Greenpeace ha denunciado que el sarcófago que cubre el cuarto reactor de la central nuclear ucraniana de Chernobil, escenario en 1986 de la mayor catástrofe atómica de la historia, está «lleno de agujeros y ya no cumple sus funciones». La ONG advierte que a través de las grietas puede haber escapes radiactivos. «El plazo de vida del sarcófago expiró hace tres años. Ahora se habla de su reparación, pero si no se coloca uno nuevo pronto las secuelas pueden ser de cualquier clase».
Greenpeace recuerda que el consorcio internacional creado para solventar el problema que representa Chernobil ha recaudado ya miles de millones de euros para colocar el nuevo sarcófago, pero las autoridades ucranianas aún no han iniciado las obras. Éstas insisten en que en los últimos tiempos «no se han producido averías con vertidos de sustancias químicas en la zona». El reactor número cuatro fue escenario de una cadena de explosiones en la madrugada del 26 de abril de 1986, aunque las autoridades soviéticas ocultaron la tragedia a la población durante dos días.
500 bombas atómicas
La central, cuya avería fue provocada por una conjunción de errores humanos, técnicos y de construcción, esparció hasta 200 toneladas de material fusible con una radiactividad equivalente a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima. Las autoridades ucranianas se proponen desactivar por completo la planta y el territorio adyacente para 2018 y «enterrar para siempre» las 200 toneladas de combustible nuclear que aún está almacenado bajo el reactor.
El consorcio francés Novarka firmó un contrato con el Gobierno de Ucrania para construir un segundo sarcófago sobre el cuarto reactor y se comprometió a garantizar la seguridad de la central, sus trabajadores, el entorno natural y la población circundante durante los próximos 100 años. El actual sarcófago que cubre el reactor ya presentaba grietas y registraba fugas radiactivas, por lo que una compañía estatal rusa efectuó obras en 2008 que garantizarían su seguridad durante quince años.
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