viernes, 15 de octubre de 2010

"Quien acoge a un niño de Chernobil, repite"

Enrique Angulo es miembro de Chernobileko Umeak.

Enrique Angulo es miembro de Chernobileko Umeak. (FOTO: J.M. MARTINEZ)

Bilbao. Nacieron como una asociación de ámbito pequeño, pero Chernobileko Umeak logró traer, el pasado verano, a casi un centenar de menores ucranianos a Bizkaia. "Nuestra idea sigue siendo la misma: queremos tener una mayor cercanía con el acogimiento, tanto con las familias, para que sean conscientes de donde se meten, como con los niños, para que estén lo mejor posible", explica Enrique Angulo, voluntario de la asociación.

¿Qué labor desarrollan?

El programa de acogimiento consiste en que los niños abandonen por una temporada la zona afectada por el escape de Chernobil. Parece mentira, pero 25 años después de la explosión siguen existiendo contaminación en el entorno donde viven estos menores.

"El vínculo es tan fuerte que las familias acaban teniendo un hijo que vive en Ucrania"

¿Cuál es su objetivo?

La Organización Mundial de la Salud recomienda que al menos durante 40 días al año abandonen esa zona y nosotros les ofrecemos un programa de unos dos meses de duración. Respiran aire no contaminado, comen y beben alimentos sanos y sin metales pesados; con eso consiguen que su sistema inmunitario se reactive. Pero el programa también tiene beneficios colaterales.

"No hay ningún requisito previo, aquí cabe cualquier modelo de familia"

¿Cuáles?

Los niños ven otras formas de vivir, otros modelos de familia. Conocen otras formas de pensar y de interactuar entre los miembros la familia y de la propia la sociedad. Aprenden otras realidades como el reparto de tareas en casa. Adquieren unos modelos alternativos a los que tienen allí que mejoran su psiquis.

¿Lo que aprenden aquí lo trasladan a su día a día en Chernobil?

Allí es muy difícil porque su entorno pesa más que lo que aquí aprenden, pero sí que es bueno que tengan ese otro modelo que después implantan en su vida cuando son mayores.

¿No les da pena regresar a su país?

Puede haber algún caso que se sienta tentado por una realidad diferente, pero no es la generalidad. Son contados los casos en los que no es así. Están muy orgullosos de su país y prefieren quedarse allí.

Su labor como asociación de acogimiento es complicada, ¿cuándo empieza la campaña de captación? El proceso se inicia con la vuelta de los menores a su país. Con ellos, viaja un equipo de personas voluntarias que, además de acompañarles y tener las reuniones de valoración con las asociaciones y familias, empieza a visitar casa por casa a cada uno de los candidatos a formar parte del programa del próximo año.

¿Hay nuevas incorporaciones?

Todos los años. La necesidad de los pequeños de salir de allí es muy grande. Este año hemos visto 45 candidatos de los que 35 son casos apremiantes para salir y, dentro de este grupo, hay tres casos concretos con problemas oftalmológicos importantes que requieren de un tratamiento específico aquí. Estamos tanteando la posibilidad de que alguna clínica o fundación se haga cargo del diagnóstico y posible intervención.

¿Se sumarán esos 45 candidatos a los 93 niños que acogieron en 2010?

A los 88, más o menos, que van a repetir esperamos sumarle, por lo menos, los 35 casos más urgentes. Después seleccionar a los candidatos, ¿cuál es el siguiente paso? Toca buscar familias de acogida, es en lo que estamos ahora. Las familias son el alma máter del proyecto, sin ellas no podríamos traer a ningún niño de allí.

¿Es fácil encontrarlas?

Es muy difícil, pero como dice la canción de La Otxoa "el que lo prueba repite, no sé porque será".

¿Qué requisitos se exigen?

En principio no hay ningún estándar, aquí cabe cualquier modelo de familia: familias con hijos, sin hijos, monoparentales, parejas de hecho, solteros, mayores, jóvenes... Cada niño encuentra su familia ideal.

¿Cómo se lleva a cabo ese emparejamiento?

Con mucho trabajo: requiere conocer bien al menor y a la familia de acogida. Hay un equipo que ya está contrastando datos y valorando tanto a los niños como a sus familias y a los miembros de la de acogida.

Después de una primera experiencia supongo que llegarán más. Los lazos que se crean entre niños y padres de acogida deben de ser muy fuertes.

Efectivamente. Los niños comienzan a venir con 7 ó 8 años y dejan de venir con 18. Muchos vuelven por su cuenta en verano, porque el vínculo que se crea es tan fuerte que para los padres de acogida supone tener un hijo que está viviendo en Ucrania.

¿Desea lanzar algún mensaje a la sociedad?

Queremos hacer un llamamiento a todas las familias para que se animen a acoger a un niño o una niña de Chernobil. Es una experiencia muy gratificante y un acto de solidaridad, no exento de esfuerzo. Vamos a tener una reunión informativa el próximo 5 de noviembre a las 18.30 horas en el salón de actos de Bolunta, en la calle Ronda.

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