Orfandad, sordidez

La sección oficial del Festival de Cine atraviesa una fase sórdida, aunque reveladora del estado de las cosas y de la estampa que Europa da de sí misma. Alguien imploraba ayer: «¡Una comedia, por favor!». En efecto, encogen el alma «Import/export», o «Ex drummer», o «Help me Eros». Para dar una pincelada, la primera de ellas termina en la gran sala de un hospital vienés donde varias ancianas alienadas esperan el final. Una de ellas dice : «Tod, tod, tod... muerte, muerte muerte», y la pantalla funde a negro. No revelamos nada con este dato, ya que «Import/export» relata la supervivencia de una mujer ucraniana en Austria y el mal vivir de un joven austriaco en Ucrania. Es decir, el reverso del próspero continente europeo, en cuyo desarrollado norte, en Bélgica, «Ex drummer» narra con brillantez de imágenes y de guión el aniquilamiento de unos marginales cuando el protagonista -una especie de demiurgo, epicúreo y justiciero- libera la fuerza destructora del padre loco de uno de ellos. Volvemos ahora mismo a lo del padre, pero antes damos cuenta de que, aunque algo más refinada, «Help me Eros» describe la destrucción de un joven nipón fracasado en las finanzas de esa otra gran potencia del progreso que es Japón. No obstante, tomamos con indiferencia este filme, pues, salvo la ceremonia del té y el seppuku -más alguna otra expresión de la cultura japonesa-, recibimos con gran prevención cuanto llega del Sol Naciente: manga, anime, kabuki, ikebana, karaoke, platos cuadrados, Transformers, Shin-Chan, etcétera. Y volvemos a lo del padre, porque la orfandad es otro de los grandes temas transversales del festival. Huérfano de madre es el protagonista de «La sustituta», y de padre, el de «This is England», mientras que en «Ex drummer» se produce una inversión total de la ordenadora figura paterna. Comprobamos entonces que el cine, incluso en sus pretensiones más vanguardistas, ha cambiado poco y sigue apresado por Freud, con la inestimable ayuda lacaniana.