miércoles, 12 de agosto de 2009

La salida de tono de Medvédev tensa la relación de Rusia con Ucrania

La andanada verbal que el presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, dirigió este martes contra su colega ucraniano, Víctor Yúshenko, parece la pataleta de quien ha acumulado agravios durante mucho tiempo, sin saber resolverlos oportunamente, hasta que no puede más y los vomita todos juntos. Este comportamiento puede comprenderse en un niño o un adolescente, pero no en un estadista y menos aún en un estadista ruso ante el líder de un país tan vinculado con el suyo como Ucrania.

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    ¿Por qué ha montado en cólera Medvédev en un momento que no se caracteriza precisamente por una de esas crisis que surgen esporádicamente entre Moscú y Kiev, sobre todo en temas relacionados con el suministro y tránsito del gas ruso?

    Interpretaciones al margen, con el mensaje de Medvédev comienza de hecho la campaña para las elecciones presidenciales del 17 de enero en Ucrania. De entrada, la clase política ucraniana no ha reaccionado cerrando filas en torno a la dignidad nacional ofendida, sino más bien tratando de arrimar el ascua a su sardina. Los previsibles contendientes del actual presidente Víctor Yúshenko, han hecho equilibrios para perfilarse como constructivos y darle parte de razón a Medvédev, -en el caso de Arseni Yazeniuk y los seguidores de la primera ministra Yulia Timoshenko-, o toda la razón, en el caso del líder de Regiones, el pro ruso Víctor Yanukóvich. No está claro pues cómo influirán las palabras del ruso y si contribuirán a dividir más a Ucrania, profundamente sumergida en la crisis económica.

    Medvédev tal vez se esté curando en salud y se haya dirigido a Yúshenko como medida preventiva para llamar la atención ahora -y no más tarde en plena apoteosis electoral- sobre la crisis del gas que los analistas económicos consideran inevitable. Ucrania paga puntualmente sus facturas de gas, pero importa una cantidad muy inferior a la concertada, lo que, según los contratos basados en la fórmula take or pay, supone que deberá pagar el 80% del volumen pactado como mínimo y penalizaciones. Hasta ahora, Gazprom no ha impuesto multas a Ucrania, pero en el futuro podría hacerlo y eso se traduciría una nueva guerra del gas con penosas consecuencias para Europa. "Moscú y Kiev están dispuestas a pelearse incluso sin motivo, y con motivo mucho más", manifestó el analista energético Mijail Korchemkin, según el periódico Védomosti.

    Con su estilo brusco, colérico e insultante, los dirigentes rusos están alejando de sí incluso a sus aliados más próximos, como lo demuestra que ni uno solo de los países post soviéticos haya apoyado el reconocimiento de Osetia del Sur y Abjazia. Cierto es que los políticos de Kiev son expertos en meter el dedo en el ojo a Rusia con sonrisas en el rostro, pero eso no justifica las salidas de tono del Kremlin ni tampoco la falta de consideración que supone enviar como embajador a Kiev a un personaje como Mijaíl Zurábov, posiblemente el político más desacreditado de la época de Vladímir Putin. Zurábov fue jefe del fondo de Pensiones de Rusia de 1999 a 2004 y ministro de Sanidad hasta septiembre de 2007. El funcionario nunca fue investigado ni juzgado, aunque la prensa rusa le vinculó con turbios asuntos que llevaron a la cárcel a varios de sus subordinados.

    Pero si malo era mandar a Zurábov, mucho peor es que Moscú, por su propia voluntad, se quede sin embajador en Kiev, lo que resulta contraproducente para la estabilidad en las relaciones entre los dos países. La retórica del Kremlin tiene su efecto. Según encuestas del centro Levada, en 2001 un 71% de los rusos tenían una actitud positiva o muy positiva respecto a Ucrania. Ahora esa cifra se ha rebajado al 44% , mientras el 23% que en 2001 tenían una actitud negativa, se ha transformado en un 47%.

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