miércoles, 12 de agosto de 2009

Paraíso sin radiaciones en Luanco

Luanco, Rubén SAMANIEGO
La tragedia de Chernóbil (Ucrania) los marcó para toda la vida. Y eso que aún no habían nacido. Ocho familias de Gozón acogen durante este verano -por quinto año consecutivo- a ocho niños de Kiev, heridos por las consecuencias nucleares de la central que estalló en 1986. Dos meses alejados de la radiación puede alargarles la vida hasta dos años más. La contaminación radiactiva afecta al 80 por cien de la población de Ucrania. Un tiempo fuera de las zonas contaminadas puede ayudar a retrasar la aparición de enfermedades.

Marisol Fernández es la madre de acogida de Katia. Recuerda que cuando vio un reportaje en televisión de orfanatos de China le dio tanta pena que cuando tuvo la oportunidad de acoger a los niños de Ucrania no se lo pensó: «Lo poco que les damos, para ellos, es muchísimo. Estos niños son muy agradecidos», explica. Esta madre de acogida asegura que no tiene ningún problema con la niña, ni siquiera con la comida. Tan sólo el idioma le plantea algún inconveniente. Fernández dice que Katia está intentando aprender castellano. «Tenemos la norma de que hay que decir las palabras en los dos idiomas. Así ella aprende español y nosotros ucraniano», sentencia.

Noemí Fanjul, por su parte, acoge en su casa a Anna. «Para mí esto es un pequeño esfuerzo, pero a ellos los ayuda mucho». Fanjul comenta que son varios los motivos que la llevaron a unirse a este proyecto: «Por un lado, por la salud y el bienestar que vamos a ofrecer a estos niños, pero también porque es una forma de inculcar nuevos valores a mis hijos. Lo que buscamos es enseñarlos a apreciar todo lo que tienen», concluye.

El matrimonio Zapico García es ya veterano. Es la cuarta vez que reciben a un niño de Kiev. En esta ocasión, la pequeña María, de 6 años. «Cuando comenzó el proyecto, nosotros éramos los más jóvenes», dice David Zapico. La ilusión de estos padres se ve en los ojos cuando están hablando de su experiencia. «Aportan mucha alegría» dice Josefina García, que recuerda lo que le llegó a espetar su hija de acogida: «Tengo dos mamás, una en Ucrania y otra en España», relata. La playa, el paisaje y la comida asturiana encantan a estos niños. Un nuevo mundo en el que dejar la tragedia nuclear.

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