A las doce del mediodía de ayer, el presidente de la república de Polonia, Lech Kaczysnki, estampó su firma en el instrumento de ratificación del Tratado de Lisboa. La solemne ceremonia tenía lugar en Varsovia 557 días después de que el Parlamento polaco hubiera aprobado esta ratificación, más de año y medio de retraso que ha mantenido en vilo a las demás capitales europeas.
El presidente polaco aprovechó la ocasión para recordar que su país mantendrá su independencia dentro del proyecto europeo y que al mismo tiempo éste debe permanecer abierto a la integración de países como Ucrania y Georgia.
La ceremonia deja al presidente checo, Vaclav Klaus, en una incómoda situación, como el único que se niega a firmar una ratificación que ya han aprobado las dos cámaras del parlamento de su país.
Los gemelos
Kaczynski y su influyente hermano gemelo, antiguo primer ministro, no habían ocultado nunca sus reservas hacia este tratado que resalta cualitativamente el poder de las instituciones europeas, pero también habían admitido que firmarían en cuanto los irlandeses hubieran dado su aprobación en un segundo referéndum. Durante mucho tiempo, este pretexto parecía una amenaza porque no había nada más incierto que el resultado de la consulta en Irlanda. Una vez que la semana pasada un 70 por ciento de los votantes diera su aprobación al texto, no había escapatoria para Kaczynski.
La ceremonia comenzó con un capítulo de incertidumbre añadida, porque el bolígrafo que habían preparado los servicios de protocolo se rompió, de modo que hubo que interrumpir el ceremonial y buscar un segundo instrumento de escritura. Conociendo las reticencias del presidente polaco, los portavoces oficiales tuvieron que aclarar que el accidente «no estaba previsto». Kaczynski intervino como si se tratase casi una celebración. «Sin complejos y sin miedo -dijo- hemos optado por una mayor integración en la Unión Europea, porque nos sentimos bien, confiados en esta comunidad. La Unión va a seguir siendo una asociación de estados soberanos, a la que ahora podremos añadir una mayor cooperación». El presidente polaco expresó abiertamente su reivindicación de que otros países del antiguo bloque soviético, con los que Polonia está muy vinculada, puedan ser un día socios de pleno derecho de la UE. «La Unión es una experiencia extraordinariamente exitosa que no puede cerrar sus puertas a otros, no solo en los Balcanes, sino que estoy hablando de Ucrania y Georgia. Cuando llegue el momento, la UE no puede decirle que «no» a esos países».
Presencia inusual
A la ceremonia de la firma asistieron, además el actual primer ministro polaco, Donald Tusk (ferviente europeísta), el actual presidente del Consejo, el primer ministro sueco, Frederik Reindfeldt, el de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, y el del Parlamento Europeo, el ex primer ministro polaco Jerzy Buzek. La presencia inusual de los representantes de las instituciones europeas se interpreta como un mensaje claro hacia Klaus, que ahora personifica el único obstáculo del tratado que debe resolver las incertidumbres institucionales en la UE. Sin su firma, o incluso sin saber cuándo puede producirse esa firma, el rompecabezas de la nueva comisión y los dos nuevos nombramientos de presidente permanente del Consejo y de Alto Representante, son todavía una incógnita.
Llama la atención el papel tan activo que está adoptando en sus primeras semanas de mandato el nuevo presidente del Parlamento europeo. Jerzy Buzek ha usado de su indudable influencia en su país de origen y no se puede ocultar que en el hecho de que Kaczynski haya accedido a firmar ayer han tenido mucho que ver sus buenos oficios.
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