miércoles, 16 de marzo de 2011

Debate posnuclear

El debate nuclear es un concepto invocado por quienes son partidarios de la energía atómica y también por quienes se sienten ideológicamente inclinados a aparentarlo. La crisis de unas nucleares japonesas cuyos nombres amenazan con incrustarse en la memoria colectiva ha aportado el ingrediente que faltaba en ese debate: el recuerdo del riesgo. Chernóbil quedaba muy lejos y, además, se identificaba con una Ucrania sospechosa de trapichear con tecnología de mercadillo. Pero que el avanzado Japón no garantice al cien por cien la seguridad de sus centrales es algo que habrá dejado helados a los entusiastas del átomo y que reabre el debate en un sentido inesperado. ¿Qué no estará pasando en China?, nos preguntamos ahora. Recordemos que a las crisis de Harrisburg y Chernóbil les sucedieron largos periodos en los que la energía nuclear cotizó políticamente a la baja. Alemania inauguró ayer mismo una nueva era de congelación.

Aprovechar lo ocurrido en Japón para dar por enterrado ese debate sería, no obstante, un recurso ventajista. Supondría ignorar que revueltas como la libia ponen de manifiesto nuestra excesiva dependencia de las energías fósiles. Sería pasar por alto la certeza de que las renovables están aún muy lejos de garantizar el suministro a gran escala. Lo que ha permitido que la nuclear cotice hoy al alza en los medios es la ausencia de una alternativa creíble. El bienestar europeo se ve de alguna manera abocado a elegir entre Gadafi y la pared. Y esta, hasta hoy, era la pared blanca, limpia, posmoderna de los reactores de última generación. El debate comenzaba a inclinarse de este lado. Las movilizaciones antinucleares recientes han sido –España incluida– raquíticas. De un tiempo a esta parte, se ha venido afianzando la idea de que la nuclear es un recurso verde contra el cambio climático. Y eso sin que nadie, más allá de Greenpeace, haya logrado desmentirlo de forma documentada. El fantasma de Chernóbil se desvanecía en el recuerdo...

En el caso de España, por si fuera poco, errores políticos cometidos en el desarrollo de la energía solar fotovoltaica han desprestigiado al conjunto de las renovables. Y en Catalunya, siete años de Govern sostenible han tenido un efecto contraproducente: su legado medioambiental ha sido tan paupérrimo que ha acabado reducido a un gag del Polònia. En el paisaje catalán después del tripartito, la ecología es un chiste contado por Joan Saura.

No. En España, lo que de verdad falta para reabrir el debate no es la catástrofe nipona, sino que alguien ponga sobre la mesa un proyecto de nuclear de nueva planta. Hasta hoy, nadie ha movido un dedo. No es de extrañar: el coste de una inversión de este tipo, si tomamos como referencia la futura central de Olkiluoto, en Finlandia, es de 3.300 millones de euros, a los que habría que sumar los nuevos requisitos de seguridad derivados de la crisis de Japón.

Una inversión así parece fuera del alcance de las empresas energéticas. Cuando hace décadas se levantaron las centrales ahora existentes, lideraron el proyecto compañías que actuaban en régimen de monopolio y que se podían permitir el lujo de no buscar rentabilidad a corto plazo. Y aun así, alguna se fue a pique. Amortizar un dispendio de más de 3.000 millones –incrementado a lo largo de los años por sucesivos parches de seguridad– en un mercado abierto es inviable. Quizás por todo ello, concluiremos que, si el debate no existe, es porque era imposible abrirlo, más allá de que se pueda pactar una prolongación de la vida de las centrales existentes para lograr un cierto equilibrio energético mientras se configura una alternativa sólida.

Así es en el mundo real. Porque del periodismo ficción sí nos llegan noticias: en forma de un libro que tiene vocación de convertirse en pieza teatral de éxito y en motivo de sabrosa controversia. El texto, de Enric Juliana y Julià de Jòdar, se titula Radiacions (Proa), y podría subtitularse “o por qué no superamos nuestros complejos y recuperamos el proyecto de Pla para levantar una planta atómica en un lugar significado de la costa catalana...”. Aquí si hay debate.

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