lunes, 17 de agosto de 2009

Sube la tensión entre Rusia y Ucrania

Cuando Dimitri Medvedev se convirtió en presidente de Rusia en 2007, muchos esperaban un giro con respecto a la política de Vladimir Putin en relación con sus países vecinos. Pero, como ponen de manifiesto los acontecimientos de los últimos días, parece que Medvedev ha optado por emular a su predecesor, en lugar de desvincularse de él.

El pasado martes, el Kremlin hizo pública una dura misiva del presidente ruso a su homólogo ucraniano, el presidente Viktor Yushchenko. Además de acusarle de ser cómplice de las muertes de civiles rusos en la guerra del verano pasado con Georgia, Medvedev dejó claro que espera que Ucrania muestre su conformidad con la política exterior de Rusia, que implica que Kiev renuncie a convertirse en miembro de la OTAN.

El texto del presidente ruso también emplaza a los ucranianos a que voten “a favor de un cambio de liderazgo” en las elecciones de 2010. Hasta entonces, Medvedev ha congelado las relaciones entre Kiev y Moscú. El tono de la carta es áspero por partida doble. No sólo denota un intento de interferir en la política interna ucraniana como represalia a la insinuación de Yushchenko de que la amenaza rusa “no existe y no puede existir”, sino que se trata de una forma de corroborar que esa amenaza es real. El hecho de que Rusia combine la promesa explícita de una “alianza estratégica” con la amenaza implícita de recortes en el suministro de gas no es nuevo.

El escenario de una nueva y recurrente guerra del gas, como la que vienen padeciendo los países europeos dependientes del suministro ruso en los últimos inviernos (la más reciente, el pasado mes de enero) harían insostenibles las relaciones de vecindad en la zona. Tras la llamada del vicepresidente de EEUU, Joe Biden, a la responsabilidad a la clase política ucraniana, parece llegado el momento de que la diplomacia europea se asegure la paz en la zona, especialmente en lo que concierne al mercado del gas.

En plena crisis económica, o posiblemente en el inicio de la recuperación a finales de año, un corte de suministro sería letal para la economía europea y las relaciones tripartitas entre Rusia, Ucrania y la Unión Europea.

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