
Los jubilados en Ucrania cobran desde enero pasado una pensión casi idéntica a la de sus coetáneos rusos -148,5 dólares mensuales - mientras que en la década del 90 y hasta en el año 2000 recibían una suma dos o tres veces inferior. Timoshenko promete nuevas subidas: de un 35% en total para este año e incrementos anuales del 25% más tarde. De cumplirse estas promesas, los ancianos rusos van a envidiar a los ucranianos. Rusia no se permite semejantes subidas a pesar de que las ganancias por la exportación del petróleo y el gas van en aumento, hay reservas internacionales de casi medio billón de dólares y alrededor de US$200.000 millones en el Fondo de Estabilización. Todo indica que el próximo presidente de Rusia se verá obligado a incrementar las pensiones por encima de lo previsto.
Timoshenko no para de generar nuevas iniciativas sociales y a Moscú le costará trabajo responder a su promesa de suprimir la mili y profesionalizar el Ejército en cuestión de un año. Lo único que le queda es esperar que el sistema financiero y presupuestario de Ucrania no pueda con ello, o hacer lo posible por que la populista incorregible deje la jefatura del Gobierno cuanto antes.
En cualquier país del mundo, las pensiones entran en la categoría de problemas extremadamente complicados y espinosos en plano político. Es precisamente por ello porque suelen estar en el centro de las campañas electorales, ante todo, las presidenciales. Una parte considerable de los electores acude a las urnas porque les preocupa el tema de las pensiones. Todo indica que los políticos de primera fila en Rusia pasan por alto este tema y, lamentablemente, prefieren delegar la solución de funcionarios ministeriales de rango intermedio. No es de extrañar, por tanto, que los jubilados de otros países postsoviéticos tengan poco que envidiar a sus colegas rusos.

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