miércoles, 10 de marzo de 2010

Holocausto: la realidad ignorada (I)

Como decían en el blog Cambridge Cultural Memory Working Group, uno de los mejores sobre estos asuntos, el historiador Timothy Snyder (Yale) ha escrito un correctivo en toda regla a la historiografía convencional sobre la Europa del siglo XX. Y lo ha hecho con sólo 4.200 palabras, publicadas en forma de artículo en la New York Review of Books, palabras que condensaban la conferencia que dió en la serie sobre “European histories” que organizó Eurozine en Vilnius en mayo de 2009. Desde luego, el texto ha sido muy leído y comentado desde su aparición el pasado verano, y lo será aún más tras su traducción a la mayoría de lenguas de la Europa oriental, incluido el ruso. Ahora nos llega la nuestra, que este blog ofrece de forma apresurada y sin la necesaria corección de estilo:



Aunque Europa prospere, sus escritores y políticos están preocupados con la muerte. Los asesinatos en masa de civiles europeos durante las décadas de 1930 y 1940 son actualmente una referencia en los confusos debates sobre la memoria, así como una piedra de toque de cualquier ética común que los europeos puedan compartir. Las burocracias de la Alemania nazi y de la Unión Soviética convirtieron las vidas individuales en muertes masivas, los seres humanos concretos en cifras de muertos. Los soviéticos ocultaron sus fusilamientos masivos en bosques oscuros y falsificaron los registros de las regiones en las que habían matado de hambre a la gente; los alemanes tenían mano de obra esclava que desenterraba los cuerpos de sus víctimas judías y los quemaba en piras gigantes. Los historiadores debemos arrojar luz sobre estas sombras y recuperar a estas personas lo mejor que podamos. No lo hemos hecho. Por lo general, se considera que Auschwitz es un símbolo suficiente e incluso definitivo de la maldad de los asesinatos en masa, pero en realidad eso sólo es el el primer paso en su conocimiento, un indicio del verdadero recuento que nos espera.

Las mismas razones de lo que sabemos sobre Auschwitz pervierten nuestra comprensión del Holocausto: sabemos de Auschwitz porque hubo sobrevivientes, y hubo sobrevivientes porque Auschwitz fue tanto un campo de trabajo como una fábrica de muerte. Los supervivientes eran en gran parte judíos de la Europa occidental, porque Auschwitz era a donde se enviaba normalmente a los judíos de Europa occidental . Tras la Segunda Guerra Mundial, los supervivientes judíos de la Europa occidental pudieron escribir y publicar lo que quisieron, mientras que los supervivientes judíos de la Europa oriental, si habían quedado atrapados tras el telón de acero, no tuvieron esa posibilidad. En Occidente, las memorias del Holocausto podían (aunque muy lentamente) entrar a formar parte de la literatura histórica y de la conciencia pública.

Este tipo de la historia de supervivencia, de la que la obra de Primo Levi fue el ejemplo más célebre, capta de manera insuficiente la realidad del asesinato en masa. El Diario de Ana Frank se refiere a las comunidades europeas de judíos asimilados, neerlandeses y alemanes, cuya tragedia, aunque horrible, fue una parte muy pequeña del Holocausto. En 1943 y 1944, cuando tuvo lugar la mayor parte de los asesinatos de judíos de la Europa occidental, el Holocausto ya se había completado en gran medida. Dos tercios de los judíos que serían asesinados durante la guerra ya estaban muertos antes de finales de 1942. Las principales víctimas, los judíos polacos y soviéticos, habían sido asesinados por disparos en fosas mortales o por el monóxido de carbono de los motores de combustión interna que se bombeaba a las cámaras de gas de Treblinka, Belzec y Sobibor en la Polonia ocupada.

Auschwitz, tomado como símbolo del Holocausto, excluye a aquellos que estaban en el centro de aquel acontecimiento histórico. El grueso de las víctimas del Holocausto -ortodoxos y judíos polacos de habla yiddish, o los Ostjuden, según el término alemán un tanto despectivo- eran culturalmente extraños a los europeos occidentales, incluyendo a los judíos de la Europa oriental. Hasta cierto punto, siguen estando marginados en la memoria del Holocausto. Las instalaciones mortíferas de Auschwitz-Birkenau fueron construidas en terrenos que están hoy en Polonia, aunque en aquel momento eran parte del Reich alemán. Para cualquier persona que lo visite, Auschwitz está asociado actualmente con la Polonia, aunque muy pocos judíoa polacos y casi ninguno soviético murieron allí. Los dos principales grupos de víctimas casi han desaparecido del monumento memorial.

Una visión adecuada del Holocausto situaría la Operación Reinhardt, el asesinato de los judíos polacos en 1942, en el centro de su historia. Los judíos de Polonia eran la comunidad judía más grande del mundo, y Varsovia la ciudad judía más importante. Esta comunidad fue exterminada en Treblinka, Belzec y Sobibor. Aproximadamente 1,5 millones de judíos fueron asesinados en esos tres centros, alrededor de 780.863 solo en Treblinka . Sólo unas pocas docenas de personas sobrevivieron a estas tres instalaciones de la muerte. Belzec, aunque es el tercer lugar de muerte más importante del Holocausto, tras Auschwitz y Treblinka, apenas es conocido. Unos 434.508 Judios perecieron en esa fábrica de muerte, y sólo dos o tres sobrevivieron. Cerca de un millón más judíos polacos fueron asesinados por otros medios, algunos en Chelmno, Majdanek o Auschwitz, y muchas más tiroteados en acciones en la mitad oriental del país.

Con todo, el número de judíos asesinados por disparos fue tan alto o más que los que lo fueron por las cámaras de gas, aunque los disparos que acabaron con sus vidas ocurrieron en localidades orientales que se difuminan en el doloroso recuerdo. La segunda parte más importante del Holocausto fue el asesinato en masa por disparos en el este de Polonia y la Unión Soviética. Todo comenzó con los fusilamientos por parte de las SS Einsatzgruppen de los varones judíos en junio de 1941, ampliados a los asesinatos de mujeres y niños judíos en julio y completados hasta el total exterminio de las comunidades judías durante los meses de agosto y septiembre. A finales de 1941, los alemanes (junto con el auxilio local y las tropas rumanas) habían matado a millones de judíos en la Unión Soviética y los países bálticos. Es el equivalente al número total de judíos asesinados en Auschwitz durante toda la guerra. A finales de 1942, los alemanes (de nuevo, con mucha asistencia local) habían matado a otros 700.000 judíos, y la población judía soviética que estaba bajo su control dejó de existir.

Hubo cronistas y testimonios que expresaron lo sucedido a los judíos soviéticos, como Vasily Grossman. Pero a él y a los demás se les prohibió que presentaran el Holocausto como un suceso claramente judío. Grossman descubrió Treblinka como periodista del Ejército Rojo en septiembre de 1944. Tal vez porque sabía lo que los alemanes le habían hecho a los judíos en su Ucrania natal, fue capaz de adivinar lo que había ocurrido allí, y escribió un libro sobre ello. Llamó “infierno” a Treblinka, y lo situó en el centro de la guerra y del siglo. Sin embargo, para Stalin, el asesinato en masa de judíos tenía que ser visto como el sufrimiento de los “ciudadanos”. Grossman ayudó a elaborar un Libro Negro de los crímenes alemanes contra los judíos soviéticos, que las autoridades soviéticas suprimirían más tarde. Si algún grupo sufrió especialmente con los alemanes, mantuvo Stalin erróneamente, ésos eran los rusos. De esta manera, el estalinismo nos ha impedido ver los asesinatos en masa de Hitler con la perspectiva adecuada.

En resumen, pues, el Holocausto tuvo el siguiente orden: Operación Reinhardt, Shoah por disparos y Auschwitz; o Polonia, Unión Soviética y el resto. De los aproximadamente 5,7 millones de judíos asesinados, en torno a 3 millones eran ciudadanos polacos antes de la guerra, y más o menos otro millón lo componían personas que eran ciudadanos soviéticos antes de la guerra: en conjunto, el 70 por ciento del total. (Tras los polacos y los judíos soviéticos, el siguiente grupo más numeroso de judíos asesinados fueron rumanos, húngaros y checoslovacos. Si tenemos en cuenta a estas personas, el carácter europeo-oriental del Holocausto es aún más claro).


The Reconstruction of Nations: Poland, Ukraine, Lithuania, Belarus, 1569-1999 (Yale University Press, 2003)
Aún así, esta imagen corregida del Holocausto transmite un sentido demasiado incompleto del alcance de las políticas alemanas de asesinato en masa en Europa. La Solución Final, como la llamaron los nazis, fue sólo uno de los proyectos de exterminio que deberían llevarse a cabo tras una guerra victoriosa contra la Unión Soviética. Si las cosas hubieran seguido el camino que Hitler, Himmler y Göring esperaban, las fuerzas alemanas habrían puesto en marcha un Plan de hambre en la Unión Soviética en el invierno de 1941-1942. Dado que los productos agrícolas del sur de Ucrania y Rusia fueron desviados a Alemania, unos 30 millones de personas en Bielorrusia, en el norte de Rusia y en las ciudades soviéticas se morían de hambre. El Plan de hambre fue sólo un preludio del Generalplan Ost, el plan de colonización en el oeste de la Unión Soviética, que preveía la eliminación de unos 50 millones de personas.

Los alemanes se las arreglaron para llevar a cabo políticas que guardaban cierta semejanza con estos planes. Expulsaron a medio millón de polacos no judíos de las tierras anexadas al Reich. Un impaciente Himmler ordenó una primera etapa de aplicación del Generalplan Ost en el este de Polonia: diez mil niños polacos fueron asesinados y cientos de miles de adultos expulsados. La Wehrmacht hizo morir de hambre a alrededor de un millón de personas en el sitio de Leningrado, y a otros cien mil más en las hambrunas planificadas de las ciudades de Ucrania. Unos tres millones de soldados soviéticos capturados murieron de hambre o de enfermedad como prisioneros de guerra en los campos alemanes. Estas personas fueron asesinadas a propósito: como en el sitio de Leningrado, el conocimiento y la intención de matar de hambre a las personas estaba presente. Si el Holocausto no hubiera ocurrido, esto sería recordado como el peor crimen de guerra de la historia moderna.

Bajo la apariencia de acciones anti-partisanas, los alemanes mataron a unos tres cuartos de millón de personas, alrededor de 350.000 solo en Bielorusia, y las cifras, aunque menores, son comparables en Polonia y Yugoslavia. Los alemanes mataron a más de cien mil polacos al sofocar el levantamiento de Varsovia de 1944. Si el holocausto no hubiera tenido lugar, esas “represalias” también serían consideradas como algunos de los crímenes de guerra más grandes de la historia. De hecho, como ocurre con el el hambre de los prisioneros de guerra soviéticos, apenas se los recuerda más allá de los países directamente afectados. Las políticas de ocupación alemana tambien eliminaron a civiles no judíos de otras maneras, por ejemplo, mediante trabajos forzados en los campos de prisioneros. Una vez más: eran principalmente gentes de Polonia o de la Unión Soviética.

Los alemanes mataron a algo más de diez millones de civiles en acciones que sconstituyen el mayor asesinato en masa, la mitad de ellos judíos y la otra mitad no judíos. Fueran o no judíos, en su mayoría procedían de la misma parte de Europa. El proyecto de matar a todos los judíos fue llevado a cabo sustancialmente, el de destruir a las poblaciones eslavas sólo se cumplió muy parcialmente.

Auschwitz es sólo una introducción al Holocausto, el Holocausto sólo es una sugerencia del objetivo final de Hitler. Las novelas de Grossman Todo fluye y Vida y destino son un audaz repaso al terror nazi y soviético, y nos recuerdan que incluso una plena caracterización de las políticas alemanas de asesinatos en masa resulta incompleta como historia de la atrocidad en la Europa de mediados de siglo. Se omite el Estado que Hitler estaba totalmente determinado a destruir, el otro Estado que asesinó masivamente a los europeos a mediados de siglo: la Unión Soviética. En el conjunto del período estalinista, entre 1928 y 1953, las políticas soviéticas, haciendo una estimación conservadora, mataron a más de cinco millones de europeos. Así, cuando uno considera el número total de civiles muertos por las potencias totalitarias europeas a mediados del siglo XX, se deben tener en cuenta tres grupos de tamaño similar: judíos asesinados por los alemanes, no judíos asesinados por los alemanes y ciudadanos soviéticos asesinados por el Estado soviético. Como regla general, el régimen alemán mató a civiles que no eran ciudadanos alemanes, mientras que el régimen soviético asesinó principalmente a civiles que eran ciudadanos soviéticos.

La represión soviética se identifica con el Gulag, tanto como la represión nazi se identifica con Auschwitz. El Gulag, con todos los horrores de la mano de obra esclava, no era un sistema de asesinato en masa. Si aceptamos que la matanza masiva de civiles se encuentra en el centro de las preocupaciones políticas, éticas y legales, la misma visión histórica se aplica tanto al Gulag como a Auschwitz. Conocemos el Gulag porque era un sistema de campos de trabajo, no un conjunto de instalaciones de muerte. Por el Gulag pasaron cerca de 30 millones de personas y se perdieron unos tres millones de vidas. Pero la gran mayoría de las personas que fueron enviadas a los campos volvieron con vida. Precisamente porque tenemos una literatura del Gulag, entre la que sobresale el Archipiélago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn, podemos tratar de imaginar sus horrores -tanto como podemos tratar de imaginar los horrores de Auschwitz.

Al igual que Auschwitz desvía la atención de los horrores, aún mayores, de Treblinka, el Gulag nos distrae de la política soviética, que mataba a la gente directamente e intencionadamente a través del hambre y de las balas. De las políticas estalinistas de asesinato, dos fueron las más significativos: las hambrunas de la colectivización de 1930-1933 y el Gran Terror de 1937-1938. No está claro si la hambruna kazaja de 1930-1932 fue intencionada, aunque está claro que más de un millón de kazajos murieron de hambre. Se ha establecido más allá de toda duda razonable que Stalin mató de hambre intencionadamente a los ucranianos soviéticos en el invierno de 1932-1933. Los documentos soviéticos ponen de manifiesto una serie de órdenes emitidas en octubre-diciembre de 1932 con evidente malicia e intención de matar. Al final, más de tres millones de habitantes de Ucrania soviética habían muerto.

Lo que leemos de las grandes purgas también nos desvía de su verdadera naturaleza. La gran novela y las mejores memorias grandes son El cero y el infinito, de Arthur Koestler, y The Accused (Aquelarre trágico), de Alexander Weissberg. Ambos centran nuestra atención en un pequeño grupo de víctimas de Stalin, dirigentes comunistas de zonas urbanas, gente educada, a veces conocida en Occidente. Esta imagen domina nuestra comprensión del Gran Terror, pero es incorrecta. Tomadas en conjunto, las purgas de las élites del Partido Comunista, de la policía de seguridad y de oficiales del ejercito no afectaron a más de 47.737 personas.

La mayor acción de las grandes purgas, la Operación 00447, fue dirigida principalmente contra los “kulaks”, es decir, contra campesinos que ya habían sido oprimidos durante la colectivización. Afectó a 386.798 personas. Unas pocas minorías nacionales, que representaban en conjunto a menos del 2 por ciento de la población soviética, supusieron más de un tercio de las muertes de las grandes purgas. Por ejemplo, una operación destinada a los de etnia polaca, que eran ciudadanos de la URSS, supuso el asesinato de 111.091 personas. De las 681.692 ejecuciones llevadas a cabo por presuntos delitos políticos en 1937 y 1938, la operación kulak y las operaciones nacionales representaron 633.955, más del 90 por ciento del total. Estas personas fueron asesinadas en secreto, enterradas en fosas y olvidadas.

El énfasis en Auschwitz y el Gulag subestima el número de europeos asesinados, y desplaza el enfoque geográfico de la muerte hacia el Reich alemán y el este de Rusia. Como Auschwitz, que atrae nuestra atención hacia las víctimas occidentales del imperio nazi, el Gulag, con sus conocidos campos siberianos, también desvía la atención del centro geográfico de las políticas soviéticas de asesinato. Si nos centramos en Auschwitz y el Gulag, no nos damos cuenta que en un período de doce años, entre 1933 y 1944, unos 12 millones de víctimas prerecieron a causa de las políticas nazis y soviéticas de asesinato en masa en una determinada región de Europa, uno más o menos definida a día de hoy por Bielorusia, Ucrania, Polonia, Lituania y Letonia. Más en general, cuando contemplamos Auschwitz y el Gulag, tendemos a pensar en los Estado que los construyeron como sistemas, como tiranías modernas o Estados totalitarios. Sin embargo, tales consideraciones las ideas y la política en Berlín y Moscú tienden a pasar por alto el hecho de que el asesinato masivo ocurrió principalmente en determinadas partes de Europa, entre Alemania y Rusia, no en las propias Alemania o Rusia.

El centro geográfico, moral y político de la Europa de los asesinatos en masa es la Europa del Este, sobre todo, Bielorrusia, Ucrania, Polonia y los Estados bálticos, tierras que fueron objeto de políticas sostenidas de atrocidad por parte de ambos regímenes. Los pueblos de Ucrania y Bielorrusia, sobre todo judíos pero no sólo ellos, fueron los que más sufrieron, ya que estas tierras formaban parte de la Unión Soviética durante la terrible década de 1930 y estuvieron sometidos a la peor de las represiones de Alemania en la década de 1940. Si Europa fue, como Mark Mazower dice, un continente oscuro, Ucrania y Bielorrusia fueron el corazón de las tinieblas.

Cálculos históricos que podemos tomar como objetivos, como el recuento de víctimas de las acciones de asesinato en masa, podrían ayudar a restablecer un cierto equilibrio perdido histórico. El sufrimiento alemán bajo Hitler y durante la guerra, aunque terrible en su medida, no figura en el centro de la historia de los asesinatos en masa. Incluso si incluimos a los alemanes étnicos que murieron huyendo del Ejército Rojo, en la expulsión de Polonia y Checoslovaquia en 1945-1947, y a causa de las bombas incendiarias en Alemania, el número total de civiles alemanes muertos por el poder del Estado sigue siendo relativamente pequeño.

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